LONDRES.- El Partido Comunista de China iniciará el 8 de 
noviembre el Congreso Popular, en el que se espera que se aprueben 
cambios radicales que se implementarán en el país en los próximos diez 
años. Son transformaciones que podrían influir en la manera en la que vive el mundo entero, como ha ocurrido en el pasado reciente, según se pronostica desde la BBC.
 "Hacerse rico es glorioso"
Ya han pasado son 35 años de este famoso lema, 
que muchos atribuyen al exlíder chino Deng Xiaoping y que marcó el 
inicio de la apertura de país al mundo y que le ha permitido forjar una 
de las historias de éxito económico más relevantes en la historia de la Humanidad.
Su ascenso ha sido tan vertiginoso que en tres décadas China ha 
pasado de tener una economía más pequeña que la de Italia a ubicarse 
como la segunda más grande del planeta, hogar de alrededor un millón de 
millonarios (en dolares). No sería extraño que en el próximo relevo en 
la cúpula de poder, previsto para 2022, China compita con Estados Unidos
 por la supremacía económica.
Este ascenso ha cambiado la forma en la que el 
mundo hace negocios. La mano de obra barata en China ha permitido que se
 mantengan los precios de miles de productos en los mercados 
occidentales, desde unos simples mocasines hasta los paños para limpiar 
los teléfonos móviles.
China es ahora el mayor inversionista en África,
 lo que ha apartado la atención de este continente hacia Europa y 
Estados Unidos por primera vez en dos siglos. Y también es actualmente 
el mayor acreedor extranjero del gobierno de Washington, en una 
situación que algunos estadounidenses consideran arriesgado.
La clave en este momento es saber si los nuevos 
líderes podrán mantener el crecimiento al mismo ritmo que en los últimos
 años y ayudar, al mismo tiempo, al mundo a recuperarse financieramente.
La mayoría de los analistas esperan que el 
índice de expansión baje del 10% que registra anualmente a un todavía 
impresionante 6%-7%, pero alertan que es necesario que se implementen 
más reformas si China desea convertirse en una nación más rica que 
aquellos países considerados de ingreso medio.
Ese crecimiento seguramente contribuirá a crear 
la clase media más numerosa del mundo, ansiosa por acceder a las 
comodidades de un automóvil u otros lujos, sin importar el impacto 
ambiental.
Todo lo bueno tiene un límite
China ha crecido tan rápido que asusta detenerse a considerar el costo medioambiental que produce.
Es un tema que da mucho que pensar. La rápida industrialización y el 
auge de la construcción hicieron que China superara a Estados Unidos 
como el país más contaminante del planeta en 2007. Siete de las ciudades
 más contaminadas están en China y cada año mueren entre 500.000 y 
750.000 personas prematuramente por esta causa.
El daño no sólo afecta a China. La polución en 
el aire transporta elementos como mercurio y plomo más allá de las 
fronteras, incluso atravesando el océano Pacífico hasta llegar a la 
costa oeste de Estados Unidos y otros países americanos.
Los líderes chinos parecen estar dispuestos a 
limpiar parte de este exceso, pero no cabe duda de que se trata de un 
reto de enormes proporciones.
"Si observas el tamaño de la economía y su 
población, te das cuenta, sólo por estos dos factores, de lo complejo 
que puede ser", explicó Edgar Cua, del Banco Asiático de Desarrollo.
Esto significa que China será crucial para los 
próximos acuerdos sobre cambio climático, pero Pekín se ha negado a 
limitar sus emisiones de gases de efecto invernadero y ha optado por 
cortar la "intensidad de carbón" -término que se utiliza para determinar
 la cantidad de contaminación que se genera en base a la intensidad de 
una actividad específica- entre un 40 y un 45% para el año 2020.
Pero con el ritmo de crecimiento, y la 
dependencia de China en el carbón para generar el 70% de sus necesidades
 energéticas, las emisiones de gases de efecto invernadero aumentarán en
 un 60% de su nivel actual, incluso si logra reducir su factor de 
emisión del carbón.
La nueva riqueza china ha sido tachada de culpable de fomentar la 
caza furtiva de animalesen peligro de extinción para usarlos como 
afrodisíaco, decoración o tomarlos con la sopa.
Miles de elefantes africanos son asesinados cada
 año por su marfil, un trofeo para los cuchillos cazadores chinos, y el 
gobierno chino ha recibido críticas por no fijar una política respecto 
del comercio de marfil.
El problema radica en que las reformas económicas que han sacado a 
cientos de millones de la pobreza han creado también consumidores 
voraces.
El consumo de cerdo grafica bastante bien este 
impacto. China consume hoy cinco veces más cerdo que en 1979 y es el 
hogar de 460 millones de cerdos, la mitad del total mundial.
El problema es que alimentarlos es prácticamente
 imposible, dada la falta de terrenos. Así que los agricultores han 
resuelto importar un 60% de las exportaciones mundiales de poroto de 
soya, presionando el alza de los precios para todos los demás y 
aumentando los temores respecto del impacto ambiental de la industria.
A futuro se prevé que estas presiones se 
intensificarán, dado que China alimentará al 21% de la población mundial
 con sólo el 9% de su territorio cultivado. Algunos expertos creen que 
todos tendremos que acostumbrarnos a un alza en los precios de la comida
 y a que los granjeros chinos compren cada vez más terrenos en el 
extranjero.
La riqueza que se ha creado en China ha repercutido alrededor del mundo.
La demanda interna ha producido que el valor del cobre haya alcanzado
 precios históricos por la necesidades de cables en el crecimiento de 
las ciudades e infraestructura. Asimismo ha reimpulsado la venta de 
marcas de lujo como Louis Vuitton y Hermes, cuyos productos son objetos 
del deseo en la reciente obsesión por el estatus y la cultura de los 
regalos. China también está importando y consumiendo más vino Bordeaux 
que Alemania.
Pero tal vez el impacto más espectacular, que 
muchos consideran una burbuja, se está produciendo en el arte chino. 
Tres de las 10 pinturas más caras que se vendieron en 2011 fueron de 
artistas chinos, incluyendo la más cara, una obra de US$57,2 millones de
 Qi Baishi.
Es posible que en la próxima fase de crecimiento
 los gigantes industriales de China comiencen a mirar hacia otros 
mercados y nuevos conocimientos.
De ser así, habrá elementos que inviten a la 
controversia a raíz de que la mayoría de estas empresas están 
controladas por el Partido Comunista y es posible que en áreas como las 
telecomunicaciones y energía, las compañías que dominan los mercados en 
Occidente tengan algo que decir.