SAO PAULO.- "Destitución ahora". La enorme 
pancarta que cubre la sede de la poderosa Federación de Industrias de 
Sao Paulo (FIESP) anticipa el ambiente: en Brasil, las empresas y los 
mercados ven con buenos ojos una salida de la presidenta de izquierda, 
Dilma Rousseff, acusada de maquillar cuentas.
El jueves la bolsa 
de Sao Paulo subió un 6,6%, el mayor incremento en un solo día en los 
últimos siete años, aunque el viernes cerró a la baja.
"El mercado
 celebra el fin de este gobierno", comentó el analista André 
Leite, de TAG Investimentos. Una celebración que no deja de ser 
paradójica, debido a la conocida aversión de los inversionistas a los 
escenarios de inestabilidad.
El mismo jueves, el nombramiento del 
ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva como ministro, controvertido 
debido a los cargos de corrupción que enfrenta, fue suspendido por un 
juez en Brasilia y luego por un juez del Tribunal Supremo Federal . 
Este
 nuevo revés puede interpretarse como otro síntoma de debilitamiento del
 gobierno de Dilma Rousseff, ya amenazada por un juicio de destitución 
en curso en el Congreso.
La mayor economía de América Latina se 
encuentra hundida en una recesión histórica, mientras se ha disparado la
 inflación, los déficit públicos y la deuda. Las posibilidades de 
celebrar por parte de la comunidad financiera ciertamente no han sido 
muchas en los últimos años. 
Ahora, "los inversores parecen 
centrarse en el hecho de que el Partido de los Trabajadores (PT, 
izquierda) y Dilma van a perder el poder, dando lugar a tiempos más 
felices", señala David Rees, economista de Capital Economics y 
especialista en América Latina, quien reconoce que el aumento en los 
precios del hierro también ha contribuido a la euforia.
La 
política económica de Dilma Rousseff a menudo ha sido criticada por los 
analistas por su falta de control presupuestal y de medidas fuertes para
 enfrentar la crisis.
"Siempre que Dilma parece estar cerca de 
caer, las bolsas suben y baja el riesgo país", el índicador que mide la 
posibilidad de que Brasil no pague su deuda, apunta Margarida Gutiérrez,
 profesora de Macroeconomía en la Universidad Federal de Río de Janeiro.
 
Todos los círculos del poder 
económico en Brasil parecen coincidir. La poderosa FIESP, que cuenta con
 cerca de 130.000 empresas afiliadas, tomó públicamente posición el 
jueves a favor del procedimiento de destitución de la presidenta.
"La
 sociedad quiere un cambio, quiere la destitución", señaló ante la 
prensa Paulo Skaf, presidente de la Federación, soñando en voz alta con 
un Brasil donde se pueda "retomar la inversión, la creación de empleo, 
el emprendimiento, la reactivacion de las empresas, de todos los 
sectores (económicos) brasileños, de los servicios".
Pero puede 
ser demasiado pronto para soñar, advierte David Rees: "No estoy 
convencido de que podamos esperar unas mejores políticas" económicas si 
Rousseff deja el poder.
"Incluso si hay un cambio de gobierno, no 
es claro que quien llegue pueda tener la posibilidad de hacer aprobar 
reformas fuertes, por lo que los problemas estructurales de la economía 
todavía podrían persistir durante algún tiempo", explicó.
El 
procedimiento para impugnar a la jefa de Estado es largo y complejo, y 
requiere el voto de al menos dos tercios de los diputados y senadores, 
lo que podría tomar más de seis meses.
En el clima de creciente 
animosidad que reina en Brasil ese lapso puede acortarse, anticipa Joao 
Augusto de Castro Neves, director de América Latina de la consultora 
Eurasia Group.
"La probabilidad de un cambio de gobierno realmente
 ha aumentado" y es ahora de 75%, de acuerdo con sus estimaciones y 
"podría ocurrir a comienzos de mayo".
En caso de que Dilma 
Rousseff sea destituida, asumiría el poder su vicepresidente Michel 
Temer, jefe del partido centrista PMDB, hasta la realización de 
elecciones generales en 2018. 
"Un gobierno de (Michel) Temer se 
beneficiaría de una luna de miel, es cierto, pero la pregunta es: 
¿cuánto tiempo va a durar?", agrega de Castro Neves. Incluso si un nuevo
 presidente puede devolver confianza a la economía, "no va a tener 
capital político para implementar reformas ambiciosas", advierte.
Finalmente,
 recuerda el analista, existe otro peligro: que Michel Temer pueda verse
 también involucrado, directa o indirectamente, en los dos grandes 
escándalos que sacuden a Brasil: la corrupción en el gigante petrolero 
Petrobras y la financiación de la campaña presidencial de 2014.

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