La inteligencia artificial (IA) no es el último grito del progreso
tecnológico. La lavadora doméstica se sirve de ella: sabe que primero ha
de recibir la ropa; luego, llenar de agua el recipiente; después,
repetir diversos ciclos de lavado, según el programa elegido, antes de
centrifugar la carga y, por último, evacuar el agua y detenerse. La
decisión humana solo interviene en la iniciación del proceso y es la IA
embebida en la tecnología del aparato la que lo desarrolla y lleva a
cabo.
Pero el asunto puede ir más allá. Como ya apunté en el comentario de
la pasada semana, la IA se cierne ahora sobre el campo de batalla y
puede encarnarse en los más diversos ingenios bélicos con consecuencias
impredecibles. Es precisamente en la imprecisa frontera entre las
decisiones humanas y las decisiones que toma la IA donde surge un
problema de difícil planteamiento.
Es ya imaginable un campo de batalla donde numerosas armas robóticas
controladas por IA se enfrenten entre sí a un ritmo tan rápido que el
jefe militar sea incapaz de seguirlo. Los mandos de unidad se verán
obligados a servirse de dispositivos inteligentes que les ayuden a
decidir qué tipo de armas han de utilizar, dónde y contra qué objetivos.
Este sistema puede aceptarse para armas convencionales pero
presentaría un grave riesgo si se tratara de usar armas nucleares. Y
sucede que las FAS de EE.UU. desde finales de 2017 están experimentando
una transformación que las orienta más hacia el combate contra ejércitos
como los chinos o rusos, equipados con todo tipo de armamento, que
contra insurgentes dispersos y mal armados, como en la guerra contra el
terrorismo.
Para ese tipo de guerra habrá que utilizar armas diversas y
complementarias, como aviación, misiles, artillería, carros de combate,
etc. que, en su mayor parte robotizadas, habrán de operar con muy poco
control humano directo y siguiendo las rápidas vicisitudes de un combate
en el que los jefes militares se limitarán a establecer las líneas
generales de la operación. Serán las armas “inteligentes” las que
decidirán el modo concreto de adaptarse al cumplimiento de la misión,
tomando con rapidez múltiples decisiones a bajo nivel que son las que
determinarán el resultado de la batalla.
La rapidez en la toma de decisiones y en la ejecución de lo decidido
será esencial para la supervivencia. Los combatientes humanos pueden ser
rápidos pero los robots inteligentes les superarán y podrán reaccionar
con acierto ante situaciones complicadas. En 2017 un alto mando militar
de EE.UU. informó al Congreso sobre la adopción de la IA que “aportará
una gran velocidad y precisión al mando y control, mientras que la
robótica actuará en un complejo teatro de operaciones donde las máquinas
se enfrentarán entre sí, en el espacio y en el ciberespacio, donde la
rapidez es esencial”.
No es extraño que en la actualidad se esté desarrollando una carrera
en el campo de la IA entre EE.UU., Rusia y China (en la que también
participan Israel, Corea del Sur y el Reino Unido), que no es sino la
continuación de otras anteriores: ametralladoras contra caballería,
acorazados pesados antes de la 1ª G.M., los cazas contra los bombarderos
o la búsqueda de la desintegración nuclear para convertirla en arma.
Habrá que aceptar que los seres humanos no son tan fiables y seguros
como los robots dirigidos por modernos sistemas de IA. Pero, al
contrario que éstos, poseen dos importantes capacidades: la de poder
observar desde una amplia perspectiva lo que sucede en el entorno donde
operan y la de ser capaces de establecer relaciones empáticas con el
adversario. Esto puede resultar crítico en lo que se refiere a las armas
nucleares.
Si el conflicto de los misiles cubanos hubiera sido conducido por los
perfeccionados algoritmos de un sistema “inteligente” de guerra
nuclear, estas líneas nunca hubieran visto la luz. Pero hubo dos actores
humanos -los presidentes Kennedy y Jruschef- que establecieron contacto
personal y tomaron las decisiones definitivas, gracias a las cuales
podemos hoy analizar las ventajas y los inconvenientes de la IA aplicada
a los artefactos bélicos.
(*) General de Artillería en la Reserva y Diplomado de Estado Mayor en España
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