PARÍS.- Los estadounidenses 
fueron llamados a prepararse para enfrentar "dos semanas muy dolorosas" 
por la expansión de la pandemia de COVID-19, que podría cobrarse hasta 
un cuarto de millón de víctimas en el país, mientras las muertes se 
disparan en los puntos críticos europeos de España, Francia y Gran 
Bretaña.
El fallecimiento de 865 personas en 24 horas llevó a que 
el total de decesos en Estados Unidos superara este martes los 3.870, 
según el recuento de la Universidad Johns Hopkins.
Estados Unidos ya superó el número de decesos oficialmente registrado en China.
Con
 esta marcada aceleración, el balance diario en ese país se acercó al 
nivel de Italia y España, mientras que el pico de la pandemia, que se 
avecina en esas dos naciones europeas, todavía no se avizora en Estados 
Unidos. 
"Quiero que todos los estadounidenses estén listos para 
los muy difíciles días que nos esperan", dijo este martes el presidente 
Donald Trump en la Casa Blanca. "Serán dos semanas muy, muy dolorosas".
Integrantes
 del equipo especial de lucha contra la pandemia montado por el gobierno
 difundieron un sombrío pronóstico de entre 100.000 y 240.000 muertes en
 Estados Unidos en los próximos meses, si se respetan las restricciones 
actuales. Si no se tomara ninguna medida, dijeron, los decesos se 
situarían entre 1,5 y 2,2 millones.
A nivel mundial, la onda expansiva sigue creciendo, con más de 41.000 muertos, según un recuento.
Desde
 el comienzo de la pandemia, en diciembre en China, el virus ha 
infectado a más de 830.000 personas a lo largo del planeta, más de la 
mitad de ellas en Europa, y más de 188.000 en Estados Unidos y más de 
108.000 en Asia. 
En Estados Unidos más de tres cuartas partes de la población vive confinada, de manera más o menos estricta según los estados.
Nueva
 York inició una carrera contrarreloj para aumentar la capacidad de sus 
hospitales antes del pico de la epidemia, esperado "de aquí a entre 
siete y 21 días", según el gobernador del estado, Andrew Cuomo.
En Manhattan se levantaron hospitales provisorios en un 
centro de conferencias y en pleno Central Park, en tanto se proyecta 
otro en el centro deportivo de Flushing Meadows.
"Es como una zona de guerra", dijo Donald Trump.  
"No
 estamos en guerra. Los marineros no necesitan morir", dijo sin embargo 
el capitán del navío Brett Crozier, en una carta para pedir el 
desembarco del portaaviones Theodore Roosevelt, amarrado en la isla de 
Guam y golpeado por la epidemia, solicitud que el Pentágono rechazó.
En
 Wuhan, la ciudad en la que se originó la pandemia, las medidas de 
confinamiento están siendo progresivamente levantadas, y los primeros 
pasos al aire libre de sus habitantes son para homenajear a los muertos.
 
La cantidad de cremaciones y urnas funerarias hace pensar a 
numerosos expertos que el total de fallecidos en China ha sido 
ampliamente subevaluado. 
En otros países se espera
 con ansiedad el pico de la enfermedad, a partir del cual comenzará un 
proceso de reversión de la actual saturación de los servicios de salud.
En
 Italia, el país con mayor número de decesos (más de 12.400 en poco más 
de un mes), el confinamiento comienza a producir resultados alentadores,
 luego de tres semanas de tragedias continuas.
Sin embargo, la península lamentó 837 nuevos 
fallecimientos en 24 horas. Un minuto de silencio fue observado en todas
 las alcaldías del país "en recuerdo a las víctimas del coronavirus" y 
en honor de los profesionales de la salud. 
España, el segundo 
país en número de muertes (8.189), teme que las unidades de cuidados 
intensivos, que ya se encuentran al límite de su capacidad, se vean 
rápidamente desbordadas.
En tanto, el coronavirus dejó en las 
últimas 24 horas más de 500 muertos en en Francia, lo que lleva el total
 de decesos en el país a más de 3.500.
La propagación del virus 
afectó también al Reino Unido, con 381 nuevas muertes suplementarias, 
entre ellas la de un adolescente de 13 años, un caso excepcional.
En todas partes, el personal de la salud está en primera línea. 
Ester Piccinini, 
enfermera de 27 años en un hospital de Bérgamo, en el norte de Italia, 
da cuenta de ello: "Por la mañana, cuando llego al servicio, me santiguo
 esperando que todo vaya bien. No tanto por mí [...] sino por los 
pacientes. Una caricia tiene más valor que las palabras".
Los 
ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales del G20, 
que se reunieron el martes por teleconferencia, prometieron ayudar a los
 países más pobres a soportar el fardo de su deuda y a asistir a los 
mercados emergentes. 
Europa envió material médico a Irán, uno de los países más
 afectados, con 2.898 muertes, a través de un mecanismo que permitió 
eludir las sanciones estadounidenses. 
Más
 de 3.600 millones de personas, es decir un 46,5% de la población del 
planeta, están confinadas, por obligación o por decisión propia, según otro recuento. 
Las fronteras se siguen 
cerrando. El presidente Trump evaluaba  prohibir el ingreso a Estados 
Unidos de personas procedentes de Brasil, como ya lo hizo con China y 
Europa.
Rusia extendió sus medidas de confinamiento a la mayoría de las regiones y anunció fuertes multas para quienes no las respeten.
No obstante, el confinamiento es difícil de cumplir en 
numerosos países, en especial en África y América Latina, donde millones
 de personas viven gracias a una economía sumergida y habitan en lugares
 superpoblados.
En América Latina, donde se han registrado 348 
muertes y casi 15.000 infectados, varios países anunciaron una 
prolongación de las medidas, en un intento de evitar el colapso de sus 
sistemas sanitarios.
En algunos países pobres, ya hay protestas. 
"En Nigeria, cuando uno trabaja ya pasa hambre. Imagínese cuando no 
puede trabajar", dice Samuel Agber, reparador de aparatos de aire 
acondicionado.
En Port Elizabeth, Sudáfrica, una anciana se indigna: "Qué nos importa este virus, si tenemos hijos y nietos que alimentar".