«Los australianos han elegido un gobierno laborista mayoritario»,
dijo eufórico y emocionado Albanese durante un discurso de victoria
desde Marrickville, al oeste de Sídney, uno de los feudos de su partido,
cuando el recuento no llegaba ni al 50 por ciento.
Con más del 60 por ciento del voto escrutado, el Partido Laborista se
ha asegurado 71 escaños mientras que la coalición conservadora
Liberal-Nacional obtiene 23 de una Cámara de Representantes de 150.
Según la proyección de la cadena pública ABC, los laboristas de
Albanese obtendrían 86 escaños, muy por encima de la mayoría absoluta de
76 y de los 77 con los que contaba ahora, mientras que la coalición
Liberal-Nacional se quedaría en 41, muy lejos de sus expectativas y de
los actuales 58.
El propio líder de la coalición conservadora, el veterano político
Peter Dutton, ha perdido su escaño en la circunscripción de Dickson, el
estado de Queensland, que ocupaba desde 2001.
La victoria de los laboristas supera la pequeña ventaja que le daban
las últimas encuestas, que hacían prever un Gobierno de colación o en
minoría.
Los resultados alejan la idea de que los australianos, principalmente
los más jóvenes, iban a castigar al bipartidismo, por lo que los
partidos pequeños podrían ser determinantes en la formación del
Gobierno.
En este sentido, los Verdes habrían perdido los cuatro escaños que consiguieron en los anteriores comicios.
En una noche histórica para los laboristas, Albanese se ha dirigido a
sus eufóricas bases y a la nación para celebrar la victoria y hacer
hincapié en las políticas sociales en las que ha basado su campaña, muy
marcada por el alto coste de la vida en el país oceánico.
El primer ministro, de 62 años, aseguró que ha ganado el partido de
todos los australianos «que quieren un trabajo justo, una remuneración
justa por su trabajo y el derecho a desconectar cuando termine de
trabajar» y el de todos aquellos que merecen «la seguridad de un techo
sobre su cabeza o sueñen con tener su propia casa».
Albanese, que ha hecho historia al convertirse en el primer líder
laborista en ser reelegido en 21 años, ofreció descuentos en facturas de
electricidad, reducción de impuestos y medidas más sólidas que las de
la oposición sobre uno de los mayores problemas del país que inquieta a
los votantes jóvenes, el precio desorbitado de la vivienda.
Otro de los factores que dominó la campaña y los últimos meses de su Gobierno es la guerra comercial.
El mandatario, con un reconocido talante negociador, se comprometió a
viajar a Estados Unidos como primer destino extranjero si lograba
retener el poder, con el objetivo de negociar los aranceles impuestos
por el presidente estadounidense, Donald Trump.
Además del 10 % base a las importaciones de cualquier país en vigor
desde el 5 de abril, Australia también se ha visto impactada por los
gravámenes del 25 % al acero y aluminio, a pesar de que la nación
norteamericana tiene un superávit en su comercio bilateral con el país
austral.
Todos los analistas aseguran que es difícil imaginar un rechazo más
rotundo a la coalición Liberal-Nacional de Peter Dutton que el que se ha
producido esta noche, con una sangría de votos en todo el país.
La alargada sombra de Trump ha estado siempre presente en la campaña electoral de Dutton.
La estrategia del opositor, con numerosos guiños que emulaban las
políticas del presidente estadounidense, parecía funcionar y le permitía
liderar con ventaja las encuestas hasta finales de 2024.
Pero la impredecible política arancelaria de Washington tras la
llegada de Trump a la Casa Blanca y algunos «errores» reconocidos
durante la campaña lastraron las posibilidades de Dutton.
La participación en los comicios de este sábado se situó por encima
del 98 % de los 18 millones de votantes registrados mayores de 18 años,
en un país donde el voto es obligatorio y no hacerlo supone una multa de
20 dólares australianos (unos 13 dólares estadounidenses o 12 euros).