Con el pleno de las naciones integradas en la Alianza Atlántica, más
la concurrencia política de Finlandia y Suecia, comienzan en Noruega las
maniobras militares de la OTAN, con la participación de 50.000
soldados, el despliegue de 250 aviones, la estela de 65 navíos y el
concurso de 10.000 vehículos de campaña.
Y bajo el enunciado de “Trident
Juncture”, llegan estas maniobras atlánticas, replicadas por otras de
Rusia, que son las primeras de su Historia alzadas sobre los hombros de
China. Observado ha sido ya que Pekín y Moscú se acercan en estos
últimos tiempos a términos nunca alcanzados desde los años 50.
Desde tales precedentes, es conveniente recordar palabras de Vladimir
Putin escritas en este compás histórico, exponiendo su parecer sobre el
sentido último de la desaparición de la Unión Soviética; un juicio en
el sentido de que aquello fue “una catástrofe geopolítica”.
Visión
equivalente a considerar que para Putin, un nacionalista radical, supone
casi tanto como decir que Rusia quedó desprotegida por medio de otra
contextura internacional que la empobreció en rangos estructurales de
seguridad.
Obviamente, tal podría ser una de las claves del proceso
ruso-chino dentro de su actual convergencia, cuyo sentido, de otro
punto, lleva a la percepción de que el actual clima geopolítico se
perciba como el propio de la pasada Guerra Fría.
Sobre todo, luego de la
ocupación rusa de la península de Crimea, al aire de la
desestabilización que indujo en Ucrania cuando ésta apostó por
integrarse en la Unión Europea. Son los mismos factores aunque barajados
otro modo. Y, por encima de todo, desde la desde la activación
trumpiana de la guerra arancelaria de Estados Unidos con China.
(*) Periodista y abogado español
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