SEÚL.- Corea del Norte y Corea del Sur cumplen este miércoles 75 años desde
el inicio de su gran guerra inacabada: un conflicto que dividió una
nación y que sigue sin resolverse a día de hoy, a la espera de que las
partes lleguen finalmente a un acuerdo para firmar un tratado de paz que
sirva de broche final a la contienda.
Corea del Norte ha celebrado diversos eventos y manifestaciones para
incitar al sentimiento antiestadounidense y prometer represalias, con
motivo del 75º aniversario del estallido de la Guerra de Corea de
1950-1953, informó, este miércoles, la Agencia Central de Noticias de
Corea del Norte (KCNA, según sus siglas en inglés).
El medio de comunicación estatal dijo que estudiantes, obreras y
miembros de la mayor organización femenina del país se reunieron en Pyongyang, jurando vengarse de Estados Unidos por lo que
describieron como atrocidades cometidas durante la Guerra de Corea.
Durante el acto se proyectó un vídeo que mostraba "crímenes
abominables" atribuidos a las fuerzas estadounidenses, y los jóvenes
participantes advirtieron que están renovando con firmeza su juramento
de "vengarse de los invasores imperialistas estadounidenses".
En Corea del Norte, el 25 de junio -el día en que estalló la Guerra
de Corea, en 1950- se conmemora como el Día de la Lucha contra el
Imperialismo Estadounidense, con concentraciones masivas celebradas
durante todo el mes, a fin de reafirmar e incitar el sentimiento
antiestadounidense.
Este mismo día, trabajadores agrícolas y miembros de una asociación
campesina realizaron un acto similar en la localidad costera de Susan,
mientras que en la capital se llevó a cabo una exposición de obras de
arte que denunciaba los abusos cometidos por parte de EE. UU. y Japón.
El Rodong Sinmun, el diario más leído del país, azuzó el sentimiento
antiestadounidense con la publicación de un artículo en el que acusaba a
Washington y sus aliados de albergar intenciones de derrocar al régimen
norcoreano.
Al respecto, afirmó que EE. UU. y sus países socios están "desafiando
los esfuerzos justos" del pueblo norcoreano para construir una patria
próspera, por medio de "maniobras bélicas temerarias y frenéticas" en el
cielo, la tierra y el mar.
El diario advirtió que detener los esfuerzos del país para fortalecer
su poder podría conducir a una repetición de la Guerra de Corea.
Corea del Norte había suspendido sus concentraciones públicas
antiestadounidenses de junio, entre 2018 y 2021, mientras el presidente
del Comité de Asuntos de Estado, Kim Jong-un, participaba en cumbres con
el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pero las
reanudó al año siguiente, tras el fracaso de las negociaciones.
Con un alto el fuego que
deriva del armisticio pactado en 1953, las partes mantienen desde
entonces una especie de tregua técnica que les ha llevado a convivir
durante más de siete décadas en un vaivén de acusaciones, tensiones y
desafíos, que aumentan o disminuyen a expensas de los cambios
geopolíticos.
La división de la península de Corea se remonta a
1945, cuando Estados Unidos y la antigua Unión Soviética hicieron uso
del paralelo 38 como línea para repartirse el poder. Los dos países
esperaban distribuirse el territorio y la influencia en la zona, pero la
guerra se desató tan solo cinco años después.
En junio de 1950
las tropas norcoreanas invadieron Corea del Sur en el arranque de un
conflicto bélico que implicó a más de una veintena de países y que
supuso el despliegue de casi dos millones de efectivos.
La Unión
Soviética y China dieron su apoyo a Pyongyang, mientras que Seúl contó
con el respaldo de un Estados Unidos que sigue actuando como principal
aliado de Corea del Sur a día de hoy.
Las largas negociaciones de
paz que comenzaron tres años después propiciaron la firma de un
armisticio que contó con el apoyo de Estados Unidos y en el cual se
estableció de nuevo como referencia el paralelo 38, que sigue sirviendo
de frontera ‘de facto’ entre los dos países a pesar de las tensiones.
No
fue hasta 2018, casi siete décadas después, que el entonces presidente
surcoreano, Moon Jae In, y el líder norcoreano, Kim Jong Un, propusieron
finalmente firmar la paz, si bien con un tema irrenunciable como
cuestión de fondo: la desnuclearización de la península de Corea.
Las
partes vieron factible avanzar en este sentido, poner fin a la carrera
armamentística de Corea del Norte y reducir la influencia norteamericana
en la zona, así como el despliegue continuo de sus fuerzas y la puesta
en marcha de maniobras militares.
A
pesar de estos conatos de acercamiento, las dos Coreas siguen sin
lograr un acuerdo que satisfaga verdaderamente a ambas partes, lo que ha
perpetuado un clima de profundas diferencias ideológicas y políticas,
así como una sistemática desconfianza.
