SIDNEY.- El Gobierno australiano anunció hoy 
un plan contra el cambio climático de 3.500 millones dólares 
australianos (unos 2.503 millones dólares o 2.207 millones euros) para 
alcanzar su objetivo de reducción de emisiones en 2030.
"Reconocemos
 que tenemos que hacer frente al cambio climático", dijo el primer 
ministro, Scott Morrison, que insistió en que los australianos no tienen
 que escoger "entre la economía y el medio ambiente".
El plan incluye la implementación de un Fondo de Solución
 Climática de 2.000 millones de dólares australianos (1.429 millones 
dólares o 1.260 millones euros), la pieza central de su política 
climática, para alcanzar sus objetivos de reducción de emisiones.
Este
 fondo, que es una extensión del Fondo de Reducción de Emisiones creado 
en 2014 por el entonces primer ministro Tony Abbott cuando este eliminó 
el impuesto a las emisiones de carbono, apunta a reducir las emisiones 
en entre un 26 y un 28 por ciento en 2030.
Este fondo 
financiará a gobiernos locales, empresas y agroganaderos para que pongan
 en marcha proyectos de vegetación, para la reducción de incendios o el 
reemplazo de sus sistemas de alumbrado y refrigeración.
La
 medida fue calificada como "demasiado poco, demasiado tarde" por el 
Consejo del Clima, un organismo independiente creado tras la disolución 
de una comisión gubernamental por el clima ordenada por Abbott, uno de 
los defensores de la producción de carbón en Australia.
"El
 gobierno federal ha fracasado en hacer frente al cambio climático 
porque no se ha centrado en la reducción de nuestra dependencia en los 
combustibles fósiles, particularmente en sectores como la electricidad y
 el transporte", dijo la directora ejecutiva del consejo, Amand 
McKenzie. 
"Australia seguirá escupiendo más y más contaminación a la atmósfera", añadió McKenzie en un comunicado.
Morrison
 hizo el anuncio en medio de las diferencias en el Partido Liberal sobre
 política energética y a menos de tres meses de las próximas elecciones,
 en las que el alto coste de la electricidad, generada en gran parte con
 carbón, es una de las preocupaciones de los electores.
Las
 diferencias sobre la política energética ha sido clave en la caída de 
varios primeros ministros en la última década, tanto laboristas como 
liberales, en un país que es uno de los principales contaminadores del 
mundo per cápita y con un retraso en la transición a las energías 
limpias.

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