En una entrevista concedida el sábado al diario Bild, Rutte advirtió a
los dirigentes europeos:
“Debemos prepararnos para la guerra para
prevenirla”, destacando la necesidad de realizar inversiones
significativas en materia de preparación militar. En concreto, pidió a
Alemania que amplíe su industria de guerra y aumente su contribución a
los planes bélicos de la OTAN.
Pero Estados Unidos suelta de la mano a Europa en un momento en el
que no tiene un céntimo en la hucha. Como anunciamos, los dirigentes de
los principales países europeos miembros de la OTAN se reunieron el
lunes en Bruselas para debatir el fortalecimiento la infraestructura
militar del continente. En la reunión se habló de dinero y de reducir la
dependencia militar hacia Estados Unidos.
“La pandemia de covid y la agresión rusa en Ucrania fueron momentos
de despertar”, declaró Macron, que quiere posicionarse como la figura
clave del militarismo europeo, ante la pasividad del alemán Olaf Scholz.
“Las declaraciones del nuevo gobierno estadounidense empujan a los
europeos a estar más unidos, más activos a la hora de responder a sus
necesidades de seguridad colectiva”, señaló Macron.
Macron destacó que el rearme europeo y la prioridad en la compra de
armamento de fabricación europea son pasos esenciales para lograr la
autonomía estratégica, que ya fueron anunciados en la segunda mitad de
2023, durante la presidencia española del Consejo Europeo.
La reunión, a la que asistieron los jefes de Estado de la Unión
Europea, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y el primer
ministro británico, Keir Starmer, se centró en la necesidad de aumentar
los presupuestos de defensa. ¿Cómo gastar más con menos? Las finanzas
públicas europeas no están para alardes de ningún tipo…
Bruselas replantea el problema de una manera oportunista, hablando de
la “amenaza rusa” y apuntando a un Trump, convertido en el saco de los
golpes del momento. Estados Unidos exige a sus “aliados” que aumenten el
gasto militar hasta el 5 por cien de su PIB, un porcentaje al que no
llega ningún país de la OTAN; ni siquiera el Pentágono.
Los tres países
con mayor gasto en defensa en relación con el PIB son Polonia (4,12 por
cien), Estonia (3,43 por cien) y Estados Unidos (3,38 por cien).
Aumentan las exigencias hasta extremos delirantes al mismo tiempo que
las cuentas no cuadran, ni siquiera anulando los planes de
descarbonización y la Agenda 2030, que han pasado a la historia.
El objetivo principal es conseguir contratos a largo plazo para las
empresas de defensa europeas a fin de garantizar la capacidad de
producción y la estabilidad de la cadena de suministro. Pero muchas de
estas empresas también cuentan con inversiones de capital
estadounidenses, con lo que Europa no sale del regazo de los padrinos de
Washington.
Francia y los Estados bálticos abogan por la emisión conjunta de
deuda de la Unión Europea, mientras que Alemania y Países Bajos se
oponen. La unidad europea sigue siendo un quimera.
Otro de los proyectos es recurrir al Banco Europeo de Inversiones
para proporcionar préstamos a la industria de guerra, una medida
respaldada por 19 estados miembros, entre ellos España, Alemania,
Francia e Italia.
Este banco ya ha duplicado su financiación relacionada
con el rearme, aumentando de 500 millones de euros a 1.000 millones de
euros el año pasado, con planes de alcanzar los 2.000 millones de euros
para este año. Pero los cabecillas de Bruselas quieren más.
El problema de la financiación del rearme europeo no es dedicarle más
dinero sino sacarlo de otras partidas presupuestarias, es decir,
reducir los gastos sociales, las pensiones, la vivienda y la educación.
No hay ninguna otra salida. Como hemos anunciado, la Comisión Europea
está preparando un Libro Blanco sobre defensa, que se publicará el mes
próximo, en el que se expondrán los recortes sociales necesarios para
fabricar más armas.