ESTOCOLMO.- Pese a haber sido la tercera fuerza más votada. Jimmie Åkesson (1979, Ivetofta) ha catapultado a la extrema derecha de los Demócratas Suecos
(DS) de una ínfima posición en los comicios de 2010 —cuando con el 5,7%
de los votos consiguió por primera vez entrar en el Riskdag
(Parlamento)— hasta un 17,6% en las elecciones de este domingo, según El País, de Madrid.
Ningún partido político en Suecia quiere pactar con él, o al menos nadie lo admite de manera pública.
Amante de la comida, del juego —la prensa local le llegó a
calificar de ludópata en 2014—, del cine, y del equipo de fútbol de
Strandvallen, la ciudad donde vivió y creció, Åkesson, politólogo de
formación, se inició en las filas de los Moderados, pero solo porque sus
amigos de la infancia estaban allí metidos, según confiesa en su
biografía.
Su carrera fue corriente para alguien que quiere dedicar su
vida al servicio público. Estuvo en las esferas más altas de las
juventudes de los Demócratas Suecos, con 19 años fue concejal en la
localidad de Sölvesborg y en 2005 acabó liderando la formación más a la
derecha en Suecia.
Pero su mayor logro ha sido convertirlo en un partido principal y crucial en la política sueca y todo a base de mucho populismo, pero también realismo.
Y es que, cuando asumió las riendas del partido, de las primeras
cosas que se propuso fue echar de las filas de los DS a todos los nazis y
neonazis reconocidos. El partido nace de los movimientos
ultraderechistas y algunos miembros hasta hace bien poco subían
consignas hitlerianas a las redes sociales y alardeaban de simbología
nazi. Con Åkesson todo eso se acabó.
Como bandera hacia posiciones radicales, los Demócratas apelaron,
primero, a la resistencia a la Unión Europea; y, como golpe de gracia,
en 2015, Åkesson encontró el trampolín perfecto para coleccionar votos:
la crisis migratoria y los 200.000 migrantes que llamaron a las puertas del país.
Con aires y estética de moderno intelectual —melena engominada, barba
de tres días y gafas de pasta—, durante las últimas semanas Åkesson ha
suavizado posiciones, consideradas antes muy polémicas.
Al mediático líder se le abren ahora varios caminos inéditos en la
política sueca. Uno, convencer a los partidos tradicionales de derechas
para formar un Gobierno de coalición, algo altamente improbable.
Y dos,
convertirse en un fuerte líder de la oposición de un Ejecutivo
extremadamente débil y fragmentado en fuerzas dispares. Hay una tercera
opción, apuntan fuentes del Gobierno, y es que el líder xenófobo ceda su
apoyo para que gobierne la derecha, pero eso, dicen, “tiene un precio”.
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