BRUSELAS.- Las elecciones europeas están llamadas a ser el gran salto adelante
para las formaciones ultraderechistas en la Unión Europea, con
previsibles victorias en potencias como Francia e Italia, pero la
etiqueta general esconde diferencias entre distintos partidos que se
plasman también a la hora de conformar las familias dentro de la
Eurocámara, con alianzas que han saltado por los aires en plena campaña.
A día de hoy, los grupos ultraderechistas están repartidos en dos
grandes grupos dentro del Parlamento Europeo, con marcadas diferencias
en cuestiones clave como la invasión rusa sobre Ucrania y otras
discrepancias menos visibles en temas de derechos sociales o economía.
Conservadores y Reformistas (ECR), la familia liderada en su día por los
'tories' británicos a la que pertenece Vox, tiene como principal
bandera a los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni.
De él forma parte también el Partido Democrático Cívico del primer
ministro checo, Petr Fiala, y el polaco Ley y Justicia (PiS), que en
2023 se vio obligado a dejar el poder en favor del europeísta Donald
Tusk. Les acompañan, entre otros, las principales formaciones
ultraderechistas de Suecia y Finlandia o los nacionalistas flamencos de
la N-VA, apoyo clave de Carles Puigdemont en Bélgica.
A
Conservadores y Reformistas quiere adscribirse también el movimiento
Reconquista lanzado por el francés Éric Zemmour, mientras que Agrupación
Nacional, la formación de la que forma parte la excandidata
presidencial gala Marine Le Pen y favorita en Francia, se integra en
Identidad y Democracia (ID).
A esta segunda familia pertenecen
la Liga de Matteo Salvini o el Partido por la Libertad del neerlandés
Geert Wilders, que encara estos comicios con el aval de la victoria en
las últimas elecciones generales en Países Bajos y con un acuerdo de
Gobierno bajo el brazo. Aspira a entrar, además, el portugués Chega.
Sin embargo, este grupo se ha visto sacudido por la reciente ruptura
con Alternativa para Alemania (AfD), expulsada de manera abrupta después
de que su cabeza de lista, Maximilian Krah, opinara que no se puede
considerar "automáticamente" que todos en las SS de la Alemania nazi
eran criminales.
Está por ver hasta qué punto se mantendrán
estos desencuentros después de la votación, como apunta el investigador
del CIDOB Héctor Sánchez Margalef . "Una
cosa es lo que se dice en campaña y otra lo que suceda cuando se
reconfigure el Parlamento Europeo", explica, incidiendo en que formar
parte de un gran grupo es clave para recibir fondos y tener voz.
En este sentido, señala que líderes como Le Pen se sienten obligados
de alguna manera a "alejarse" de declaraciones como la de Krah,
especialmente en el caso de la dirigente francesa, que quiere
"presentarse como presidenciable" y no perder opciones electorales a
nivel interno.
Una de las grandes
incógnitas sigue siendo Fidesz, el partido de Viktor Orbán, que tras
romper con el Partido Popular Europeo (PPE) al albor de su deriva
populista se ha esforzado en estos años por negociar un nuevo ámbito
político ultraconservador que pueda servir de contrapeso a la derecha
clásica.
Las desventajas de no adscribirse a ningún grupo le
obligarán en principio a buscar acomodo tras el 9 de junio, y las
apuestas le sitúan en las filas de ECR. Es "lo que tiene sentido", según
Sánchez Margalef, que descarta una reconciliación de Orbán con un PPE
al que no ha dudado en criticar por alejarse supuestamente de valores
conservadores.
En contra de Orbán juega que no ha terminado de
romper lazos con el presidente ruso, Vladimir Putin, lo que teóricamente
le aleja de las posiciones de los grupos del ECR que sí se han mostrado
más afines a las tesis de Kiev y fomentado el envío de armas a las
fuerzas ucranianas.
