LONDRES.- Donald Trump pensaba en la activista medioambiental Greta Thunberg
cuando mencionó en Davos a los "catastrofistas". Pero podría haberse
dirigido igualmente a los inversores globales cuyas mordaces críticas a
los hidrocarburos han provocado un cambio en las inversiones,
alejándolas del sector tradicional de la energía hacia las renovables, según un amplio informe del Financial Times.
Este movimiento representa un gran problema para grupos energéticos como
Exxon, BP y Saudi Aramco. Es posible que grandes partes de sus reservas
de petróleo, gas y carbón nunca lleguen a extraerse y a consumirse
porque ello agravaría el calentamiento global.
Eso podría dejarles con una gran cantidad de los denominados
"activos improductivos". En ese contexto de emergencia climática, el
coste de provisionar estos activos podría considerarse un precio pequeño
a pagar. Pero las cantidades implicadas serían impresionantes.
Según
cálculos de Financial Times, desaparecerían alrededor de 900.000
millones de dólares (unos 824.000 millones de euros) -un tercio del
valor actual de las grandes empresas de petróleo y gas- si los gobiernos
intentasen limitar de forma más agresiva el aumento de las temperaturas
a 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales lo que resta de este
siglo.
Incluso bajo el escenario más benigno de un aumento de 2ºC -el
objetivo aceptado en el Acuerdo de París sobre el cambio climático en
2015-, los productores de energía tendrían que provisionar alrededor de
la mitad de sus reservas de combustibles fósiles como improductivas. Si
se cumpliese el límite de 1,5ºC, el perjuicio sería mayor, dejando sin
valor alrededor del 80% de los activos de hidrocarburos.
Tras muchas negociaciones, BlackRock, la mayor gestora de
inversiones del mundo, se sumó a la iniciativa Climate Action 100+, un
grupo de 370 gestoras de fondos que controla unos 35 billones de dólares
en activos. Estos inversores quieren que se actúe contra los gases de
efecto invernadero, y los productores de energías con grandes reservas
de hidrocarburos son un objetivo obvio.
Los activos de estas empresas
tienen emisiones potenciales de dióxido de carbono de 2.910
gigatoneladas. Dos tercios son carbón, el resto crudo y gas natural. Los
inversores deben preguntarse durante cuánto tiempo pueden conservar
estos activos su valor.
El coste del capital ya ha empezado a aumentar. La mayoría de las
petroleras internacionales, y algunas nacionales, tienen acciones y
bonos en los mercados de capitales. Los precios de las acciones de los
productores de petróleo, gas y carbón tienen valoraciones más bajas que
hace cinco años.
La amenaza es clara. Podrían perderse cientos de miles
de millones de dólares de valor. Las petroleras nacionales, muchas de
las cuales tienen más petróleo y gas en sus reservas de lo que pueden
producir en una generación, afrontan riesgos aún mayores sin importar su
relación con los mercados de capitales.
Expertos en el cambio climático creen que puede ser necesario
perseguir un objetivo más duro de 1,5ºC para poner freno al
calentamiento global. Académicos de la Universidad Duke de EEUU señalan
que desde la era preindustrial la actividad del ser humano ha elevado la
temperatura media global de la Tierra cerca de 1ºC.
Esta cifra aumenta
0,2ºC cada década. A ese ritmo, el calentamiento global puede alcanzar
los 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales entre 2030 y 2052,
lo más probable en torno a 2040.
La Agencia Internacional de la Energía define los activos
improductivos como "aquellas inversiones que ya se han hecho pero que,
en algún momento antes del final de su vida económica, no pueden ofrecer
un rendimiento económico". Estas inversiones pueden incluir derechos de
explotación de una zona determinada, o activos con infraestructuras que
producen hidrocarburos.
Presupuestos de carbono
Resultará difícil abandonar los combustibles fósiles. El acuerdo de
París estableció presupuestos de carbono -volúmenes permisibles de
emisiones- que permitirían un determinado grado de calentamiento global.
Esto se hizo bajo el supuesto de que no era razonable esperar que
muchos países aceptasen que la actividad económica se detuviese de forma
abrupta.
Asumiendo que exista una posibilidad del 50% de alcanzar el
límite de calentamiento de 2ºC al final del siglo, el Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones
Unidas (IPCC por sus siglas en inglés) fijó un presupuesto de carbono de
1.200 GT para los combustibles fósiles que podrían consumirse en 2100.
Para cumplir el límite de 1,5ºC, sólo se permitirían 464 GT, muy por
debajo del equivalente de 2.910 GT de CO2 presente en los activos
restantes de petróleo, gas y carbón, según Bernstein Research.
La rapidez con la que aumenten las emisiones dependerá de factores
que van desde el crecimiento de la población a la actividad
macroeconómica. El aumento del uso de combustibles no fósiles también
influirá.
En el mejor de los casos -un aumento de 3ºC- podría consumirse
la casi totalidad de las reservas de CO2 existentes -el 96%-. Pero en
1,5ºC, lo permitido por el IPCC, sólo es utilizable el 16% del CO2. En
otras palabras, alrededor del 80% del CO2 bajo el suelo sería
improductivo y en teoría no tendría valor. Incluso en 2ºC, estarían
inmovilizadas el 59% de las reservas de combustibles fósiles.
