NUEVA YORK.- Con una Ucrania necesitada de munición, hombres y fortificaciones, una
Rusia envalentonada y un Donald Trump en plena ofensiva electoral, los
países europeos lanzan cada día señales de alarma. Rusia y la OTAN
podrían entrar en guerra, han advertido Francia, España,
Reino Unido, Dinamarca y los otros gobiernos. Si alguien está tentado
de pensar aquello de que Rusia no se atrevería con la OTAN porque ni
siquiera ha podido conquistar Ucrania, debería revisar el mapa de
Europa. Particularmente, la región báltica. Más particularmente aún, el
Corredor de Suwalki y el enclave ruso colocado a tiro de ballesta de los centros neurálgicos europeos, advierte El Confidencial. El Corredor de Suwalki es la franja de tierra de casi 100 kilómetros que divide Lituania y Polonia y que, a su vez, une Bielorrusia
con el óblast de Kaliningrado. Una región portuaria del Mar Báltico que
las tropas soviéticas se anexionaron como parte del botín de la Segunda
Guerra Mundial, y que Rusia conserva hasta hoy.
El carácter estratégico de Kaliningrado, conocida hasta 1946 como Königsberg, la región prusiana que regaló a la filosofía las figuras de Immanuel Kant,
Ernest Theodor Amadeus Hoffmann y Hannah Arendt, resulta obvio.
Kaliningrado acoge uno de los tres puertos de aguas calientes (operativo
todo el año) que tiene Rusia y es la única sede marina de los rusos en
el Mar Báltico. Uno de los radares rusos más modernos, el Voronezh, capaz de detectar misiles en un rango de 6.000 kilómetros.
A medida que subían las tensiones bélicas en 2021, Moscú decidió reforzar sus efectivos en Kaliningrado con más tropas,
cohetes con capacidad nuclear, barcos de guerra, aviones de combate,
lanzamisiles móviles y otros tipos de armamento.
En mayo de 2022,
Kaliningrado hizo un simulacro de ataque nuclear, con misiles
Iskander-M, contra diferentes objetivos occidentales, como aeródromos,
bases militares y depósitos de armamento. Pocos días antes de estas
maniobras, Putin había amenazado de nuevo a las naciones de Occidente
con "ataques de represalia rápidos como un relámpago", si se metían en la guerra de Ucrania.
Otra de las bazas de Kaliningrado es su arsenal de A2/AD, que, en terminología militar y por sus siglas en inglés, significa "antiacceso/Denegación del área":
en el caso de las tropas rusas en Kaliningrado, una combinación misiles
tierra-aire S-400 Triumf, aviones de combate Su-24 y Su-27, submarinos y
decenas de miles de minas navales podrían cortar el acceso al Mar
Báltico o tener un "impacto severo" en sus rutas energéticas y
comerciales, como explica el Foreign Policy Research Institute.
El hecho de que los rusos también han tomado el control militar de Bielorrusia, al otro lado del Corredor de Suwalki,
elevan sus capacidades para anexionarse potencialmente este pequeño
pero estratégica frontera, que dejaría a las repúblicas bálticas
emparedadas entre Rusia y el Mar Báltico, aisladas del continente.
Aunque la proyección de la OTAN en la región, por otra parte, también ha aumentado.
"El acceso de Finlandia y Suecia a la OTAN
ha mejorado la posición estratégica en la alianza en la región báltica
muy considerablemente", dice Ian Bond, vicedirector del Centre for
European Reform (CER) y antiguo embajador británico en Letonia.
"Antes,
la única manera que tenía la OTAN de reforzar a los Estados bálticos era
a través del Corredor de Suwalki. Ahora también pueden reforzar el flanco oriental desde Suecia y Finlandia. Y Finlandia, claro, tiene una frontera muy larga con Rusia, lo cual también complica la planificación estratégica de Rusia".
Aun así, Bond reconoce la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran Estonia, Letonia y Lituania,
tres repúblicas que, juntas, suman menos población que la Comunidad de
Madrid: seis millones de habitantes.
