CARACAS.- Inflación, escasez de productos y caídas de las ventas
 son algunas de las consecuencias en la región fronteriza venezolana del
 cierre de los pasos limítrofes con Colombia que volvieron a abrirse 
este fin de semana. “Por un jarabe llegué a pagar 2.000 bolívares (unos 
200 dólares y 3,10 dólares según la tasa de cambio más baja y la más 
alta vigente en el mercado), antes no llegaba a 300 bolívares (unos 30 
dólares y 0,46 centavos de dólar), pero lo necesitaba”, dijo Robinson 
Pérez.
Ese aumento de los precios comenzó el 19 de agosto del año pasado,
 cuando el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ordenó cerrar la 
frontera que une San Antonio del Táchira con la ciudad colombiana de 
Cúcuta, una de las más activas del continente, para combatir a presuntos
 paramilitares que operan en la zona.
Posteriormente, cerró el resto de pasos a lo largo de los 2.219 
kilómetros de frontera común, lo que cercenó la vida cotidiana de una 
región en la que la frontera no es más que una raya en el mapa ajena a 
la realidad de sus habitantes que desarrollan su vida a ambos lados del 
límite.
La situación empeoró debido a la escasez que continua en los supermercados venezolanos, donde encontrar alimentos básicos como azúcar, aceite, harina o leche es una misión imposible.
 En uno de esos supermercados, Pérez confesó que buscan “los caminos 
verdes”, los senderos irregulares por los que se puede cruzar a 
Colombia, para comprar esos alimentos “porque tenemos una familia y 
tenemos que velar por ellos y su bienestar”.
Si no tienen esa posibilidad, explicó que deben recurrir a la reventa de productos colombianos
 que realizan aquellos que sí pudieron atravesar el exiguo río Táchira 
que separa de facto los dos países. Ante esa situación, unas 60.000 
personas aprovecharon este sábado el primer día de apertura de la 
frontera para acudir a Colombia a solventar sus necesidades más 
acuciantes, lo que generó largas colas en San Antonio.
Una de las mujeres que acudió a Cúcuta fue Yirley Cordero, para quien
 este último año las dificultades en su vida cotidiana se han 
multiplicado al tener un hijo estudiando en Colombia. “Ha sido un año 
muy feo (…) ya que cuando tienen que ir a alguna actividad en fin de 
semana no han podido”, comento Cordero.
Para permitir el paso de los escolares, los dos países acordaron abrir un corredor humanitario
 que alivió parte de las necesidades en dos ciudades, San Antonio y 
Cúcuta, que viven como una sola conurbación. Esa relación tan fraternal 
hace que muchos de los ciudadanos tengan familiares a uno y otro lado de
 la frontera, lo que ha hecho que no puedan ver a sus parientes durante 
este año.
Pero la situación más dramática que se ha vivido durante este año la 
protagonizaron los ciudadanos venezolanos que vieron cómo los 
medicamentos que necesitaban desaparecían progresivamente de las 
farmacias y no tenían cómo acceder a los colombianos. “Soy diabético y 
no tengo las medicinas, nada de eso se encuentra, tengo que pasar a 
Cúcuta para poderme sostener”, comentó Ángel Enrique Borrego, vecino de 
la cercana localidad de San Cristóbal que también aprovechó el primer 
día para proveerse en Colombia.
La situación que han vivido durante este año en la región ha sido de 
“emergencia humanitaria” para Borrego, quien calificó los últimos doce 
meses como “un año muy crítico” en el que han “pasado hambre y necesidades“.
 La situación para el comercio, alimentado en buena medida por los 
ciudadanos colombianos que llegan a la zona, también ha sido crítica.
Pese a que los comerciantes son reacios a hablar con la prensa y 
rechazan hacerlo cuando hay una cámara encendida, explicaron que la 
caída en las ventas ha variado entre el 50 y el 90%. Con la reapertura, 
la calle que se inicia en el paso fronterizo de San Antonio, llena por 
completo de tiendas de todo tipo, pareció recobrar parte de su brillo y 
esperanza.
El año que queda atrás ha supuesto un problema especial para 
conseguir repuestos para automóviles, tanto que algunas tiendas 
dedicadas a esos productos en San Antonio permanecen aún cerradas. 
Alfonso Martínez, uno de los taxistas de la localidad, explicó que se 
vieron obligados a ir Colombia a por repuestos, en muchas ocasiones 
cruzando de manera irregular la frontera. “Los precios se han 
incrementado bastante, por ahí un 500 %. En Colombia hay todos los 
repuestos, aquí ni voy a buscarlo porque no se consigue”, señaló.
Tras la primera jornada de reapertura progresiva de la frontera, que 
por ahora solo se puede cruzar de manera peatonal, San Antonio y las 
ciudades cercanas comienzan a recobrar su color y su vida habitual, pero
 siguen a la expectativa y con la sombra sobre sus cabezas del año más 
difícil de sus vidas.

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