La mayoría de las petroleras internacionales entienden la amenaza,
pero parecen no haber aceptado las medidas que hay que tomar. Algunas de
las más grandes han invertido en proyectos de energía renovable, desde
la energía solar a los biocombustibles. Pero la proporción de la
inversión total de las grandes petroleras y gasistas representa menos
del 1% de la inversión, según la AIE.
Para evaluar el valor para los accionistas en riesgo, hay que
considerar las reservas bajo amenaza y el tipo de carburante implicado.
El carbón representa dos tercios de las emisiones de CO2 en las
reservas, y es el combustible fósil con un mayor contenido de CO2, según
la AIE. Por peso, el carbón contiene de media la mitad de CO2 que el
crudo y el doble que el gas natural. En un escenario de 2ºC, podrían
consumirse menos de una cuarta parte de las reservas de carbón, y el
resto serían improductivas.
Cotizaciones
Los mercados bursátiles han reflejado esta probabilidad en los
precios. Las mineras del carbón han obtenido resultados desastrosos en
la última década. El índice de Bloomberg de mineras del carbón globales
se ha desplomado un 74% desde su máximo a principios de 2011. Estas
mineras se han convertido en "trampas de valor", al cotizar a precios
bajos, pero no ofrecer incentivos evidentes para atraer a inversores.
Utilizando el mismo escenario de 2ºC, podrían consumirse gran parte
de las reservas de petróleo (71%) y gas (92%) mundiales. Esto sugiere un
impacto económico relativamente pequeño sobre los productores.
El
mercado ha hecho diferenciaciones. A nivel colectivo, el valor de
mercado mundial de las petroleras y las gasistas ha caído la mitad que
el de las mineras del carbón desde su propio máximo de la década en
2011. Las bolsas han dado tradicionalmente un valor más alto a las
compañías con mayores reservas de petróleo.
En el caso de las grandes
petroleras cotizadas, existe una correlación positiva entre el valor de
empresa (la capitalización de mercado más la deuda neta) y sus reservas
probadas.
Partiendo de esta relación y asumiendo un escenario de 2ºC, que
dejaría improductivas el 29% de las reservas de petróleo, cabe esperar
que las 13 mayores petroleras internacionales por reservas pierdan unos
360.000 millones de dólares de valor. Pero para cumplir el objetivo de
calentamiento de 1,5ºC, esa cifra se multiplicaría por más del doble
hasta 890.000 millones.
Dado que estos productores han perdido casi
400.000 millones de valor de mercado en los tres últimos años, puede
asumirse que sobrevivirían a esa caída. Pero si los legisladores,
movidos por la preocupación de la opinión pública por el medio ambiente,
sitúan el cambio climático al frente de la agenda, estas caídas pueden
acelerarse.
Un descenso súbito del valor de los activos podría provocar
caídas desordenadas de todas las acciones de petróleo y gas.
Las compañías con mayor intensidad de CO2 en sus reservas afrontan
el mayor riesgo de tener que hacer provisiones con motivo de los cambios
en las políticas sobre el cambio climático. Estas incluyen los
productores canadienses de arenas bituminosas Suncor Energy e Imperial
Oil, pero también las firmas de perforaciones de EEUU Pioneer y EOG. Los
productores expuestos a sufrir los reveses más duros son los que
necesitarán más tiempo para utilizar sus reservas.
Esto se conoce como
vida de las reservas. Si nos centramos en estos grupos con mayor
intensidad de CO2 y vidas de las reservas más largas -los que tienen más
que perder- los nombres que aparecen son Rosneft, ExxonMobil,
PetroChina y BP, según Bernstein Research.
Con respecto a las petroleras nacionales, varios países, sobre todo
dentro del cártel de la OPEP, tienen reservas con vidas muy largas.
Producen crudo con relativa lentitud en relación a lo que poseen.
Alrededor del 71% del petróleo sin extraer pertenece a estos países,
desde Irán a Irak y Venezuela.
Mientras que las 50 mayores petroleras
internacionales cotizadas tienen activos de gas y petróleo suficientes
para entre 10 y 20 años, estos países necesitarían de media 68 años para
agotar su suministro.
El 35% de la producción de petróleo y gas está controlada por grupos
internacionales, y el resto por organizaciones nacionales. Si se
trasladan esos porcentajes a los presupuestos de carbono, es evidente
que las productoras estatales tienen mucho más que perder.
En un
escenario de 2ºC, aplicar el 65% de los productores nacionales a un
presupuesto de carbono de 433 GT da 281 GT para los países productores.
Esto implica que casi la mitad de las reservas soberanas de petróleo se
quedarían en el suelo.
A menos que se encuentre una solución para el cambio climático en la
próxima década, el riesgo de de que los precios de los activos de las
petroleras internacionales sufran un fuerte colapso es real. La mayor
amenaza la afrontan las economías que se han vuelto dependientes del
petróleo y el gas.
Sin embargo, los efectos de provisionar los activos
improductivos se dejarían sentir en todo el mundo empresarial. Sería uno
de los mayores cambios de la historia en la distribución del capital.