TOKIO.- El primer ministro Shinzo Abe lleva desde diciembre de 2012 en que llegó
al poder tratando de sacar a la país de dos décadas de estancamiento
con la aplicación de una agresiva política de reformas estructurales,
que hasta ahora no ha dado los resultados esperados.
La realidad es que
las dos décadas de crecimiento económico estancado no están siendo
traumáticas. El país mantiene un nivel de vida y tecnológico envidiable
–el paro está en torno al 4%- y la población no da muestras de estar
insatisfecha. Sin embargo, los cambios demográficos y la fuerte
competencia de otras potencias asiáticas como China y Corea del Sur
explican las urgencias de Abe.
El tinte autoritario del primer ministro nipón que se desprende de su
forma de imponer las reformas ya quedó de manifiesto con sus
controvertidas opiniones sobre el reciente pasado de Japón. Abe
cuestionó la existencia de las esclavas sexuales en el Ejercito imperial
durante la Segunda Guerra Mundial y que los criminales de guerra
nipones lo fueran desde la óptima de su país.
Este desprecio de los hechos históricos se compagina bien con ese
plan reformista que quiere impulsar al 'homo habilis' del siglo XXI en
detrimento de las especialidades del conocimiento más ligadas al ser
humano: el pensamiento, la literatura, la música, la teoría de la
justicia, la estética.
Entre las características más genuinas de las
humanidades figura el fomento de la autocrítica, la creatividad y la
capacidad de análisis más allá del momento inmediato. Y estos aspectos,
aunque no sean fácilmente cuantificables, sirven para impulsar a un país
y mejorar la formación y vida de sus habitantes.
En cualquier caso, no parece que los planes del Ejecutivo nipón sean un hecho aislado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario