WASHINGTON.- El
 príncipe heredero Mohammed bin Salman tiene "sangre en sus manos" en el
 caso del asesinato del crítico del gobierno Jamal Khashoggi, dijo un 
asesor del presidente de Turquía, en la primera acusación directa del 
país contra el poder detrás del trono saudí.
La
 acusación de Ilnur Cevik se produjo un día después de que el presidente
 Recep Tayyip Erdogan dijera que el asesinato fue planificado de 
antemano, pero no llegó a implicar al impetuoso joven líder, cuyas 
ambiciones de una Arabia Saudita modernizada se han visto socavadas por 
su inclinación a hacer enemigos en el país y en el extranjero. El 
miércoles, Erdogan intensificó esa retórica al decir que quienes 
ordenaron el asesinato también deben enfrentar la justicia.
"Es
 un gesto inútil tratar de distanciar al príncipe heredero de la 
monstruosa atrocidad cometida por los saudíes”, dijo Cevik en una 
columna publicada el miércoles. 
"El presidente de Estados Unidos, Donald
 Trump, puede tratar de defender a Mohammed bin Salman para que 
Washington pueda usarlo para sus planes contra Irán; sin embargo, de 
ahora en adelante, donde quiera que vaya el príncipe heredero, será 
considerado como el hombre con la sangre de Khashoggi en sus manos".
El
 asesinato de Khashoggi ha tensado los ya débiles lazos entre Turquía y 
Arabia Saudita, dos potencias regionales que compiten por la supremacía 
en el mundo musulmán. Erdogan ha aprovechado la indignación 
internacional por el caso para seguir dañando la imagen de Arabia 
Saudita. 
Ahora está dirigiendo el foco de atención cada vez más a su 
gobernante de facto, cuyos esfuerzos por presentarse como un aliado 
confiable y reformador han chocado con la realidad menos halagadora de 
una despiadada consolidación de poder y aventuras fallidas en materia de
 política exterior, como la guerra en Yemen y el boicot de Qatar.
Después
 de insistir durante dos semanas que Khashoggi había dejado el consulado
 de Arabia Saudita en Estambul poco después de ingresar el 2 de octubre 
para obtener los papeles para su próximo matrimonio, el reino dijo que 
el periodista de 59 años había sido asesinado cuando una discusión se 
convirtió en una pelea.
Khashoggi,
 quien durante años fue asesor de un alto miembro de la familia real, 
cayó en desgracia con el ascenso al poder del príncipe Mohammed y el año
 pasado se autoexilió a EE.UU. Desde allí, escribía columnas en el 
diario Washington Post criticando los cambios que se llevan a cabo en 
Arabia Saudita.
El
 cambiante discurso saudí sobre lo que pasó con Khashoggi se ha topado 
con un amplio escepticismo, incluso de los aliados saudíes.
El
 presidente Trump, cuya respuesta en un comienzo fue el silencio, 
criticó el martes las explicaciones de Arabia Saudita calificándolas de 
"uno de los peores" encubrimientos en la historia y dijo que dejaría que
 el Congreso decida qué hacer.
Legisladores
 tanto del partido republicano como demócrata han exigido sanciones 
severas contra Arabia Saudita y algunos han instado a bloquear las 
ventas de armas al reino, una medida a la que Trump se ha opuesto 
públicamente debido a las preocupaciones del perjuicio que podría 
significar para las empresas y los trabajadores estadounidenses.
Sin
 embargo, cuando la indignación internacional ha mantenido la polémica 
en las primeras páginas durante casi un mes, la posición de EE.UU. se ha
 endurecido. 
El secretario de Estado, Michael Pompeo, dijo el martes que
 EE.UU. estaba actuando contra individuos que sospecha que estarían 
involucrados en el asesinato, sin identificar sus nombres o 
nacionalidades. EE.UU. está revocando o bloqueando visas a 21 
sospechosos en el incidente y revisando la posibilidad aplicar de 
sanciones contra ellos.
La
 polémica ha opacado una conferencia de inversiones de tres días en Riad
 que comenzó el martes, donde un sonriente príncipe Mohammed posó para 
tomarse fotografías y los funcionarios saudíes intentaron limitar el 
daño del asesinato.
Creada por MBS, como se conoce al gobernante de facto de 33 años de 
Arabia Saudita, la Iniciativa de Inversión Futura estaba concebida como 
un foro para que inversionistas internacionales participaran en su 
ambiciosa agenda económica. 

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