«Se ve que Ucrania y sus aliados
europeos aún viven en una ilusión y sueñan con asestar a Rusia una
derrota estratégica en el campo de batalla», dijo en su primera reacción
al plan tras las críticas de Kiev y los europeos.
Su principal carta negociadora ante el presidente de EE.UU., Donald Trump, es precisamente el avance imparable de las fuerzas rusas en el Donbás, el sur de Ucrania y la creación de una franja de seguridad en las regiones de Járkov y Dnipropetrovsk.
El plan de paz, las sanciones
contra sus mayores petroleras y el permiso de Washington para que Kiev
bombardee territorio ruso con misiles ATACMS no cambian ni un ápice los
planes bélicos de Moscú. Putin quiere el control de las cuatro regiones anexionadas.
Eso sí, la debilidad del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski,
acechado por los escándalos de corrupción en su entorno, hace pensar a
Putin, por primera vez en mucho tiempo, que la victoria sobre Kiev está
más cerca.
Cada
vez que se viste de comandante supremo –ya van dos veces en el último
mes–, Putin insiste en rebatir el mito de que Rusia tiene prisa en
conseguir los objetivos marcados en la conocida como «operación militar
especial».
«No vamos a plantear fechas
concretas. Lo importante es trabajar de manera constante y lograr todos
los objetivos que sean prioritarios», señaló al alto mando.
Con todo, destacó que la agrupación militar Západ (Oeste) ya ha cumplido con la misión que se le encomendó a finales de octubre: la toma de la estratégica localidad de Kúpiansk (Járkov), donde están cercados 15 batallones enemigos. No ha ocurrido lo mismo en Pokrovsk (Donetsk), aunque los rusos dicen controlar el 75 % del bastión.
«Si los dirigentes de Kiev no
quieren estudiar la propuesta de Trump, entonces ellos y los
instigadores europeos deben entender que lo ocurrido en Kúpiansk se
repetirá inevitablemente en otros sectores claves del frente», advirtió
anoche.
Por primera vez en mucho tiempo, Putin mencionó la aglomeración de Kramatorsk, principal plaza fuerte ucraniana en el Donbás y objetivo prioritario de la ofensiva rusa que comenzó en octubre de 2023.
Aunque para tomar esa plaza, antes los rusos deben tomar Kostiantínivka más al sur, donde ya combaten en el centro de la urbe, y Sloviansk, escenario de la sublevación prorrusa en 2014, más al norte.
Con prisas y sin pausas, de no cesar las hostilidades, el ejército ruso habrá combatido el próximo 12 de enero 1.418 días, los mismos que el Ejército Rojo durante la Gran Guerra Patria (1941-45). Los soviéticos llegaron a Berlín en menos de cuatro años, los rusos están muy lejos de Kiev.
Putin,
que no reconoce a Zelenski como interlocutor desde que concluyera su
mandato presidencial en mayo de 2024, lo considera a día de hoy un cadáver político.
«Entendemos muy bien qué clase de
dirigentes políticos tiene Ucrania. Esos no son dirigentes políticos.
Desde mayo del pasado año, es un grupo criminal, un grupo de crimen
organizado que usurpó el poder y con la excusa de la necesidad de
continuar la guerra con Rusia lo retiene para su enriquecimiento
personal», dijo.
Ese argumento lo lleva repitiendo
desde que, en su opinión, Zelenski violara la Constitución y no
convocara elecciones debido a la guerra con Rusia. En cambio, ahora
también ha decidido meter el dedo en la llaga de la trama de corrupción en Ucrania.
«Y ahora esto es algo bien conocido
como resultado de la investigación anticorrupción en Ucrania. Creo que
todos entienden que esa gente que está sentada en letrinas de oro difícilmente piensa en el futuro de su país, en la suerte de la gente
normal y corriente en Ucrania, en los oficiales, no digo ya los
soldados. No tienen tiempo para ello», señaló.
Sea
como sea, las encuestas realizadas en las últimas semanas demuestran
que son mayoría los rusos que quieren que la guerra termine cuanto
antes. Dos tercios de los rusos (64 %) aboga por un inmediato cese de las hostilidades y la firma de un acuerdo de paz con Kiev, aunque sólo el 36 % lo considera viable, según el último sondeo realizado por el proyecto Crónicas.
Un 38 % de los rusos no está dispuesto a combatir, frente a un 37 % que se enrolaría en el ejército, aunque sólo un 9 % de manera voluntaria.
Además, un 55 % se opondría a que un miembro de su familia fuera enviado al frente, mientras un 30 % apoyaría tal opción, aunque más de 200.000 soldados rusos, lo que incluye reservistas, ya han muerto, según fuentes independientes.