LONDRES.- La economía mundial está preparada para disfrutar de un año muy bueno. 
En ese sentido, será muy parecido a 2018 y 2017, y muy probablemente a 
2020 y 2021. El crecimiento económico será bastante fuerte en la mayoría
 de los países en los que dicha expansión es más beneficiosa. 
Si bien en
 los países ricos preocupa que se produzcan pequeños contratiempos 
económicos, en los pobres se están alcanzando unos mayores niveles de 
dignidad asociados a un mayor confort material. 
Analicemos, por ejemplo, los niveles de pobreza extrema. El Banco 
Mundial sitúa en 1,90 dólares de consumo diario de bienes y servicios la
 línea que separa a los más pobres de todos los demás. 
El sitio web de 
Our World in Data (“Nuestro mundo en datos”) de la Universidad de Oxford
 estima que el 72 por ciento de la población mundial vivía por debajo de
 dicho umbral en 1950. La estimación preliminar del Banco Mundial para 
2018 es del 8,6 por ciento, por debajo del 10 por ciento de 2015. 
Una
 cifra más baja de personas en situación de extrema pobreza implica que 
hay más personas que disfrutan de una vida mejor. La proporción de 
población mundial sin acceso a la electricidad está disminuyendo en 
alrededor de 0,3 puntos porcentuales al año. 
El número de niños que no 
están matriculados en la escuela se está reduciendo en unos 5 millones 
al año. Casi todos los indicadores de prosperidad básica muestran la 
misma tendencia. 
Las buenas noticias tienen un alcance global. 
Incluso África, tradicionalmente el continente rezagado, está empezando a
 ponerse al día. La proporción de niños africanos que mueren antes de 
cumplir cinco años ha disminuido del 21 por ciento en 1975 al 8 por 
ciento en 2015, el año más reciente para el cual se dispone de datos. 
Las mejoras en los niveles de salud proceden de una mayor riqueza. Los 
ingresos reales por persona en el África subsahariana han aumentado en 
un 40 por ciento en la última década. 
No todas las noticias son 
buenas. Debido a la guerra y a los conflictos civiles, principalmente en
 África, la proporción de la población mundial que está desnutrida ha 
aumentado en 0,2 puntos porcentuales en los últimos dos años. Aun así, 
el nivel actual, del 11,9 por ciento, es 2,2 puntos porcentuales más 
bajo que hace una década. 
También es generalizada la predicción 
de que se produzcan más mejoras en todo el mundo en 2019. También hay 
buenas razones para creer que 2029 será positivo. El crecimiento 
económico en países muy pobres se está convirtiendo en un círculo 
virtuoso. 
Los niveles más altos de educación y salud permiten tener 
mejores trabajadores, que contribuyen a unas instituciones más sólidas, 
que hacen inversiones mayores y más eficaces, y que generan el dinero 
necesario para pagar una educación y salud mejores. 
Este
 patrón se ha repetido en muchos países durante al menos dos décadas. 
Cuando la gestión gubernamental es mala, el crecimiento es lento, pero 
solo en los casos de guerra o derrumbe del Estado, como en Venezuela, se
 revierte el progreso. 
El retroceso mundial de la miseria y la 
ignorancia, casi imparable, es posiblemente la mejor noticia de la 
historia de la economía. Si hablamos de historia política, sin embargo, 
las tendencias son mucho menos claras. 
La antigua creencia de que una 
mayor riqueza traería de forma natural sociedades más abiertas parece 
hacer aguas. La población de muchos países, tanto ricos como pobres, 
parece bastante feliz con gobiernos autocráticos y nacionalistas 
extremistas. 
China es el mejor ejemplo. El opresivo y 
relativamente corrupto Partido Comunista, ha dirigido el país durante 
aumentos rápidos y generalizados de la prosperidad. Sus ambiciones 
internacionales, tanto civiles como militares, también han crecido. 
Se
 trata de un hecho preocupante por muchas razones. Una de ellas es que 
la guerra seguramente sea la única fuerza lo suficientemente destructiva
 como para detener la marcha ascendente de las buenas noticias 
económicas globales. 
La gran pregunta, tanto para 2019 como para 2029, 
es si el progreso amenazará la prosperidad al llevar a un uso cada vez 
mayor de las reservas mundiales de armas, más abundantes y letales que 
nunca. 

 
 
 
 
 
 
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