lunes, 7 de enero de 2019

La inteligencia artificial en la guerra futura / Alberto Piris *

La inteligencia artificial (IA) no es el último grito del progreso tecnológico. La lavadora doméstica se sirve de ella: sabe que primero ha de recibir la ropa; luego, llenar de agua el recipiente; después, repetir diversos ciclos de lavado, según el programa elegido, antes de centrifugar la carga y, por último, evacuar el agua y detenerse. La decisión humana solo interviene en la iniciación del proceso y es la IA embebida en la tecnología del aparato la que lo desarrolla y lleva a cabo.

Pero el asunto puede ir más allá. Como ya apunté en el comentario de la pasada semana, la IA se cierne ahora sobre el campo de batalla y puede encarnarse en los más diversos ingenios bélicos con consecuencias impredecibles. Es precisamente en la imprecisa frontera entre las decisiones humanas y las decisiones que toma la IA donde surge un problema de difícil planteamiento.

Es ya imaginable un campo de batalla donde numerosas armas robóticas controladas por IA se enfrenten entre sí a un ritmo tan rápido que el jefe militar sea incapaz de seguirlo. Los mandos de unidad se verán obligados a servirse de dispositivos inteligentes que les ayuden a decidir qué tipo de armas han de utilizar, dónde y contra qué objetivos.

Este sistema puede aceptarse para armas convencionales pero presentaría un grave riesgo si se tratara de usar armas nucleares. Y sucede que las FAS de EE.UU. desde finales de 2017 están experimentando una transformación que las orienta más hacia el combate contra ejércitos como los chinos o rusos, equipados con todo tipo de armamento, que contra insurgentes dispersos y mal armados, como en la guerra contra el terrorismo.

Para ese tipo de guerra habrá que utilizar armas diversas y complementarias, como aviación, misiles, artillería, carros de combate, etc. que, en su mayor parte robotizadas, habrán de operar con muy poco control humano directo y siguiendo las rápidas vicisitudes de un combate en el que los jefes militares se limitarán a establecer las líneas generales de la operación. Serán las armas “inteligentes” las que decidirán el modo concreto de adaptarse al cumplimiento de la misión, tomando con rapidez múltiples decisiones a bajo nivel que son las que determinarán el resultado de la batalla.

La rapidez en la toma de decisiones y en la ejecución de lo decidido será esencial para la supervivencia. Los combatientes humanos pueden ser rápidos pero los robots inteligentes les superarán y podrán reaccionar con acierto ante situaciones complicadas. En 2017 un alto mando militar de EE.UU. informó al Congreso sobre la adopción de la IA que “aportará una gran velocidad y precisión al mando y control, mientras que la robótica actuará en un complejo teatro de operaciones donde las máquinas se enfrentarán entre sí, en el espacio y en el ciberespacio, donde la rapidez es esencial”.

No es extraño que en la actualidad se esté desarrollando una carrera en el campo de la IA entre EE.UU., Rusia y China (en la que también participan Israel, Corea del Sur y el Reino Unido), que no es sino la continuación de otras anteriores: ametralladoras contra caballería, acorazados pesados antes de la 1ª G.M., los cazas contra los bombarderos o la búsqueda de la desintegración nuclear para convertirla en arma.

Habrá que aceptar que los seres humanos no son tan fiables y seguros como los robots dirigidos por modernos sistemas de IA. Pero, al contrario que éstos, poseen dos importantes capacidades: la de poder observar desde una amplia perspectiva lo que sucede en el entorno donde operan y la de ser capaces de establecer relaciones empáticas con el adversario. Esto puede resultar crítico en lo que se refiere a las armas nucleares.

Si el conflicto de los misiles cubanos hubiera sido conducido por los perfeccionados algoritmos de un sistema “inteligente” de guerra nuclear, estas líneas nunca hubieran visto la luz. Pero hubo dos actores humanos -los presidentes Kennedy y Jruschef- que establecieron contacto personal y tomaron las decisiones definitivas, gracias a las cuales podemos hoy analizar las ventajas y los inconvenientes de la IA aplicada a los artefactos bélicos.


(*) General de Artillería en la Reserva y Diplomado de Estado Mayor en España



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