
En el escándalo financiero relativo al establecimiento fraudulento de una tasa interbancaria británica –la London Interbank Offered Rate
(Libor)–, también se quiere identificar al policía corrupto, cosa que
no resulta fácil dado el gran número de candidatos al papel. Cada día,
una veintena de grandes entidades financieras (Barclays, Deutsche Bank,
HSBC, Bank of America, etc.) fijan el valor del Libor. Y éste sirve de
referencia a unas transacciones que alcanzan una cuantía total de 800
billones de dólares (no, no es un error de impresión), en particular en
el mercado de productos derivados (1). Las cifras en cuestión son tan
faraónicas que conducen a la prensa no financiera a centrar su atención
en la peccata minuta, más conforme a la escala humana: padres
que se gastan las prestaciones familiares sin garantizar la presencia de
sus hijos en la escuela, empleados griegos que completan su humilde día
a día trabajando y cobrando en negro. A ellos les está reservada la ira
de los gobernantes y del Banco Central Europeo.
Si bien la manipulación del Libor pudiera parecer complicada, es tan clarificadora como la escena de Casablanca.
Preocupados por adornar su estado de salud y así poder obtener fondos a
mejor precio, los grandes bancos, cuya palabra era dogma de fe,
subestimaron durante años la tasa a la que pedían prestado. Una vez esta
tasa estaba declarada, determinaba seguidamente la del Libor, y por
tanto la de sus futuros préstamos... Cayendo “físicamente enfermo” por
el “descubrimiento” del fraude cometido por su banco, el jefe de
Barclays dimitió el 3 de julio. El gobernador del Banco de Inglaterra
pretendía también hacer creer que se había enterado de la estafa en
cuestión tan sólo unas semanas atrás (2).
¿“Verdaderamente
escandalizado al descubrir” el pastel? Debe ser que Barclays y el Banco
de Inglaterra no leen la prensa financiera, ya que, el 16 de abril de
2008, el Wall Street Journal había publicado un artículo
titulado “Banqueros ponen en duda una tasa clave”. El primer párrafo
rezaba: “Uno de los barómetros más importantes de la salud financiera
mundial podría estar mandando señales erróneas”...
Así
pues, nuestro mundo está infestado de datos arbitrarios o adulterados
(Libor, “regla de oro”, nivel de la deuda o déficits públicos que cabe
no superar...) en nombre de los cuales se martiriza a pueblos enteros,
como en España. Quienes infligen tales castigos con la mayor crueldad
permanecen aureolados de respeto, bien presidan un banco central o una
agencia de calificación. No obstante, cuatro años después del
desencadenamiento de una de las mayores crisis de la historia, la
cuestión de su utilidad social está zanjada.
(*) Periodista y director de Le Monde diplomatique
(1) Léase Ibahim Warde, “La dérive des nouveaux produits financiers”, Le Monde diplomatique, París, julio de 1994.
(2) Cf. “Missteps on Libor Doomed Top Executives at Barclays”, The Wall Street Journal, Nueva York, 15 de julio de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario