Esta vez sí. 
China habría dado un salto hacia delante. Adiós al fracaso 
económico del Gran Salto y la Revolución Cultural maoísta. Adiós a las
 hambrunas y a la industrialización en cada esquina, aquellas 
fantasías del gran timonel asiático. 
Adiós
 también al imperialismo occidental con sus Guerras del Opio y el bello 
legado de sus construcciones en Shanghai o en Bangkok. El imperialismo 
marcha en dirección contraria, este-oeste. Nuevas tecnologías y 
productos con Japón como primer protagonista seguido por los tigres 
asiáticos y el dragón chino ocupando un lugar preferente en el escenario
 del mercado global.
Un desafío para el titular a la categoría de los pesos pesados: el 
presidente de los EEUU. Él incumbent estadounidense exige modificar las 
reglas para enfrentarse al difícil combate de la competencia.
En 2017 el déficit comercial de los EEUU en el resto del mundo fue 
del orden de 810 mil millones de dólares, el principal responsable del 
desequilibrio fue el cinturón de países de la Cuenca del Pacífico, casi 
un 40% del total. (Europa contribuiría con un 21,3%).
Ahora bien en esa área geográfica China ocupa lugar destacado: un 23%
 de las importaciones de los EEUU proceden del gigante asiático. Para 
mayor humillación las exportaciones de China a EEUU en 2017 crecieron un
 13% mientras las ventas americanas a China lo hacían en un 5,4%. Las 
cifras más recientes, enero-febrero 2018, corroboran esta tendencia: las
 ventas de China a EEUU aumentaron un 19% y las exportaciones americanas
 se mantuvieron estacionarias.
La administración estadounidense con su presidente a la cabeza, 
exigen un drástico recorte del desequilibrio: 100 mil millones de 
dólares en los doce meses que se inician el próximo junio y otros 100 
mil millones en los meses siguientes a junio de 2019.
Medidas protectoras a la importación y además exigencia inexcusable para
 que las autoridades chinas no repliquen con medidas de retorsión contra
 las ventas de mercancías estadounidenses.
Obsérvese que los tres principales capítulos de las exportaciones 
americanas a China son: aeronaves, semillas de soja y automóviles. Estos
 dos últimos epígrafes se corresponden con jurisdicciones electorales 
muy próximas a Trump.
Sorpresa. La pasada semana y a petición personal del presidente Hi el
 presidente Trump aceptaba una moratoria en la prohibición ya 
establecida contra una serie de componentes en los automóviles. Varias 
fábricas chinas así como diversos suministradores americanos quedarían 
paralizados.
¿Se repetirán las excepciones para los principales capítulos de la 
exportación china a EEUU? En efecto, los teléfonos móviles representan 
el 14% de los 462.618 millones de dólares vendidos en EEUU; las 
computadoras y los accesorios también son otro 14% y los equipos de 
telecomunicación el 6,5%.
¿Podrá el gobierno chino reducir estos flujos de exportación?. 
Recuérdese que Occidente dentro de la Organización Mundial de Comercio 
viene insistiendo en que China se convierta en una efectiva economía de 
mercado con las mínimas intervenciones estatales.
La economía de los EEUU está igualando o incluso superando su 
crecimiento potencial. Falta mano de obra en muchos sectores. El ejemplo
 de los camioneros que cobran 100.000 dólares anuales es todo un ejemplo
 de como la escasez es un arma imbatible a la hora de cualquier 
negociación.
En el cuadro macroeconómico las importaciones de bienes crecieron en 
2017 un 6,9% por encima del avance anual de las exportaciones americanas
 del 6%. Esto ocurría durante un período en que el dólar se había 
devaluado. La tendencia hacia el desequilibrio se acelera en los dos 
primeros meses de 2017. Las importaciones han crecido un 10% y las 
exportaciones un 6,5% lo que significa el déficit comercial aumentase en
 un 17%.
El desequilibrio comercial es muy difícil que se desacelere después 
de la rebaja de impuestos y la depreciación del dólar. Una curiosidad 
esta última para los observadores de la economía real. Los dos déficit 
debían provocar una depreciación de la moneda, pero está ocurriendo lo 
contrario. La razón es muy sencilla, subida de los rendimientos de las 
obligaciones, es decir avance de los tipos de interés, que son el mejor 
reclamo para esa ingente masa de liquidez almacenada y que busca un 
rendimiento inmediato.
Al despropósito económico y financiero se  añade el cataclismo 
político: ruptura del convenio nuclear con Irán, traslado de la embajada
 estadounidense a Jerusalén, afloja y ahora tira de la negociación con 
Corea del Norte. El mundo en su conjunto estaba saliendo de la Gran 
Recesión y el oxígeno americano le habría venido de perlas. Hay que 
olvidarse de los buenos tiempos y aprender, sobre todo Europa, a vivir 
por sí mismo.
(*) Economista del Estado en España

 
 
 
 

 
