FRÁNCFORT.- El Banco Central Europeo
(BCE) podría reforzar el jueves su programa de emergencia para limitar
el impacto económico de la pandemia del nuevo coronavirus, en un
contexto en el que los gobiernos europeos buscan una respuesta común.
Tras
una salva de medidas excepcionales en marzo, cuando Europa se
enclaustró para frenar la crisis sanitaria, la institución dijo estar
"dispuesta" a hacer más, en su reunión de abril, frente a esta crisis
"inédita en tiempos de paz".
Y llegó la hora de volver a actuar, según los analistas,
para quienes el camino más evidente es aumentar el programa de
emergencia del BCE contra la pandemia (PEPP), anunciado en marzo y
dotado de 750.000 millones de euros (unos 830.000 millones de dólares)
hasta finales de año.
Este dispositivo, cuya flexibilidad permite
concentrar los esfuerzos en ciertos periodos o en determinados países,
es el "preferido" del BCE para limitar los estragos económicos del
coronavirus, señalaba recientemente el gobernador del Banco de Francia,
François Villeroy de Galhau.
El BCE está comprando un promedio de
26.500 millones de euros de deuda a la semana. Si sigue a este ritmo,
"agotará la dotación total a principios de octubre", calcula Andrew
Kenningham, de Capital Economics.
El
economista ve que la institución de Fráncfort está apretando fuerte y
prevé agregar "como mínimo" medio billón de euros (555.000 millones de
dólares) al PEPP, una previsión muy compartida.
Asimismo, el programa
debería prolongarse "hasta septiembre de 2021", agrega Frederik
Ducrozet, estratega de Pictet Wealth Management, ya que ha quedado claro
que la recuperación llevará tiempo.
El Consejo de Gobernadores
analizará también la cuestión, tanto técnica como política, de la
llamada "llave de repartición" de sus compras según la parte de cada
Estado miembro en su capital, opina Fritzi Köhler-Geib, economista jefa
de KfW.
"Como la crisis del coronavirus ha golpeado
particularmente a países como Italia, España y Francia, estos necesitan
un apoyo específico", argumenta Köhler-Geib.
Pero abandonar esta
salvaguardia podría ser peligroso. No solo el Tribunal Constitucional
alemán exigió recientemente al BCE que justifique antes de agosto sus
compras de deuda, sino que ha hecho de la "llave de repartición" una
condición de validez de este programa.
Al limitar los volúmenes de
títulos adquiridos en los mercados, los jueces alemanes quieren evitar
que la institución de Fráncfort caiga en "la financiación monetaria de
los Estados", prohibido por los tratados europeos, recuerda la
economista de KfW. Si se comprueban esta desviación, podrían prohibir al
poderoso Bundesbank participar en la compra de activos.
El
jueves, en su comparecencia ante la prensa a partir de las 12:30 GMT,
la presidenta del BCE, la francesa Christine Lagarde, tendrá en sus
manos un nuevo juego de previsiones macroeconómicas hasta 2022, una
evaluación muy esperada del alcance de la crisis.
El miércoles
pasado, Lagarde ya advirtió que para este año se espera una contracción
del producto interno bruto de la zona euro de entre el 8% y el 12%, y la
recuperación se presenta incierta.
Capital Economics prevé una
recuperación del 10% en 2021, aunque dependerá de la evolución de la
pandemia, de que un eventual rebrote en otoño no vuelve a paralizar la
economía.
La inflación podría caer a cero este año y subir
tímidamente a 0,7% el próximo, según Capital Economics, muy lejos del
objetivo "cercano del 2%" que el BCE anhela desde 2013.
No
obstante, después de haber exhortado en varias ocasiones a los Estados
para que actúen, el BCE no es el único que está actuando. Los países de
la UE negocian un ambicioso plan de reactivación de 750.000 millones de
euros (833.000 millones de dólares) presentado por la Comisión, que
supone en realidad una mutualización de deuda.
Si fracasan, la
unidad misma de la zona euro estaría en juego, advirtió el BCE el martes
pasado. A falta de medidas suficientes para preservar la viabilidad de
la deuda, algunos países podrían hacer el juego a los especuladores
apostando sobre su abandono de la moneda única.