MÉXICO.- La
nacionalización del petróleo por parte del presidente Lázaro Cárdenas
en 1938 marcó un momento histórico para México del que hoy se cumplen 80
años en medio de una reforma energética que devuelve parte del pastel a
la iniciativa privada.
"A
las 22 horas di a conocer por radio a toda la Nación el paso dado por
el Gobierno en defensa de su soberanía, reintegrando a su dominio la
riqueza petrolera que el capital imperialista ha venido aprovechando
para mantener el país dentro de una situación humillante", recogió
Lázaro Cárdenas (1895-1970) en su libro "Apuntes".
El político izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas, hijo
de Lázaro Cárdenas, destacó que la expropiación fue un "hecho muy
importante" porque supuso "el rescate de la soberanía económica del país
y puso a la industria petrolera al servicio del interés general" lo que
impulso el desarrollo económico del país durante décadas.
El
Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) ya estipulaba en su plan
sexenal que se debía nacionalizar el subsuelo y lograr un equilibrio de
fuerzas en la industria petrolera, entonces en su mayoría en manos
extranjeras.
Adicionalmente,
en 1935 se fundó el poderoso Sindicato de Trabajadores Petroleros de la
República Mexicana, aunque las negociaciones para un contrato colectivo
se rompieron pronto pese a la importancia del sector, en un país que
hoy se sitúa entre los 20 con mayores reservas de petróleo del mundo.
El
conflicto se trasladó a la justicia, y de ahí saltó a la política,
cuando las petroleras decidieron no acatar una sentencia de la Suprema
Corte, en un litigio contra los trabajadores.
"Al
negarse a cumplir con el fallo, las compañías convirtieron un asunto
laboral en una disputa sobre la soberanía de la nación sobre su
territorio", opinó la historiadora Anna Ribera en una conferencia
celebrada esta semana.
Ese
viernes 18 de marzo Lázaro Cárdenas dio un mensaje a la nación en la
que destacaba que el actuar de las petroleras, al no acatar la justicia,
podría "destruir las normas sociales".
Por
ello, aplicó la Ley de Expropiación, que además aseguró que permitiría a
los trabajadores del sector preservar su empleo, y pidió a la nación el
respaldo "moral y material".
El
decreto se firmó horas después, y, como anécdota, ese fin de semana
Lázaro Cárdenas no cambió sus planes habituales. Se fue de excursión al
Nevado de Toluca. "Fuimos en familia, a caminar y a descansar", dijo su
esposa Amalia Solórzano, y recoge la biografía "Cárdenas por Cárdenas".
El
hecho fue sorprendente y se ganó rápidamente el apoyo popular, pero no
de las empresas petroleras ni de importantes aliados con intereses en el
sector como Estados Unidos.
También asustó a la patronal, aunque Cárdenas pronto les aseguró que la medida era "totalmente excepcional".
El
26 de marzo, el Zócalo era un hervidero de ciudadanos apoyando la
expropiación. El presidente, consciente de la trascendencia de la
decisión, pidió apoyo a la ciudadanía y alertó también de las primeras
consecuencias internacionales del mismo; Estados Unidos canceló las
ingentes compras de plata que hacía a México.
Por su parte, los británicos se mostraron sorprendidos e irascibles ante la decisión de Cárdenas, al que tildaban de dictador.
Las
compañías expropiadas creían que les devolverían las empresas, y se
había negado a negociar una indemnización, e impulsaban una campaña de
descrédito a México.
Ante
la imposibilidad de colocar petróleo en los mercados usuales, el
Gobierno de México se vio impulsado a vender crudo a países como
Alemania, Italia o Japón, en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial.
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