NUEVA YORK.- A un lado, Janet Yellen. La presidenta de la Reserva Federal tiene ahora un contrincante para el título del orador más escrutado por Wall Street: Donald Trump.
Todos los presidentes de Estados Unidos son 
analizados en detalle por la comunidad financiera en busca de pistas 
sobre qué significará su política para los mercados. Pero el estilo de 
oratoria de Trump, que suele usar frases incompletas que dejan lugar 
para la interpretación, junto con vagas o contradictorias promesas de 
campaña, le convierte en el más complicado de descifrar.
"Sus declaraciones son locas. Dice cosas 
peculiares, como lo de construir un muro y hacer que México lo pague, 
algo que sabes que no va a pasar", dijo Allan Meltzer, historiador de la
 Fed y profesor de economía política en la Carnegie Mellon University, 
en Pittsburg. "Pero sus acciones, en contraste con sus declaraciones, 
han sido muy moderadas", añadió.
La primera prueba de cómo tiene Trump a los 
responsables de política e inversores pendientes de sus palabras ocurrió
 poco después de su conciliador discurso de aceptación en la madrugada 
del miércoles.
Los bonos cayeron y las acciones subieron, ya 
que los inversores realizaron apuestas tentativas a que la difusa 
plataforma de estímulo económico de Trump se traducirá en ganancias 
corporativas y en un aumento de la inflación.
Las apuestas son altas. Con la Cámara de 
Representantes y el Senado bajo control republicano, Trump tiene la 
oportunidad de usar su mandato para reconfigurar radicalmente la 
economía de Estados Unidos.
Ha prometido grandes rebajas de impuestos, 
gasto en infraestructuras y desregulación económica, y quiere poner fin 
al programa de salud Obamacare. En su opinión, estas medidas impulsarán 
el crecimiento y ayudarán a subir los salarios de los que se han quedado
 atrás en un mundo globalizado en el que los trabajos de la "clase 
media" han sufrido.
Con el déficit presupuestario de sólo un 3,2 
por ciento del Producto Interior Bruto, comparado con el 9,8 por ciento 
del 2009, y con unos tipos de interés cercanos a su mínimo histórico, 
Trump tiene margen para poner en marcha un impulso fiscal a gran escala,
 al menos en el corto plazo.
En su contenido discurso de la victoria 
insinuó que las infraestructuras serán una prioridad. Trump dijo: 
"Reconstruiré nuestras autopistas, puentes, túneles, aeropuertos, 
escuelas, hospitales (y) nuestras infraestructuras, que se convertirán, 
por cierto, en las mejores".
Durante su campaña, los discursos de Trump 
estuvieron llenos de superlativos y de pensamientos inacabados que solo 
complican la tarea para operadores y observadores de política económica,
 recursos retóricos de un estilo persuasivo que ayudó a catapultar al 
magnate a la Casa Blanca.
Intentar diseccionar sus palabras es una cosa.
 Pero poner a trabajar el dinero de forma rápida basado en ellas es más 
arriesgado que lo habitual, según Brian Shapiro, presidente ejecutivo de
 SPAG Funds, un gestor de fondos con sede en Nueva York. "Yo no 
reaccionaré, pero el mundo sí. A la gente le va a dar un ataque cardíaco
 si reaccionan a cada palabra", afirmó.
La firma de asesoría económica Fathom 
Consulting calificó el resultado electoral como un "Trump Ligero": como 
presidente electo no querrá o no podrá poner en marcha algunas de sus 
políticas más extremas, como levantar un muro en la frontera con México,
 las deportaciones masivas de inmigrantes y amplias medidas 
proteccionistas.
"Los mercados están esperando para ver si 
vamos a tener al Trump de la campaña o al Trump presidente, con un 
acercamiento más pragmático", dijo Komal Sri-Kumar, presidente de 
Sri-Kumar Global Strategies.
Economistas y gestores de fondos, así como las
 autoridades de la Fed, están atentos para ver qué asuntos prioriza 
Trump. Hasta ahora, los indicios apuntan a que buscará rebajas fiscales,
 un gasto militar adicional y la reforma de la Ley de Cuidado de Salud 
Asequible, conocida como Obamacare.
El presidente de la Fed de Chicago, Charles 
Evans, que habló con la prensa mientras los estadounidenses votaban el 
martes, dijo que intentará dilucidar si las políticas fiscales del nuevo
 presidente "traerán más estímulo, el mismo, o menos", agregando que el 
nivel de volatilidad del mercado aportará una pista.
Trump no ha definido aún su equipo económico. 
No está claro si seguirá, por ejemplo, las tesis de Peter Navarro, 
profesor de la Universidad de California en Irvine, cuyos estudios 
defienden una postura comercial más dura con China; o si se unirá a 
aliados en Wall Street como Steven Mnuchin, un ex empleado de Goldman 
Sachs señalado como potencial secretario del Tesoro.
"Tal y como está, el plan fiscal de Trump es 
bastante vago y no se sostiene", comentó Paul Ashworth, economista de 
Capital Economics, con sede en Toronto. "Esperamos un plan fiscal que 
siga la agenda republicana, pero es probable que tenga una escala mucho 
menor a lo imaginado inicialmente por Trump".
Aunque es probable que estas dudas persistan 
incluso después de que Trump suceda a Obama en enero, "la naturaleza de 
los nombramientos de Trump para su gabinete y el tono de sus audiencias 
de confirmación aliviarán o amplificarán la prima de incertidumbre de 
los mercados", escribió Steven Ricchiuto, economista jefe para Estados 
Unidos en Mizuho.
Más allá de Navarro y Mnuchin, todos los ojos 
estarán puestos en si muchos de los economistas conservadores, como el 
decano de la Universidad de Columbia, Glenn Hubbard, que abandonó a 
Trump en medio de la divisiva campaña, acabarán volviendo como asesores.


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