domingo, 17 de diciembre de 2023

El aislamiento de Rusia pasa factura a la ciencia


LONGYEARBYEN.- El glaciólogo Andrew Hodson solía trabajar con sus colegas rusos en el archipiélago de Svalbard, en el Ártico. Pero desde el inicio de la guerra en Ucrania, las excursiones científicas que solía hacer están en un punto muerto.

"Solíamos trabajar con científicos e hidrólogos rusos especializados en el permafrost en la región de Barentsburg. Esto ya no ocurre", ha declarado el científico británico a la agencia francesa de noticias AFP.

"Nos entristece no poder utilizar esta base para la colaboración, pero no estamos nada contentos con las acciones del gobierno ruso, obviamente", ha declarado en su despacho de la Universidad de Longyearbyen, en la capital del archipiélago, que pertenece a Noruega.

El eslogan de la zona, "norte alto-tensiones bajas", es ahora cosa del pasado.

Tanto en el Ártico como en el resto del mundo, los investigadores rusos y occidentales han cortado casi todos sus vínculos desde el comienzo de la guerra en Ucrania.

La invasión rusa de la exrepública soviética, en febrero de 2022, marcó el punto final de la cooperación entre ambos, aunque en realidad, las relaciones ya se habían empeorado en las últimas décadas, con políticas más agresivas del presidente ruso, Vladimir Putin.

El cambio afecta la investigación científica en una región que se calienta cuatro veces más rápido que el planeta y que por ende, es clave para los estudiosos del clima.

El flujo de datos con Rusia está paralizado desde febrero de 2022. "Es perjudicial porque Rusia es más de la mitad del Ártico", afirma Rolf Rodven, secretario ejecutivo del Programa de Vigilancia y Evaluación del Ártico (AMAP).

"No sabemos lo que está ocurriendo ahí sobre el terreno y, por supuesto, lo que ocurra ahí también afectará a la parte europea, estadounidense y canadiense del Ártico", añade.

La falta de intercambio priva a los científicos de información crucial sobre el permafrost y los recientes incendios forestales.

El permafrost, la capa de suelo congelado permanentemente, está sobre todo presente en Rusia y constituye una bomba de relojería para el clima.

Algunos datos pueden ser obtenidos a través de base de datos internacionales como la de la Organización Meteorológica Mundial o por satélite. Pero son incompletas.

"Sabemos que habrá más incertidumbre en nuestras estimaciones y como consecuencia habrá también más incertidumbres en las proyecciones a futuro", dijo Rodven.

Los estudios elaborados por el AMAP son clave porque se usan en los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU.

El Consejo Ártico era visto durante mucho tiempo como un modelo de cooperación. Pero hoy en día está dividido entre los países de occidente (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Estados Unidos) y Rusia.

Varios proyectos se han suspendido y algunos estudios se han retrasado. No solo se interrumpieron las relaciones con los institutos de investigación rusos, sino que los pocos investigadores independientes son incluso reacios a cooperar por miedo a ser acusados de traición o espionaje.

La comunidad científica rusa sufre una "fuga de cerebros", aunque esta empezó incluso antes de la invasión rusa de Ucrania. Además, también ha visto cómo su financiación se ha ido recortando para sufragar el esfuerzo de guerra.

"Es un golpe doble", afirma Salve Dahle, biólogo marina del instituto independiente noruego Akvaplan-niva. "No solo ya no nos beneficiamos del intercambio de datos, sino que también se recorta la recogida de datos en la propia Rusia", apunta.

Dahle dijo que su principal preocupación eran los ríos de Siberia, la mayor fuente de agua dulce del océano Ártico.

Sin estar presentes sobre el terreno, es imposible medir los efectos en los ríos de las perforaciones de petróleo y gas, las actividades industriales y la minería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario