MOSCÚ.- Pese a las sanciones occidentales, el presidente ruso, Vladímir Putin, no se anda por las ramas y pide a gritos un nuevo orden internacional, ya que aduce que el actual, liderado por Estados Unidos, amenaza con sumir al mundo en el caos.
"El oso (ruso) no va a pedir permiso a nadie", dijo Putin durante un 
foro de debate celebrado en Sochi (mar Negro) en el que 
participaron numerosos políticos y expertos occidentales.
Envalentonado, que no amedrentado, por las sanciones, Putin exige un 
"nuevo consenso global" que ponga fin a la Guerra Fría, ya que "nunca se
 llegó a firmar la paz", y advierte sobre el riesgo de conflictos con 
participación "directa o indirecta" de las grandes potencias, como en 
Ucrania.
Durante un discurso que los analistas no han dudado en calificar de 
"programático", "histórico", pero también "antiestadounidense", el jefe 
del Kremlin desglosó una larga lista de diatribas contra Washington, al 
que acusó de esclavizar al resto del mundo.
Han pasado más de siete años desde que en 2007 Putin criticara con 
virulencia el "orden unipolar" durante una polémica conferencia de 
seguridad en Múnich, una intervención que abrió los ojos a muchos países
 occidentales sobre las intenciones del Kremlin.
No obstante, entonces Rusia aún respetaba las reglas, tanto las 
escritas como las tácitas, ilusión que terminó abruptamente en agosto de
 2008 con la guerra ruso-georgiana por el control de Osetia del Sur, la 
primera intervención militar rusa en el exterior desde la invasión de 
Afganistán.
A día de hoy, Rusia es equiparada con el Ébola y el integrismo 
islámico como las mayores amenazas para la estabilidad mundial por el 
presidente de EEUU, Barack Obama.
Putin asegura que no es Moscú quien quiere restaurar la Unión 
Soviética y regresar al antagonismo de la Guerra Fría, sino Washington 
con su irresistible necesidad de hacer frente a un "eje del mal", 
compuesto ahora por Rusia, China e Irán.
Dicen que el jefe del Kremlin perdió la paciencia con la muerte del 
dictador libio, Muamar el Gadafi, socio del Kremlin, y el apoyo 
occidental a las multitudinarias protestas antigubernamentales de 2011 
en Moscú.
Muchos analistas apostaban a que sería China quien rompería la baraja
 y amenazaría con su poderío económico la hegemonía estadounidense, pero
 el gigante asiático ha optado por una diplomacia conservadora con 
escasos exabruptos y ningún paso en falso, especialmente en Taiwán.
Ha tenido que ser Rusia quien rompiera las reglas de juego, pero no 
sólo de palabra, sino de obra, al anexionarse en marzo la península de 
Crimea tras un referéndum relámpago garantizado por la presencia militar
 rusa.
Putin reconoció hoy sin tapujos que el objetivo de los soldados 
rusos era bloquear las unidades militares ucranianas para permitir que 
los crimeos ejercieran libremente su derecho a la autodeterminación.
Eso no quiere decir que "Rusia no respete en general la soberanía 
ucraniana", aseguró para sorpresa de sus interlocutores.
Cuando las cancillerías occidentales aún no se habían recuperado del 
susto, en abril estalló una sublevación militar en el este prorruso de 
Ucrania, donde las milicias rebeldes han sido apoyadas por Moscú, 
incluso, según algunas fuentes, con tropas regulares.
El hecho de que el Kremlin actuara de manera soterrada, sin 
consultar, ignorando las prácticas universalmente aceptadas, es lo que 
ha indignado especialmente a EEUU y la Unión Europea, que creen que 
Rusia se esta convirtiendo en un paria internacional.
No es esa la opinión de Putin, quien considera que es Occidente quien
 abrió la caja de Pandora al promover la independencia de Kosovo e 
intervenir en diferentes zonas del mundo sin autorización del Consejo de
 Seguridad de la ONU.
Rusia no se siente obligada a respetar las reglas de juego, ya que 
considera que éstas ya no existen o han sido manipuladas por las 
potencias occidentales a su antojo, como es el caso de las actuales 
sanciones, por lo que propone un nuevo orden, para lo que cuenta con el 
apoyo de China, India, Brasil y Sudáfrica, entre otros.
En la nueva partida, EEUU ya no llevaría la voz cantante, sino que 
sería uno de los principales centros de poder que actuaría según unas 
reglas claras, especialmente en lo que se refiere a la injerencia en los
 asuntos internos de otros países.
No obstante, Putin cae en varias contradicciones, según los 
analistas, ya que habla de renunciar a las esferas de influencia, pero 
considera intocable su patio trasero, es decir, lo que él llama "el 
mundo ruso" y, en particular, Ucrania.
Además, mantiene que su país no aspira a ser una superpotencia, pero 
enarbola el arsenal nuclear ruso a la menor ocasión y conmina a OTAN a 
atenerse a las consecuencias si se le ocurre meter sus narices cerca de 
la frontera rusa.
Tampoco se puede obviar que, independientemente del precio del 
petróleo, Rusia no es, ni mucho menos, una potencia económica, sino más 
bien un suministrador de materias primas (gas, crudo, uranio), a ojos de
 China y la Unión Europea, con escasa influencia en los mercados. 

 
 
 
 

 
