SIDNEY.- A medida que el coronavirus se acerca al estatus de pandemia global,
las principales economías del mundo están incrementando su gasto en
defensas.
Italia
planea gastar US$4.000 millones en medidas de emergencia económica para
enfrentar el virus, mientras que Corea del Sur apartará por lo menos
US$5.120 millones, y los legisladores estadounidenses rechazaron una
solicitud de la Casa Blanca por US$2.500 por ser muy baja. Las
expectativas de medidas fiscales y monetarias adicionales para combatir
la enfermedad impulsaron un repunte de los activos de riesgo el lunes.
La
ciencia y el gasto que los países ricos pueden alinear para enfrentar
la epidemia es inadecuada para la magnitud de la tarea, como ha escrito
mi colega Anjani Trivedi. No por eso dejan de ser asombrosos en términos
de tamaño y velocidad, además de reconfortantes para aquellos de
nosotros que esperamos enfrentarnos a la propagación de la enfermedad en
las próximas semanas o meses. De ahí que la escasez de medidas
similares en los países de bajos ingresos sea todavía más improcedente.
Casi
tres cuartos de todas las muertes por enfermedades infecciosas en 2016
ocurrieron en África Subsahariana, el Sur de Asia y el Sudeste Asiático.
Si bien solo 5% de los europeos murieron de infecciones, la tasa en
África es de más de 40%. Condiciones como el VIH, la diarrea y la
malaria han tenido declives impresionantes al sur del Sahara en los
últimos años, pero las enfermedades de la nariz, la garganta y los
pulmones como la influenza son mucho más prevalentes. Después de las
condiciones cardiovasculares y las neonatales, las enfermedades
respiratorias son ahora la principal causa de muerte en África.
A
la fecha, la mayoría de los países de ingresos bajos y medios-bajos han
estado afortunadamente libres de casos de coronavirus reportados.
África Subsahariana solo ha registrado dos infecciones en Nigeria y
Senegal. India tiene cinco casos identificados, e Indonesia dos.
Ahora
bien, la ausencia de evidencia no significa evidencia de ausencia. La
vigilancia comunitaria que identifique infecciones y cadenas de
transmisión es mucho más difícil en países donde el sistema de salud
pública está menos equipado para manejar grandes brotes.
Solo
168 de las 18.500 muertes reportadas por la Organización Mundial de la
Salud por la pandemia de influenza H1N1 en 2009 ocurrieron en África,
pero un estudio de 2013 utilizó modelamiento de enfermedades para
estimar que la verdadera carga del continente fue de 21.000 muertes,
aproximadamente en línea con la participación de 15% del continente en
la población mundial.
Con una enfermedad como Covid-19, cuya propagación
parece pasar desapercibida, es posible que la tasa de infección en
estos países ya sea más alta de lo registrado.
El
nivel de antecedentes de la enfermedad hace que la respuesta a los
brotes sea más difícil. El coronavirus, al igual que la influenza,
parece ser particularmente fatal entre quienes tienen condiciones
preexistentes. Ese probablemente será un problema en África, donde viven
aproximadamente dos tercios de la población mundial con VIH y donde un
brote de Ebola de 18 meses en la República Democrática del Congo apenas
se está desacelerando.
Incluso
para una persona que no contraiga el coronavirus, hay una mayor
probabilidad de morir durante una pandemia en un país con una mayor
carga de la enfermedad y un sistema de salud menos desarrollado. Al
abrumar hospitales y clínicas, los brotes grandes hacen caer la calidad
del cuidado y elevan el riesgo de mortalidad para todos. Casi todos los
países que el Banco Mundial considera menos preparados para manejar una
pandemia se encuentran en África, el Sur de Asia y el Sudeste Asiático.
Mejorar
esta situación sería notoriamente rentable. Un gasto de aproximadamente
US$3.400 millones al año en mejorar a la preparación para las
emergencias médicas humanas y animales tendría un rendimiento de
US$30.000 millones en beneficios anuales, según la OMS.
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