LONDRES.- Los drones, tanto militares como comerciales, se han convertido en un
arma fundamental en los conflictos actuales dado su cada vez más bajo
coste y sus buenos resultados sin tener que poner combatientes en
peligro. Ucrania primero, Gaza después y ahora la crisis en el mar Rojo
han expuesto la necesidad acuciante de buscar soluciones igual de
económicas para afrontar este desafío.
El uso de drones en el
campo de batalla no es nuevo, si bien durante mucho tiempo la capacidad
había estado limitada a las grandes potencias militares, como Estados
Unidos o Israel, debido a su alto coste. Sin embargo, en los últimos
años, gracias a su uso también con otros fines principalmente
comerciales y recreativos, los costes se han abaratado, democratizando
su acceso.
Inicialmente, este tipo de aparatos se empleaban
para recabar información de Inteligencia, como las posiciones del
enemigo, mediante cámaras rudimentarias y sistemas de radio, pero sus
capacidades han evolucionado a medida que lo ha hecho la tecnología.
Ahora, los aparatos militares pueden lanzar ataques de precisión, como
el realizado por la CIA en el verano de 2022 en el que presuntamente
murió el líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, en Kabul.
El
salto cualitativo se ha producido en los últimos años, a medida que ha
ido creciendo el mercado de los drones comerciales con aparatos de
precios asequibles y manejables mediante un simple teléfono móvil.
Como
consecuencia de ello, pequeños grupos insurgentes que no cuentan con
presupuestos multimillonarios como los de los estados tienen acceso a
estos drones, que pueden usarse como misiles guiados para realizar
ataques.
Así ocurrió por
ejemplo durante el ataque terrorista perpetrado por Hamás contra Israel
el pasado 7 de octubre. El Movimiento de Resistencia Islámica lanzó en
un primer momento vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en
inglés) para destruir las torres de observación y las cámaras en la
frontera de Gaza y también interrumpir las comunicaciones, dejando así a
Israel a 'ciegas'.
Asimismo, el grupo terrorista también
empleó drones para lanzar munición contra tanques, así como contra
soldados y otros efectivos, y envió 'enjambres' de drones contra buques e
infraestructuras energéticas.
A esto se sumaron miles de cohetes y los
llamados 'drones suicida', vehículos aéreos armados capaces de deambular
hasta que localizan un objetivo y que en su caso han bautizado como
Zuari, por un antiguo piloto de drones del grupo llamado Mohamed Zuari.
Los drones también están siendo una de las armas clave en la ofensiva
de los hutíes yemeníes contra la navegación en el mar Rojo y en
respaldo a los palestinos de Gaza.
Este grupo insurgente apoyado por
Irán, que también respalda a Hamás, ha empleado drones así como misiles
en sus ataques contra los barcos que transitan por estas aguas,
obligando a las grandes navieras a obviar el estrecho de Bab el Mandeb y
optar por dar toda la vuelta a África.
No obstante, ni Hamás
ni los hutíes están siendo pioneros en esta materia, aunque puedan haber
perfeccionado sus capacidades, sino que otros grupos terroristas e
insurgentes, desde Estado Islámico a Al Qaeda pasando por el
partido-milicia chií libanés Hezbolá, los talibán, los grupos rebeldes
sirios o las milicias pro-iraníes en Siria e Irak también los emplean en
sus acciones.
Sin
duda, el punto de inflexión lo ha representado Ucrania. Kiev no solo
consiguió resistir el primer envite de las tropas rusas tras la invasión
de febrero de 2022 sino hacer retroceder a Rusia, pese a que sus
capacidades militares eran inferiores, gracias al uso extensivo de los
drones en su respuesta.
Aunque tanto Moscú como Kiev disponían de un
buen arsenal de UAV, los cuales tienen mayor alcance y precisión pero
también son mucho más costosos, han sido los drones comerciales los que
han marcado la diferencia.
El prolífico uso de drones por parte
de Ucrania ha supuesto todo un cambio puesto que los combatientes
pueden observar las posiciones y movimientos de tropas rusas y mejorar
la definición de objetivos a atacar con armamento convencional, además
de acosar y presionar al enemigo sin necesidad de poner a efectivos en
peligro.
El empleo de drones comerciales para estas actividades se ha
convertido en algo tan habitual que el Ejército ucraniano perdería unos
10.000 de estos aparatos al mes.
No obstante, aunque a Rusia en
un primer momento le pilló por sorpresa esta nueva amenaza, ha sabido
adaptar su estrategia e incorporar a su arsenal nuevos UAV.
Así, ha
desarrollado el 'Orlan-10', un dron de espionaje que se encarga de
recabar información de la situación en tierra, y el 'Lancet', un dron de
ataque con capacidad para merodear en el aire hasta que encuentra el
objetivo que alcanzar.
En estos tres casos, la respuesta frente a esta amenaza ha sido en
general el recurso a los sistemas antiaéreos tradicionales o los misiles
tierra aire, pero aunque puedan ser efectivos en algunos casos no
resultan la solución ideal, tal y como explica el teniente coronel
retirado Paul Maxwell, director del Army Cyber Institute de la Academia
Militar estadounidense.
"Golpear un objetivo muy pequeño y
rápido con proyectiles de calibre relativamente grande es un desafío",
reconoce Maxwell en un reciente artículo publicado por el Instituto de
Guerra Moderna. Al mismo tiempo, "gastar muchos miles, sino millones de
dólares, en cada misil para eliminar un UAV que no cuesta nada es
económicamente un derroche".
También existe la opción, según
este experto, de emplear artefactos que usan el espectro
electromagnético y que pueden ir desde los sistemas de interferencias
(denegación de GPS, denegación de enlace de comunicación) a armas de
energía dirigida como láser o microondas.
El problema en este caso,
incide, es que estos mecanismos también pueden interferir con los
sistemas propios y atraer la atención de la artillería enemiga una vez
detectados.
En ambos casos, según el teniente coronel Maxwell,
"no hay suficientes sistemas para ofrecer una protección adecuada frente
a los enjambres de UAV".
Por ello, este experto militar defiende que
igual que los aviones evolucionaron pasando de una labor de
reconocimiento a convertirse en un arma más en el combate con el
desarrollo de los cazas, ahora los drones deben evolucionar y se deben
crear "UAV de combate".
"Lo
que los ejércitos necesitan rápidamente son plataformas pequeñas y
baratas (y por tanto desechables) que puedan defender contra los
numerosos drones comerciales y recreativos que ensombrecen el campo de
batalla", subraya en su artículo, subrayando la importancia de que estos
aparatos sean a su vez igualmente económicos dado que las fuerzas
regulares no pueden gastar mucho frente a una "amenaza barata y
efectiva".
Estos drones de combate deberían tener una
"autonomía significativa" que les permita pautas de vuelo sin necesidad
de intervención del usuario, detectar amenazas y calcular recorridos de
intercepción, así como también capacidad para cooperar con otros
aparatos similares.
Maxwell resalta la ventaja de que el objetivo a
combatir también es un aparato no tripulado las cuestiones éticas se
simplifican.
Asimismo, sostiene que es importante que se puedan
usar mediante 'smartphone' y tabletas con vistas a que los soldados que
los tengan que emplear en el campo de batalla no requieran semanas de
entrenamiento para el empleo de estos sistemas, y que estén disponible
para las unidades terrestres que los requieran, sin reservarlo solo a
los tradicionales servicios de superioridad aérea.
"Ha llegado el
momento para el desarrollo y despliegue de UAV de combate aéreo",
reivindica.