SANTIAGO.- La revuelta social que estalló en Chile hace más de dos semanas 
volvió a instalar sobre la mesa antiguas demandas sociales, económicas y
 políticas. Una de ésas es reemplazar la actual Constitución, que data 
de la dictadura de Augusto Pinochet. 
Aunque el cuerpo legal ha 
sido reformado varias veces desde su promulgación en 1980, los 
promotores del cambio señalan que un nuevo texto es clave para asegurar 
derechos sociales o establecer espacios de participación, mientras que 
sus defensores aseguran que la carta magna actual ha dado estabilidad a 
Chile y que no es urgente reemplazarla. 
¿POR QUÉ CAMBIAR LA CONSTITUCIÓN?
El
 principal argumento es que fue redactada y aprobada en plena dictadura 
militar, por lo que carece de legitimidad. El texto no establece 
mecanismos de participación ciudadana en las decisiones políticas ni 
garantiza que el Estado es responsable por asegurar derechos sociales, 
lo que fragilizaría la posición de los ciudadanos.  
Además exige 
un alto quórum en el Congreso -de hasta dos tercios de los votos- para 
aprobar reformas constitucionales en temas cruciales como acceso a 
salud, derecho de privados sobre el agua, sistema de pensiones o el 
poder del Tribunal Constitucional, entre otros asuntos. 
“El 
proyecto político que la dictadura plasmó en el texto constitucional 
sigue vigente, no ha sido tocado”, afirma el abogado constitucionalista 
Jaime Bassa, profesor de la Universidad de Valparaíso. Y la mayor 
“presencia” de ese proyecto radica precisamente en el tercer capítulo, 
que aborda derechos fundamentales, dice el experto. 
“Todo el 
sistema de protección de derechos sociales, específicamente seguridad 
social, salud, educación, trabajo y régimen sindical, está marcado por 
una preferencia en favor de la propiedad privada y la libertad de 
emprendimiento. Y eso no se ha tocado”, insiste. 
Un tema polémico en Chile también es el peso que tiene el Tribunal 
Constitucional en las políticas públicas. “Eso ha hecho que acuerdos 
políticos a los que se ha llegado en el Congreso luego sean echados para
 atrás en el Tribunal Constitucional”, dice María Cristina Escudero, 
académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. 
    
¿CÓMO SERÍA EL PROCESO?
“Las constituciones hacen 
dos cosas: crean el poder y lo limitan”, explica Escudero, que resalta 
las demandas de la sociedad chilena por mayor participación política y 
nuevos y más sólidos derechos sociales.  
La Constitución actual 
no establece cuál es el mecanismo para escribir un texto que la 
reemplace. Tampoco especifica quién elaboraría el nuevo cuerpo, si se 
convocaría a una Asamblea Constituyente, quién la conformaría, o si se 
haría  mediante una comisión mixta de políticos y ciudadanos o quedaría 
sólo en manos del Congreso.  
“El reemplazo constitucional, para 
distinguirlo de reformas, no está contemplado en la Constitución del 
‘80”, dice Escudero. “Y ése es el principal problema que tienen en este 
momento quienes abogan por un reemplazo constitucional”, señala. 
La
 expresidenta Michelle Bachelet llevó adelante un proceso constituyente 
en su segundo gobierno, con cabildos ciudadanos y canalización de 
propuestas sobre qué debería incluir una nueva constitución. Días antes 
de dejar el poder, envió un proyecto al Congreso para redactar una nueva
 Constitución, pero no avanzó.  
¿PLEBISCITO, ASAMBLEA CONSTITUYENTE, COMISIÓN MIXTA?
Hoy
 en día para reformar la Constitución sólo hay un mecanismo congresista,
 dice el profesor de ciencias políticas Claudio Fuentes, de la 
Universidad Diego Portales, por lo que la opción sería que el gobierno 
envíe al Congreso un proyecto de reforma parcial o total a la 
Constitución.  
En las más de dos semanas de protestas 
callejeras, se ha hecho patente la demanda de una nueva carta 
fundamental para el país y de una consulta popular. 
Sin embargo, 
la opción de un plebiscito no es viable por el momento, ya que la 
Constitución limita expresamente los temas que pueden ser sometidos a 
una consulta popular, excluyendo la redacción de una nueva carta magna. 
Una
 alternativa, dicen los expertos, es modificar a través de una ley en el
 Congreso el artículo que limita los temas susceptibles de ser 
plebiscitados, para abrir la puerta a una consulta vinculante sobre una 
nueva Constitución. 
Si se llega a una consulta popular, ésta 
podría contener una segunda pregunta, señala Fuentes, respecto a cómo se
 haría ese cambio de la carta, si vía Asamblea Constituyente, una 
comisión mixta de parlamentarios y ciudadanos o a través del Congreso. 
“En
 el contexto actual, como la política, el Congreso y los partidos 
políticos están tan desacreditados, yo creo que la ciudadanía se 
inclinaría por una comisión mixta o una Asamblea Constituyente”, señala 
Fuentes.  
La derecha no ha respaldado en todos estos años la idea
 de una nueva Constitución, sino sólo reformas a través del Congreso. 
Sin embargo, hay un “creciente número de parlamentarios” que está por 
abrir fórmulas mixtas o una Asamblea Constituyente, plantea Fuentes, lo 
que configura un nuevo ambiente político.  
#RENUNCIAPIÑERA: OTRO CAMINO INTRINCADO
Durante
 las protestas, tanto en la calle como en las redes sociales, se ha 
hecho popular pedir la renuncia del presidente Sebastián Piñera. Pero 
según la Constitución, no es un proceso tan sencillo.  
Chile 
tiene un régimen presidencial y el mandatario es elegido en votación 
directa para un período de cuatro años sin reelección inmediata. Si por 
enfermedad, ausencia del territorio u “otro grave motivo” no puede 
ejercer su cargo, será subrogado por el ministro del Interior en primer 
lugar, según una lista determinada.  
En caso de una 
acusación política en el Congreso, se necesitaría la aprobación en la 
Cámara de Diputados y luego de dos tercios del Senado para destituirlo. 
Y
 si ocurre que un mandatario presenta su renuncia, también le cabe al 
Senado “declarar (...) si los motivos que la originan son o no fundados 
y, en consecuencia, admitirla o desecharla”. Antes de eso, sin embargo, 
los senadores deberán oír la opinión del Tribunal Constitucional. 

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