LONDRES.- Cuando la Reserva Federal de EEUU emitió un comunicado de 250 palabras 
después de elevar los tipos de interés el mes pasado, los mercados se 
centraron solo en un término: “acomodaticia”. Y ni siquiera se 
mencionaba en el texto. 
La omisión de una palabra que había aparecido en declaraciones de la 
Fed durante años hizo que los rendimientos de los bonos bajaran, ya que 
los inversores la interpretaron como una señal de que la postura de la 
Fed ya no era “acomodaticia” —es decir, expansiva, que busca impulsar el
 crecimiento mediante medidas monetarias como la bajada de tipos de 
interés—.  
En el mercado se especuló que la retirada del término 
significaba que la Fed se acercaba al final del ciclo de subidas de 
tipos al estar llegando a un tipo de interés neutral, es decir, ni en un
 nivel bajo que aliente la economía pero impulse la inflación, ni en uno
 elevado que logre el efecto contrario. 
Sin embargo, una semana 
después, el presidente de la Fed, Jerome Powell, quiso rebajar las 
especulaciones diciendo que la omisión de “acomodaticia” simplemente se 
debía a que su política monetaria se estaba desarrollando en línea con 
sus expectativas. Cuando, a continuación, dijo que los tipos de interés 
estaban muy lejos de un nivel neutral, los rendimientos de los bonos 
subieron a máximos de siete años. 
Bienvenido al mundo de la 
comunicación de los bancos centrales. Al igual que los oráculos de la 
antigua Grecia, los responsables de la formulación de las políticas 
monetarias pueden comunicar mucho con una sola palabra, aunque ni 
siquiera la digan. 
Los banqueros centrales han cuidado su 
lenguaje durante mucho tiempo, pero en un contexto de reducción de los 
programas de compra de activos y tipos bajos, son conscientes de que 
nunca ha sido tan importante dar a los mercados las señales correctas 
sobre las perspectivas futuras de su estrategia. 
La Fed no es la 
única que ha generado olas en unos hipersensibles mercados en las 
últimas semanas con mensajes equívocos. Los rendimientos de los bonos se
 dispararon en septiembre después de que el presidente del Banco Central
 Europeo (BCE), Mario Draghi, hablara de un “vigoroso” aumento de la 
inflación. También tuvo que salir a decir que con esa palabra no 
pretendía lanzar un mensaje de política monetaria. 
Estos últimos 
giros del mercado tras interpretaciones confusas de los comentarios de 
la Fed y el BCE están intensificando el debate en torno al peso que se 
da a estos matices semánticos, y algunos se preguntan si hablar en 
código no implicará el riesgo de hacer más daño que bien a las 
economías. 
“Si planeas subir los tipos, dilo. Y si insistes en 
usar estas frases rimbombantes, publica un glosario para que todos 
puedan descifrar el código”, dijo Richard Barwell, un execonomista del 
Banco de Inglaterra que ahora es jefe de análisis macroeconómico de BNP 
Paribas Asset Management.
Barwell
 destaca que el BCE dice que “tiene la intención” de reinvertir en los 
bonos con vencimiento comprados en el marco de su programa de estímulo, 
pero que “prevé” elevar los tipos de interés. 
“Previsiones
 frente a intenciones. ¿Implica esto un nivel de compromiso diferente? 
De acuerdo con el libro de códigos, le están indicando a los 
observadores del BCE que están menos comprometidos con la orientación 
sobre tipos de interés que con la reinversión. ¿Pero por qué no salen y 
lo dicen claro?”, dice. 
Tal es la preocupación por la posibilidad
 de malentendidos que el Banco de Pagos Internacionales, un organismo 
coordinador para los bancos centrales del mundo, intervino en la 
cuestión este mes con un texto que argumentaba que las diferentes 
interpretaciones de las pistas sobre estrategia monetaria ofrecían pocas
 ventajas, e incluso existía el riesgo de infligir daños económicos. 
Su
 estudio de un compromiso anterior de la Reserva Federal de mantener los
 tipos bajos durante un período específico concluyó que los analistas 
pesimistas lo vieron como una señal de que el panorama económico se 
estaba deteriorando. Pero los optimistas, que lo interpretaron como una 
promesa de más estímulos monetarios, elevaron los pronósticos de 
crecimiento e inflación, alentando a su vez un mayor gasto. 
