El frenazo económico de Alemania durante los últimos meses y la
publicación de unas cifras realmente malas sobre Italia, que denotan su
estancamiento, han puesto en marcha una catarata de diagnósticos
pesimistas sobre el inmediato futuro de la economía europea. Esta
semana, los ministros de Finanzas del euro tendrán que analizar con
detenimiento los detalles del estado económico europeo y actuar en
consecuencia.
Cualquier actuación tendrá que ser, sin embargo, muy medida ya que
añadir ingredientes de inestabilidad a la economía europea puede
entrañar serios riesgos en las condiciones actuales. Italia es una de
las cuatro grandes economías de la zona y su estancamiento económico ha
activado presiones internas para impulsar una política fiscal y
presupuestaria agresiva, que es justamente lo que están mirando con
lupa y con sentido crítico en Bruselas.
Italia corre el riesgo de adentrarse en una crisis de financiación
significativa si los mercados agudizan el castigo sobre este país, que
ya ha superado la cota de los 300 puntos básicos en su prima de riesgo.
Este aumento de los costes financieros hace peligrar el retorno del
país al equilibrio fiscal, lo que puede traducirse en un incremento de
la ya abultada Deuda Pública, la mayor entre las de los grandes países
de la zona euro en relación con el PIB.
Los datos de cierre del año 2017
aportados esta primavera pasada por Eurostat colocaban a Italia con un
endeudamiento equivalente al 131,8% del PIB frente al 86,7% de la zona
euro. España cerró, siempre según las cifras de Eurostat, en el 98,3%
mientras Alemania se situó en el 64,1%. En teoría, el porcentaje
virtuoso es el 60%, ya alcanzado este año por Alemania, aunque Italia se
encuentra en serio peligro de acelerar su grado de precariedad.
El manejo de la crisis italiana constituye todo un desafío al que
los titulares de Finanzas de la zona euro habrán de enfrentarse a partir
de esta misma semana. La situación no pinta nada fácil, ya que el Banco
Central Europeo (BCE) ha ratificado su decisión de retirar a corto
plazo, antes de que acabe el año, sus estímulos monetarios, lo que
provocará la retirada del mercado del mayor comprador de deuda europea,
lo que agravará aún más las perspectivas italianas. También las de otras
economías europeas, pero en el caso italiano el impacto marginal
negativo puede ser muy superior.
Las alarmas sobre la debilidad de la economía europea ya saltaron
hace escasas fechas cuando se dio a conocer el débil crecimiento del PIB
de la zona euro, apenas un 0,2%, tras el 0,3% de crecimiento trimestral
en el periodo inmediatamente anterior, lo que también representó un
retroceso.
Lo que ahora preocupa no es solo el ritmo decreciente de la
actividad (que en el caso de Alemania se ha visto puntualmente afectado
por las ventas de coches a causa de los cambios de normativa de
emisiones, algo que también están reflejando otras economías europeas),
sino el hecho de que el BCE ya no contará con instrumentos para
contrarrestar este desfallecimiento sino que incluso puede iniciar de
aquí a unos meses (finales del año 2019) un cambio monetario con subidas
de tipos.
Estas expectativas se suman a la inestabilidad política que muestra
Alemania y la incertidumbre que se abre tras el anuncio de la retirada
de Angela Merkel sin olvidar el incierto desenlace del Brexit y los
tambores de guerra comercial que ha desatado Estados Unidos. En suma,
un panorama poco alentador.
(*) Periodista y economista español
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