Imágenes de refugiados sirios 
atrapados en las fronteras y en estaciones de tren, sin mencionar la 
desgarradora imagen del niño de tres años, Alan Kurdi, muerto en una 
playa turca, han provocado un clamor para que se haga más por ayudar a 
los que huyen de la guerra.
El enfado se ha centrado, en 
particular, sobre los estados árabes del Consejo de Cooperación del 
Golfo (Arabia Saudita, Bahrain, Kuwait, Qatar, Omar y la UAE) que han 
mantenido cerradas sus puertas a los refugiados.
En medio de las críticas, es importante recordar que los estados del Golfo no se han mantenido impertérritos sin hacer nada ante los refugiados sirios.
Han hecho cosas, y la generosidad de algunos individuos ha sido, por momentos, muy importantes.
Las
 recaudaciones caritativas individuales han alcanzado los cientos de 
miles de dólares, y cuando les preguntaron a los trabajadores de 
empresas nacionales (por ejemplo, Qatar Petroleum) si querían separar parte de su sueldo cada mes para los refugiados, muchos lo hicieron.
Los
 estados del Golfo han proporcionado un total de US$900 millones a 
través de organizaciones caritativas y donaciones individuales.
Sin
 embargo, a medida que ha avanzado la guerra en Siria, proporcionar 
recursos a los refugiados que viven en campos se ha convertido en una 
acción inadecuada.
El mundo tiene que encontrar otras soluciones para lidiar con este 
movimiento masivo de población, a medida que los sirios, cansados de la 
guerra y de languidecer en campos con pocas esperanzas de una mejora 
social o financiera, han empezado a dejar la zona de conflicto en busca de un futuro más seguro y más próspero.
En resumen, proporcionar alimentos y refugio a personas que viven en campos fue una solución para el problema de ayer.
El
 tema más urgente es buscar un lugar para vivir a cientos de miles de 
personas, y aquí es donde los estados del Golfo han empezado a tener 
dificultades para dar una respuesta.
Miedo a la inestabilidad
Mientras
 que los estados del Golfo han aceptado a algunos nacionales sirios 
(Arabia Saudita dice que ha permitido la entrada de 500.000 desde 2011),
 sobre todo como trabajadores migrantes, no ha habido una política 
explícita por parte de ninguno de estos países para acoger a refugiados 
que llegan en masa sin patrocinadores ni permisos de trabajo.
Explicar esto requiere profundizar en los miedos de los estados del Golfo en relación a la estabilidad política dentro de sus fronteras, y en cuestiones más amplias, sobre identidad cívica y la noción de qué significa ser ciudadano de un estado del Golfo.
En 2012, a medida que la guerra contra Bashar al Asad empezó a 
convertirse más claramente en una competición establecida entre los 
intereses de los sunitas del golfo árabe y los aliados de Irán, miedos 
profundos empezaron a extenderse entre los estados del Golfo de que sirios leales a Assad intentarían infiltrarse en el Golfo para vengarse.
Entonces
 comenzaron los exámenes a los viajeros sirios y se hizo más difícil 
para los sirios recibir permisos de trabajo o renovar los que ya tenían.
La
 política no ha cambiado hasta ahora, con Qatar, Arabia Saudita, y los 
Emiratos Árabes Unidos en particular, muy preocupados sobre el potencial
 de los leales a Al Asad de volver a golpear.
Los rumores han 
persistido en el Golfo durante los últimos tres años sobre detenciones 
de sospechosos de terrorismo, aunque nunca se ha hecho pública ninguna 
prueba de un complot entre seguidores de Al Asad.
Equilibrio demográfico
Además, el influjo de miles de sirios al mismo tiempo podría amenazar
 un muy delicado equilibrio demográfico necesario para que los países 
del Golfo puedan funcionar.
Por ejemplos, los ciudadanos 
de Emiratos Árabes Unidos y Qatar superan por poco el 10% de las 
poblaciones de residentes de sus respectivos países.
Sin embargo, la gran mayoría de residentes son trabajadores económicos transitorios.
Los
 extranjeros solo pueden conseguir la residencia si ellos o sus esposas 
tienen trabajos a tiempo completo –no es posible quedarse 
permanentemente en el Golfo sin permiso de trabajo- y una vez que sus 
contratos finalizan, casi todos ellos vuelven a casa.
Así es como funciona el Golfo, con una gran tasa de reemplazo de 
trabajadores con muchas y pocas cualificaciones, lo que permite a las 
poblaciones nativas del Golfo Árabe mantener su estatus dominante sin 
ser superados por árabes de otros países, o por trabajadores 
surasiáticos.
Discurso débil
Así que la idea de que miles de extranjeros lleguen, sin empleo ni una fecha de vuelta, es muy incómoda para los estados del Golfo.
No hay precedente, ni siquiera el éxodo palestino de 1948, que iguale la escala de la amenaza demográfica que suponen los refugiados sirios para la identidad del Golfo y la composición social.
Y los estados del Golfo simplemente no tienen respuesta a las preguntas que genera la crisis de refugiados sirios.
Es
 muy difícil ver cómo estos miedos sobre el cambio demográfico y las 
amenazas a la identidad cívica pueden superarse con presión pública o 
diplomacia, sobre todo de parte de los países occidentales.
El discurso público para presionar a las familias reinantes del Golfo para que cambien de dirección es escaso.
Además,
 las élites del Golfo sienten que este lío nunca hubiera sucedido si los
 países occidentales hubieran hecho algo antes para lidiar con Assad y 
su régimen. Las peticiones de los diplomáticos occidentales caerán con 
probabilidad en oídos sordos.

 
 
 
 

 
 