“Nuestras
 conclusiones indican que la orientación que se da sobre la política 
futura es más efectiva cuando los observadores lo ven como una promesa 
de estímulo futuro. Esto refuerza el argumento de que, a menos que los 
bancos centrales puedan hacer más explícito el mensaje al explicar sus 
estrategias futuras, es posible que la orientación sobre políticas 
futuras no estimule el crecimiento económico. De hecho, incluso puede 
disuadirlo “, dijo el BIS. 
Asimismo, los comentarios de los 
bancos centrales parecen cada vez más complejos. En el caso de la Fed, 
las declaraciones posteriores a la reunión tienen un promedio de 360 
palabras, pero la complejidad y los matices del texto han aumentado 
constantemente desde la crisis financiera, según un análisis.
Los banqueros centrales no siempre han sido tan dicharacheros. 
Hace
 solo 24 años que la Fed comenzó a anunciar públicamente los cambios en 
los tipos de interés y solo 20 años desde sus primeras declaraciones 
posteriores a la reunión. 
La orientación a futuro surgió hace una
 década, después de la crisis financiera, como una herramienta para 
dirigir a los mercados en un momento de tipos de interés cercanos a cero
 y complejos programas de estímulo para la compra de bonos. 
No 
cabe duda de que los mercados siempre han sido sensibles al lenguaje de 
las instituciones monetarias. En 1996, la descripción del expresidente 
de la Fed, Alan Greenspan, del repunte en los mercados de valores como 
“exuberancia irracional” hizo retroceder a los mercados. 
Pero en 
aquel entonces, era raro tratar de dirigir el rumbo en los mercados. Se 
decía que la política de comunicaciones del Bundesbank alemán durante 
los años 80 y 90 era que los mercados supieran lo que estaban haciendo, 
pero no lo que iban a hacer mañana. 
Así
 que, mucho antes de que los giros y guiños verbales se convirtieran en 
la norma, los inversores todavía tenían que tratar de predecir los 
movimientos futuros de los bancos centrales. 
Guy Miller, 
estratega jefe de mercado de Zurich Insurance Group, recuerda haberse 
fijado en el maletín de Greenspan y no tanto en sus labios: un maletín 
lleno de documentos anunciaba un cambio de política. 
“Las cosas 
han avanzado mucho y, en parte, fue una función de la crisis financiera.
 Eran tiempos desesperados y una de las formas en que los bancos 
centrales intentaron ayudar fue dando una orientación a los mercados”, 
dijo Miller. 
El Banco de Inglaterra (BOE, por sus siglas en 
inglés) tampoco solía ser muy comunicativo, y solo tuvo competencia para
 cambiar los tipos de interés en 1997. 
Sin embargo, los 
inversores buscaban pistas, como las expresiones faciales del 
gobernador, según recordaba el año pasado el economista jefe del BOE, 
Andy Haldane: “Crisis de la libra: cara triste”. 
En 2016, por 
contra, las comunicaciones del BoE llegaron a 4,5 millones de palabras, 
dijo Haldane. La comunicación no ha mejorado necesariamente con el 
gobernador Mark Carney, criticado por enviar señales dispares sobre el 
calendario de aumento de los tipos.
La
 pregunta para los gestores de activos es cómo aprovechar mejor los 
matices en el lenguaje para obtener ganancias. Una forma es emplear a 
personas familiarizadas con la jerga. 
Aparte de economistas como 
Barwell, hay antiguos empleados de bancos centrales trabajando para 
bancos o fondos, como Axel Weber (Bundesbank), que preside el banco 
suizo UBS, y el expresidente de la Fed de Dallas, Richard Fisher, que 
ahora se encuentra en Barclays. 
“Ese tipo de perfil es muy bueno 
cuando se trata de descifrar lo que quiere decir un dirigente de 
política monetaria”, dijo Nick Gartside, director de inversiones de JP 
Morgan Asset Management. 
La tecnología también puede ser útil 
para descifrar los códigos. Firmas como Prattle trazan patrones de 
lenguaje para un análisis rápido de los textos que determina si son 
mensajes de política restrictiva o expansiva. 
Según su CEO, Evan 
Schnidman, Prattle predijo con precisión más del 96 por ciento de las 
decisiones de política monetaria en los países del G10 desde que comenzó
 a recoger registros hace tres años. 
Pero
 a medida que los bancos centrales terminan los programas de estímulo, 
muchos analistas como Miller, que vieron el maletín de Greenspan en la 
década de 1990, confiesan que están cansados de leer entre líneas. 
“La
 gente está más obsesionada (con las opiniones de los dirigentes de los 
bancos centrales) que con los datos macroeconómicos, y para mí, eso es 
peligroso”, dijo. 

No hay comentarios:
Publicar un comentario