Históricamente, las
grandes negociaciones postelectorales en la Unión Europea las han
liderado los bloques popular, socialdemócrata y --en menor medida--
liberal, pero el creciente peso de la ultraderecha ha asomado ciertas
grietas que derivan de la ruptura de tabúes en el ámbito nacional de
parte de los Veintisiete.
En una nota común, desde los
liberales hasta La Izquierda, pasando por los socialdemócratas, pidieron
el 8 de mayo mantener el cordón sanitario a la ultraderecha, en aras de
defender valores como "el pluralismo, la no discriminación, la
tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y
mujeres".
"Nunca cooperaremos para formar una coalición con la
extrema derecha y con partidos radicales", sentenciaron, en un mensaje
dirigido a otros "partidos democráticos europeos" y que ponía el foco
sobre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen,
aspirante a la reelección como candidata del PPE.
Von der Leyen
se ha mostrado menos tajante en los debates entre los candidatos a
encabezar el Ejecutivo comunitario y ha marcado como línea roja no
negociar con "los amigos de Putin", sin señalar directamente a ningún
bloque pero con una mano tendida hacia Meloni, ya que, según sus propias
palabras, ambas trabajan "muy bien" juntas.
El investigador
del CIDOB considera que el "blanqueamiento" de los partidos de ECR no es
nuevo, ya que ha avanzado "en la misma medida en que el cordón
sanitario se ha ido resquebrajando" dentro de los Estados miembro. De
hecho, el líder del PPE, Manfred Weber, ya había abogado por trabajar
con Meloni tras los comicios italianos de 2022.
Von der Leyen
"se resistió" entonces, pero Sánchez Margalef da por hecho que si aspira
a un segundo mandato necesitará "cortejar" a la líder de Hermanos de
Italia, porque "su peso cuenta". De hecho, la futura Comisión tendrá
previsiblemente entre sus gabinetes a varios miembros procedentes de la
familia ECR, entre los que figuraría el comisario italiano.
El
manifiesto contra la ultraderecha se ha vuelto también indirectamente en
contra de los liberales, obligados a explicar ahora cómo uno de sus
miembros, el VVD de Mark Rutte, es un sostén clave para el nuevo
Gobierno de Países Bajos, comandado por el Partido de la Libertad de
Wilders.
Lo cierto es que el muro
que separa a partidos históricamente apartados de otros con posiciones
más centristas no es tan alto como lo era en 1999, cuando la entrada del
Partido de la Libertad en el Gobierno de Austria llevó a la suspensión
de los contactos bilaterales entre Bruselas y Viena.
En Francia
y en Alemania, sí se ha mantenido el cordón sanitario, mientras que en
España los acuerdos entre PP y Vox se han generalizado en el ámbito
autonómico y local. A nivel nacional, la ultraderecha forma parte del
Gobierno de Finlandia y es líder de la coalición en Italia, donde Forza
Italia --miembro del PPE-- es un socio menor de Meloni.
Sí
parece claro que la 'gran coalición' entre populares y socialdemócratas
perderá fuerza. Según un estudio del Consejo Europeo sobre Relaciones
Exteriores (ECFR), pasará el 45 al 42 por ciento dentro de la
Eurocámara, ampliable al 54 por ciento si se incluye a liberales --seis
puntos menos que en la legislatura saliente--.
Según este
pronóstico, elaborado a partir de encuestas publicadas a nivel nacional y
previo a posibles reconfiguraciones, los partidos populistas
antieuropeos serán primera fuerza en nueve países (Austria, Bélgica,
República Checa, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y
Eslovaquia) y quedarán segundos o terceros en otros nueve (Bulgaria,
Estonia, Finlandia, Alemania, Letonia, Portugal, Rumanía, España y
Suecia).
ID aspira a convertirse en el tercer grupo con más
eurodiputados si logra pasar de los 40 escaños actuales a los 98 que le
otorga el citado 'think-tank', mientras que ECR también sube, hasta los
85, con una potencial ganancia de 18 representantes.