LONDRES.- Los conflictos han dominado en gran medida un 2024 que, en el ámbito
internacional, ha dejado cambios de gobierno, tensiones geopolíticas,
desastres naturales y violaciones de los Derechos Humanos, entre otras
noticias aparejadas en ocasiones a nombres propios de políticos
responsables de cuestionadas decisiones.
Desde el 7 de octubre,
gran parte de los focos han apuntado hacia la Franja de Gaza, origen de
un atentado sin precedentes a manos de milicianos de Hamás con 1.200
víctimas mortales que desató una ofensiva militar israelí que acumula
más de 20.000 palestinos fallecidos.
El conflicto ha
consolidado a Estados Unidos como principal valedor de Israel, pese a
las crecientes críticas tanto internas como desde el extranjero a la
labor del Gobierno de Benjamin Netanyahu, que vio alejarse la
perspectiva de normalización política con el mundo árabe sobre el que
venía años trabajando.
El temor a un contagio del conflicto es
constante, habida cuenta de los lazos que Irán mantiene no sólo con
Hamás, sino también con Hezbolá en Líbano o, en Yemen, con los rebeldes
hutíes, protagonistas en las últimas semanas por sus amenazas a la
navegación comercial en el mar Rojo. Irán, además, ha suscrito en 2023
un histórico acuerdo para normalizar relaciones con Arabia Saudí.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ha expresado en varias
ocasiones su temor a que la agresión militar rusa haya quedado en un
segundo plano y, por extensión, los aliados occidentales comiencen a
flaquear en cuanto a apoyo. El Congreso estadounidense titubea para
aprobar nuevas ayudas, si bien la batería de sanciones contra Rusia
sigue y, por ejemplo, la UE ya acumula 12 tandas.
En el terreno
militar, las fuerzas ucranianas lograron ciertos avances tras el
lanzamiento en junio de una contraofensiva, pero los frentes no han
sufrido grandes cambios en las últimas semanas. El temor a un
estancamiento que cronifique el conflicto se extiende, por lo que Kiev
pide más y mejores armas.
Esta guerra ha derivado dentro de
Rusia en el mayor desafío hasta la fecha para el poder de Vladimir
Putin: la rebelión lanzada en junio por el Grupo Wagner, una red de
mercenarios liderada por el oligarca Yevgeni Prighozin, que terminó
falleciendo en un supuesto accidente aéreo el 23 de agosto. Putin se
lava las manos mientras confirma que se presentará a la reelección en
marzo de 2024, de nuevo sin grandes rivales enfrente.
Las diferentes guerras sirven para que las principales potencias se
posicionen y, así, han evidenciado los diferentes enfoques entre Estados
Unidos y China, llamados a ser los dos principales polos de poder
global. Pekín y Washington libran además su particular tira y afloja
bilateral que va desde lo comercial a lo político y que vivió un periodo
de especial tensión tras el derribo en febrero de un presunto globo
espía chino por parte de Estados Unidos.
El presidente de
China, Xi Jinping, inició en marzo el que es ya su tercer mandato,
marcado en sus primeros compases por una consolidación de poder que ha
implicado purgas y una reivindicación de cuestiones geopolíticas clave
como puede ser la soberanía sobre Taiwán, potencial polvorín político e
incluso militar.
En Estados Unidos, en cambio, los principales
líderes toman posiciones para un 2024 con elecciones presidenciales a la
vista. El actual mandatario, Joe Biden, volverá a presentarse, mientras
que su teórico rival, Donald Trump, no renuncia a una nueva candidatura
pese a haber acumulado una batería de causas judiciales en este año que
ahora termina: al posible fraude empresarial se le suman imputaciones
por su papel en el asalto al Capitolio y por poner en duda el proceso
electoral de 2020.
Europa ha visto
en 2023 cómo se coronaba a un rey, Carlos III, y cómo crecían las
amenazas terroristas en varios países, derivadas en parte de las
tensiones en Oriente Próximo. Finlandia, Eslovaquia y Polonia han vivido
cambios de Gobierno mientras que Países Bajos y Portugal atisban ya el
final de sus respectivos primeros ministros, Mark Rutte y António Costa,
este último salpicado por un presunto escándalo de corrupción.
La Unión Europea se ha visto obligada a replantear su futuro como
bloque, abriéndose a nuevas incorporaciones como la de Ucrania pese a no
haber avanzado en el debate pendiente sobre la ampliación, a no
encontrar una voz común en conflictos como el de Gaza y a sufrir
situaciones de bloqueo como la liderada por Hungría, cuyo líder, Viktor
Orbán, ha cuestionado enfoques clave.
En el tramo final del
año, los Veintisiete han salvado consensos como una regulación sin
precedentes sobre inteligencia artificial o un pacto migratorio que
refuerza el control en fronteras y plantea una solidaridad a la carta.
El Mediterráneo es la ruta migratoria más mortífera del mundo y acumula
más de 28.000 fallecidos desde 2014 --en junio medio millar de migrantes
perecieron en un único naufragio cerca de Grecia--, según la ONU.
Fuera de la UE, en los Balcanes, la situación sin resolver del norte
de Kosovo ha relanzado las tensiones con Serbia y, más al este aún, una
ofensiva azerí sobre la región separatista de Nagorno-Karabaj ha
empujado a Armenia a unos 100.000 refugiados y ha permitido a Azerbaiyán
hacerse con el control definitivo de la zona.
En América Latina, el año arrancó el 1 de enero con la toma de
posesión en Brasil del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y siguió
apenas unos días después con un asalto a las sedes de los principales
poderes en Brasilia por parte de simpatizantes del exmandatario Jair
Bolsonaro.
También ha habido cambio de Gobierno en Ecuador,
donde el empresario Daniel Noboa ha tomado las riendas tras la caída
antes de tiempo de Guillermo Lasso, y en Argentina, que ha pasado página
del peronismo de forma abrupta para escorarse hacia la ultraderecha de
la mano de Javier Milei.
En Guatemala, los comicios han
derivado en un pulso sin precedentes liderado por el Ministerio Público
para poner en tela de juicio la victoria del izquierdista Bernardo
Arévalo, que tomará posesión en enero, mientras que en Venezuela el
chavismo y la oposición intentan a duras penas sentar las bases de un
proceso electoral con garantías que depende entre otras cosas de la
revisión de inhabilitaciones de dirigentes clave como María Corina
Machado, vencedora de las primarias opositoras de octubre.