La zona desmilitarizada
(DMZ) que separa ambos territorios sigue constituyendo una de las
fronteras más militarizadas del mundo, y los incidentes en esta área,
que parecen haber disminuido recientemente, provocan un aumento de la
tensión y hacen temer una nueva guerra.
La oficina de enlace que
Kim y Moon pactaron crear en 2018 para intercambiar comunicaciones
constantes saltó por los aires dos años después, cuando Corea del Norte
dijo estar harto de las supuestas provocaciones llegadas desde el otro
lado de la frontera, en particular del envío de propaganda por parte de
grupos desertores.
El mayor impulso al diálogo se desintegró
durante la cumbre de Hanói de 2019, que terminó sin un acuerdo entre Kim
y Trump al no aceptar este último el desarme parcial que proponía
Pyongyang. Posteriormente, la llegada a la Presidencia del destituido
Yoon Suk Yeol propició una política de mano dura con el norte.
Sin
embargo, tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la llegada
de Lee Jae Myung a la Presidencia surcoreana a principios de junio, son
muchos los que esperan que las partes vuelvan a poner sobre la mesa la
posibilidad de acabar con el conflicto.
Victor D. Cha, politólogo y
presidente del Departamento de Política Exterior del Centro de Estudios
Estratégicos e Internacionales de la Universidad de Georgetown, ha
explicado recientemente que la economía es ahora la principal prioridad
del Gobierno surcoreano dada su “completa orientación a las
exportaciones”.
“Corea del Sur está muy orientada a las
exportaciones y uno de los mercados principales es Estados Unidos, por
lo que las políticas arancelarias del presidente estadounidense podrían
provocar cambios a nivel interno, ha manifestado Cha durante un evento
organizado por el CIDOB, Casa Asia y Ático de los Libros.
“Si a
esto le sumamos las preocupaciones por China, que obstaculiza el acceso a
minerales para la fabricación de tecnología, Corea del Sur está en una
situación de riesgo tanto en relación con Estados Unidos como con
China”, ha sostenido.
Así, la llegada de Lee a la Presidencia
permite poner a prueba la excepcionalidad de las relaciones entre Corea
del Sur y Estados Unidos en pleno aumento de las tensiones y ante
posibles cambios en las dinámicas relacionales entre Washington y sus
socios tradicionales.
Esto podría provocar una reducción de las
tensiones con Corea del Norte, a pesar de que la posibilidad de contar
con armas nucleares vuelve a colmar el debate público.
“Hay temas
concretos de Estados Unidos que al final se vinculan mucho con la
excepcionalidad que tiene Corea con Washington por el acuerdo de
seguridad”, ha explicado Inés Arco, investigadora del CIDOB
especializada en Asia Oriental y política china.
Según ha matizado, aunque hay un sesgo en la
política surcoreana sobre “cómo gestionar los asuntos de Corea del
Norte”, el tema ha ganado ahora notoriedad dado que Trump ha “vuelto a
dar señales de querer reunirse de nuevo con Kim”, que mantiene su
postura y busca presionar a Seúl y Washington para lograr concesiones y
un levantamiento de las sanciones.
No obstante, Arco ha alertado
de que los “mensajes dispares” de la Administración Trump “pueden llegar
a repercutir sobre el debate a nivel interno en torno a cuestiones como
la defensa”.
“Por eso el debate sobre las armas nucleares alcanzó su
pico después de que Trump saliera elegido”, ha afirmado.
Es
precisamente esta aparente duda sobre la persistencia del contingente
estadounidense desplegado en territorio surcoreano la que ha generado
que gran parte de la población del país asiático abogue por desarrollar
armas nucleares para hacer frente a la amenaza de Corea del Norte –una
idea que estuvo a punto de materializarse en los años 70–.
Aunque
Seúl carece de este tipo de armamento, se encuentra bajo la protección
del “paraguas nuclear” de Estados Unidos, lo que implica que el país
norteamericano se ha comprometido a hacer uso de su arsenal en caso de
ataque nuclear o amenaza militar.
Esta dependencia, además del
incremento de los ensayos balísticos y nucleares por parte de Corea del
Norte y su reciente acercamiento militar con Rusia, es lo que ha
provocado un mayor apoyo por parte de la población al desarrollo de este
tipo de armamento –una medida que Lee parece descartar de momento–.
En
caso de agresión, muchos temen por sus familiares y allegados, a los
que llevan años sin ver. La guerra de Corea, que agudizó la división
entre dos países, sigue afectando a miles de familias, algunas de las
cuales solo han podido reencontrarse décadas después gracias a las
reunificaciones iniciadas en el año 2000.
A día de hoy, ambos
países siguen reclamado la soberanía de toda la península, y en sendas
constituciones se consideran independientemente el único gobierno
legítimo de toda Corea, lo que dificulta el reconocimiento mutuo y deja
en el aire la posibilidad de poner fin de verdad a este conflicto.