"Sus fuerzas militares son más bien
pequeñas, ya que son países con pequeñas poblaciones que no serían
capaces de montar una defensa a largo plazo o muy efectiva, en el caso
de que sean atacados de manera convencional. Necesitarían mucho apoyo de
sus aliados. Ahora mismo hay unos 1.000 soldados británicos en Estonia;
una fuerza similar de canadienses en Letonia, y una fuerza liderada por Alemania, algo más grande, en Lituania. 1.000 personas pueden hacer algo, pero no pueden defenderse contra todo un ejército".
El primer efecto de la anexión del Corredor de Suwalki sería precisamente ese: evitar que las tropas de la OTAN acudiesen en auxilio de los bálticos. La artillería rusa, desde Bielorrusia y Kaliningrado, tendría rango de sobra para golpear cualquier punto de esta franja de tierra con potencia devastadora.
Este escenario ha sido imaginado muchas veces por los planificadores europeos.
El pasado enero, el diario alemán Bild filtró un documento del Ministerio de
Defensa alemán en el que se detallaba cómo sería una posible guerra
entre Rusia y la OTAN. El campo de batalla estaba clarísimo; el Corredor de Suwalki.
El escenario bélico Defensa de la Alianza 2025
contempla una escalada de los acontecimientos similar a la que
antecedió a la invasión a gran escala de Ucrania: Rusia moviliza más
tropas, recurre a acciones híbridas como ciberataques y campañas de
agitación en las poblaciones rusófonas de los países bálticos, y lanza
maniobras a gran escala cerca de su frontera occidental.
El alarmismo en
el que caería la OTAN sería retratado por Rusia como una actitud
bélica, y Moscú acabaría posicionándose para conquistar el Corredor. La OTAN movilizaría 300.000 tropas y ahí se acabaría este ejercicio de imaginación, a las puertas de una guerra mundial.
Preguntado por este escenario proyectado por los militares alemanes,
Ian Bond recalca que el deber de las fuerzas armadas de un país es
prepararse para distintos escenarios potenciales, incluido el peor de
los escenarios posibles. Lo cual no significa que estos escenarios se vayan a materializar. Una planificación no es lo mismo que una predicción o un vaticinio.
La filtración a Bild de
los juegos de guerra en la región báltica se ha interpretado, también,
como una filtración intencional. Una manera que tendría Berlín de
decirle a Rusia que Europa no bajará la guardia. Después, los alemanes
anunciaron maniobras en Lituania y Polonia: los países que flanquean el dichoso Corredor.
En este sentido, el 20 de marzo el Institute for the Study of War (ISW)
declaró "varios indicadores financieros, económicos y militares
sugieren que Rusia se está preparando para un conflicto convencional a
gran escala con la OTAN, no inminente, pero probablemente en un plazo
más corto del estimado por algunos analistas occidentales".
Además,
Vladímir Putin declaró la necesidad de cultivar unas élites que hayan
"madurado en el frente", en sustitución de la casta oligárquica que se
ha dedicado fundamentalmente a "llenarse sus bolsillos".
Una indicación
retórica que, sumada a la economía bélica, indica la intención rusa de apostar por el conflicto, de preparar al país para una confrontación larga y amplia que vaya más allá de Ucrania.
La pregunta es si los líderes de la OTAN, más allá de sus advertencias y de sus llamadas a desarrollar una escueta y especializada industria militar, estarían a la altura.
"Creo que el factor de mayor riesgo es la debilidad de la OTAN", dice Ian Bond en referencia al escaso gasto militar, las divisiones internas con gobiernos como el del escéptico Viktor Orbán,
en Hungría, y la incertidumbre de las elecciones en Estados Unidos.
"Durante años hemos visto que nada provoca tanto a Vladímir Putin como la debilidad de sus potenciales oponentes. Y me parece que, cuanto más fuerte sea la OTAN, menos posibilidades habrá de una guerra entre la OTAN y Rusia".