EL CAIRO.- El líder del grupo Hizbulá, Hasán Nasrala, habría muerto el viernes
según el Estado judío bajo las bombas israelíes en Beirut, cumpliendo
apararentemente un destino que siempre estuvo presente en su vida y que
había podido esquivar durante los más de 30 años en los que fue el
máximo responsable de la formación política y militar del movimiento
chií libanés, que habría quedado decapitado.
Israel afirmó este sábado que su némesis cayó bajo una oleada de
bombardeos sobre uno de los cuarteles de Hizbulá en su feudo de el
Dahye, en la periferia meridional de Beirut.
La muerte habría llegado después de una semana de ataques masivos
sobre el grupo desatados por el gobierno de Benjamín Netanyahu, que ya
causaron la muerte de varios altos mandos del partido y milicia armada
aliada de Irán, así como la muerte de decenas de civiles libaneses.
Su ausencia abriría un escenario impredecible sobre el futuro del grupo.
Tras hacer explotar miles de aparatos de comunicación en manos de
integrantes del grupo, lanzar cuatro ataques selectivos contra sus
comandantes en el Dahye, y devastar por aire los principales bastiones
del grupo en el país, Israel aparentemente encontró lo que buscaba.
El viernes por la tarde bombardeó Dahye con Nasrala como objetivo específico.
Nasrala tomó las riendas del movimiento chií en 1992 después de que
su predecesor, Abbás al Musawi, muriera en el ataque de un helicóptero
israelí en el sur del Líbano.
Desde siempre fue muy consciente de que como responsable último de
Hizbulá era un enemigo declarado de Israel. Desde 2006 vivía en
ubicaciones secretas.
Desde esa fecha, solo apareció en público en un puñado de ocasiones,
la última de ellas hace una decena de años. Pese al conflicto creciente,
sus apariciones fueron solo televisadas desde lugares desconocidos.
"No he utilizado teléfonos móviles ni fijos en años por motivos de
seguridad e incluso si quisiera hacerlo, no me lo permitirían",
reconoció el pasado mayo, al disculparse por no poder recibir
condolencias o asistir al funeral de su madre, donde se emitieron sus
palabras grabadas.
Su oratoria y carisma, reconocido en el mundo árabe, eran dos de sus bazas principales, tan renombradas como su cautela.
Nació en 1960 en una familia modesta de los suburbios orientales de Beirut y desde la escuela mostró un gran fervor religioso.
Seguidor del imán Musa Sadr, líder de la comunidad chií libanesa
posteriormente desaparecido en extrañas circunstancias, Nasrala se sumó
de adolescente al movimiento político chií Amal y participó en algunas
de sus protestas.
Rondando ya la mayoría de edad, viajó a la ciudad iraquí de Nayaf,
cuna del pensamiento teológico chií, donde fue instruido por algunos de
los clérigos que acompañaron al ayatolá Ruholá Jomeini en la Revolución
Islámica iraní.
A su regreso al Líbano, estudió bajo la supervisión de quien sería su predecesor al frente de Hizbulá, Abbas Musawi.
En 1982 fue uno de los creadores de Hizbulá, "el Partido de Dios" y
desde el inicio formó parte de su órgano de dirección, el "Consejo de
los Siete".
Nasrala se destacó como uno de los líderes de la corriente
reformista, que buscaba incorporar al grupo, clandestino, en la vida
política libanesa.
Su ascendencia fue tal que fue nombrado secretario general del grupo
unas horas después de que Israel acabara con la vida de su predecesor.
Contaba entonces con 32 años.
Nasrala sacó a Hizbulá de la clandestinidad y lo convirtió en un
partido político, con una proyección más allá de ser una simple milicia o una cofradía religiosa.
En 1992 se presentó a sus primeras elecciones y ganó doce escaños en el Parlamento libanés.
Como secretario del grupo, estrecho aliado de Irán, Nasrala cosechó
gran respeto en el mundo árabe, particularmente después de que su
postura beligerante e intransigente ayudara a que Israel abandonara el
Líbano tras 18 años de ocupación.
En años posteriores mantuvo su postura, que terminó derivando en el
conflicto de 2006 en la que durante cinco semanas Hizbulá e Israel
intercambiaron golpes una guerra "particular" que afectó a gran parte
del Líbano.
En lugar de desarmarse y retirarse de la fronera sur de Líbano, tal
como estipulaba el acuerdo de paz de 2006, Hizbulá se rearmó
fuertemente, obtuvo armas de larga distancia y mantuvo su hostigamiento
hacia Israel, que respondió ferozmente.
Durante todo este tiempo Hizbulá se consolidó como un Estado dentro
del Estado libanés, con feudos inexpugnables y una poderosa fuerza
militar.
Hizbulá entró en la guerra de Gaza en 2023 para dar apoyo a sus
aliados de Hamás y para desestabilizar el flanco norte de Israel.
La brutalidad de la respuesta israelí, que se hizo esperar casi un
año y que se ha llevado solo menos de una semana más de 700 vidas,
parece haber sido esta vez demasiado para el escurridizo clérigo.