BRASILIA.- El presidente brasileño, 
Michel Temer, aseguró hoy, al cumplir un año en el poder tras la 
destitución de Dilma Rousseff, que tiene "la certeza más absoluta" de 
que el país está en el "camino correcto" sin haber "apelado al 
populismo".
 "Estamos llegando al fin de una 
larga recesión, comenzamos a preparar al país para una fase de 
desarrollo y para una democracia de la eficiencia", aseguró el 
mandatario en un acto que congregó a sus 28 ministros, a los jefes de 
las cámaras legislativas y a los presidentes de todos los organismos y 
empresas estatales.
 Temer asumió el poder el 12 de mayo del año 
pasado primero en forma interina, cuando la Cámara de Diputados separó 
de su cargo a Rousseff para someterla a un juicio político, y fue 
confirmado en el cargo en agosto, con la definitiva destitución de la 
presidenta.
 El gobernante dijo que, en los 
últimos doce meses, su Gobierno ha impuesto "una importantísima agenda 
de reformas", la cual admitió que había "nacido antes" con una propuesta
 formulada por el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), 
que él lidera.
 Aludió así a un polémico 
documento que el PMDB presentó a inicios de 2015, que incluía muchas de 
las reformas conservadoras que ahora se imponen, pero fue rechazado por 
Rousseff y abrió la puerta a las divergencias con Temer, su entonces 
vicepresidente.
 Temer afirmó que, hace un 
año, "había un descontrol billonario de todas las cuentas públicas, un 
desempleo preocupante, una inflación galopante y unas tasas de interés 
absurdamente altas", pero señaló que hoy, gracias a las "medidas 
correctas", ese escenario comienza a cambiar.
 Aseguró que el control de las finanzas públicas se recupera 
gradualmente y que tanto la inflación como los tipos de interés están 
cediendo, aunque admitió que el desempleo se mantiene como el principal 
"reto" del Gobierno, con tasas del 13 % que suponen unos 14 millones de 
trabajadores en el paro.
 Según el 
mandatario, la mejora de casi todos los indicadores del país son 
consecuencia del severo plan de ajuste fiscal que adelanta el Gobierno, 
que implica duras reformas de las leyes laborales y del sistema de 
jubilaciones, pero que permite "recuperar la confianza de los 
inversores" en el rumbo de la economía.
 "El 
desempleo es la peor herencia dejada por una época de gastos 
descontrolados, pero comenzará a ceder", pues "el optimismo empieza a 
aparecer en los gestos del pueblo brasileño" y será aún mayor con "una 
modernización laboral que generará más trabajo", garantizó.
 Temer también aludió a la turbulenta situación política del país antes y
 después de la destitución de Rousseff y declaró que también era 
necesario "pacificar al país", que no quiere "brasileños contra 
brasileños", sino "brasileños con brasileños", "trabajando juntos".
 En ese marco, aludió a su "excelente relación" con el Congreso, con el 
cual sostuvo que durante la gestión de Rousseff "no había diálogo" y que
 ahora, al contrario, "gobierna con el Ejecutivo" gracias a una relación
 "armónica" y de constante consulta.
 Según 
Temer, su misión en el Gobierno es "acomodar la casa, la administración y
 dar buenos resultados", lo cual "no es una cuestión de ideología, sino 
de responsabilidad y coraje para hacer lo que es necesario".
 El gobernante aseguró que "lo que el pueblo quiere es resultados. De 
dónde y cómo vienen no importa, pues los rótulos perdieron todo 
significado" y su Gobierno, "sin apelar al populismo", está volcado a la
 construcción de "pilares muy sólidos para garantizar un padrón de 
crecimiento sustentable". 

 
 
 
 
 
 
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