GIBRALTAR.- En un territorio de ultramar, como es Gibraltar, la posibilidad de un 'Brexit' ha hecho saltar todas las alarmas. Lejos del debate británico sobre si salir o quedarse en la Unión Europea (UE), en este peñón habitado por 33.000 personas donde son habituales el 'fish and chips' y los autobuses rojos de dos pisos, se ve con temor el referéndum programado para junio.
En juego está una economía
basada en los servicios, que en gran parte se sustenta por el acceso al
mercado único europeo, y una contienda por su soberanía con España, que
amenaza su único acceso terrestre al continente.
"Me preocupa
mucho que esto haga insostenible nuestro modelo económico actual", dice
el ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo, desde el blanco
edificio de gobierno, en el centro de la ciudad.
El
territorio -con la mitad de extensión que el menor de los distritos
londinenses- vive del turismo, los servicios financieros, las apuestas
en línea y los servicios portuarios; en el último año financiero, y en
contra de la tendencia regional, creció alrededor de un 10,3%.
Parte
de su atractivo para los inversores extranjeros reside en su baja
fiscalidad combinada a su pertenencia a la UE, lo que permite a las
compañías operar desde el peñón en cualquier país de la comunidad
económica europea sin trabas administrativas.
"Una de las razones
por las que las compañías están aquí es su capacidad de vender servicios
a toda la UE... Y esa razón desaparecerá", advierte Picardo.
Cerca
de la sede gubernamental, una multitud pasea por la calle principal
llena de tiendas, entre ellas el típicamente británico Marks &
Spencer, y los turistas se toman fotografías en las cabinas telefónicas rojas de este sureño y soleado rincón del Reino Unido.
Muchos
acceden a través de la frontera terrestre con España, escenario
habitual de la disputa entre Gibraltar y Madrid, que reclama la
soberanía del Peñón desde que lo cedió al Reino Unido, en 1713.
El
dictador español Francisco Franco cerró el paso en 1969, forzando a los
gibraltareños a salir de la ciudad por aire o mar hasta la reapertura
total, en 1985. Tras años de tira y afloja, las relaciones se tensaron
de nuevo con el actual Gobierno del Partido Popular, que denuncia el
contrabando fronterizo y acusa a Gibraltar de ser un paraíso fiscal.
Durante
el conflicto por las aguas en disputa, las autoridades españolas
reforzaron los controles fronterizos en 2013, provocando largos atascos y
forzando a la Comisión Europea a actuar para rebajar la tensión. Muchos
temen que esto ocurra de nuevo si Reino Unido sale de la UE.
"Más
de la mitad de nuestros clientes son gente que cruza la frontera", dice
Isaac Batista, que trabaja en una licorería en la calle principal,
donde los cigarrillos y el alcohol son muchos más baratos que en España.
"Si
la frontera cierra, será muy diferente", añade, no sólo para los
comerciantes, sino para los 10.000 trabajadores fronterizos que acuden
todos los días a trabajar al Peñón.
Son gente como Manuel Márquez,
empleado en una fábrica del puerto de Gibraltar que cada día, junto a
su mujer María del Carmen, limpiadora, llega con su motocicleta desde la
localidad fronteriza de La Línea de la Concepción.
El hombre, de
57 años, recuerda esperar hasta nueve horas en 2013 para volver a casa
del trabajo. Por protestar, además, recibió dos multas. "Estaba
desesperado (...) Somos miles de personas que estaban allí trabajando,
sufriendo", dice sentado en un restaurante de comida rápida.
Pero,
para Juan Franco, alcalde de La Línea de la Concepción, la mayor
preocupación es el impacto de un posible Brexit en la economía de
Gibraltar.
El desempleo en su municipio de 72.000 habitantes es
del 40%, uno de los peores en España, y la mayoría de los que trabajan
lo hacen al otro lado de la frontera. "Si Gibraltar deja de crear
empleo, será un problema serio para nuestra ciudad".