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viernes, 14 de febrero de 2025

Libro Secreto / Guillermo Herrera *

 

Artefio, el enigmático alquimista andalusí, escribió en su obra "El Secreto de los Secretos" o "El Libro Secreto de Artefio" las siguientes palabras: "Yo, Artefius, después de haber adquirido el verdadero conocimiento de la vida y haberme hecho dueño, por la gracia de Dios, de lo que los sabios llaman la piedra filosofal, el elixir de los filósofos, o el elixir de la vida, he decidido, después de mil años de existencia, revelar en parte este secreto".

Luego repitió: "Si yo he vivido más de mil años, como dicen algunos, no me preocupa, pero lo cierto es que ya es tiempo de revelar lo que ha estado oculto por tanto tiempo."

Una tradición originada en el Renacimiento aseguraba que Artefius había nacido en el siglo I o II y murió en el siglo XII, con una edad de mil años, gracias a su descubrimiento del elixir de la juventud. Esta afirmación, que sugiere una longevidad extraordinaria, es parte de la leyenda que rodea a Artefius. Se dice que nació en el siglo I o II y murió en el siglo XII, gracias a su descubrimiento del elixir de la juventud.

https://es.wikipedia.org/wiki/Artefius

 

https://docs.google.com/document/d/1yUDIx9L7JQQXOHkZrJv_BdgXRgcovCWoA2oUMkb5lm0/edit?usp=sharing

lunes, 21 de octubre de 2024

"Tambores de guerra. Contra el desarme moral y militar de España" / Almirante Juan Rodríguez Garat


Años de reducciones presupuestarias, de ninguneo hacia las Fuerzas Armadas y de retraimiento internacional han mermado la capacidad de los españoles y de los europeos en general para hacer frente a sus numerosos desafíos. 
 
Las guerras en Ucrania y Gaza y las tensiones en torno a Taiwán y el mar Rojo han mostrado lo desnudos que estamos ante lo que está por llegar, sea la amenaza de Putin en el este o de un Marruecos que se rearma rápidamente en el sur.

Lejos de caer en un discurso derrotista, el almirante Juan Rodríguez Garat analiza las causas de los volcanes bélicos y hace en este libro una llamada de atención a una sociedad que parece dormida, inconsciente de su vulnerabilidad y de los peligros que acechan fuera. 

Pasado, presente y futuro de unas fuerzas profesionales que, a pesar de todos los obstáculos, luchan cada día por defender a España de quienes eligen ser sus enemigos.

Las preguntas más incómodas y las respuestas más certeras ante un horizonte donde resuenan los tambores de guerra por todo el mundo.

Una obra imprescindible para comprender qué está pasando en un planeta en ebullición de la mano de un militar con 47 años de servicio en la Armada española. 

"Los tambores de guerra han vuelto a sonar en Europa y su redoble nos ha encontrado muy mal preparados. Y no es casualidad. Es precisamente la falta de preparación la que invita a líderes agresivos a tratar de imponer la ley del más fuerte. En defensa de nuestra libertad y, presionados por los aliados, en la España de hoy se aprueban programas de armamento a un ritmo nunca visto. Eso es algo necesario, pero no suficiente", subraya Juan Rodríguez Garat.

"El edificio de nuestro poder militar debe construirse sobre cimientos sólidos: la conciencia nacional y la cultura de defensa, con columnas robustas entre las cuales están las Fuerzas Armadas y la industria de Defensa, pero no solo ellas. Con habitaciones cómodas en donde los militares de hoy pueden encontrarse como algo diferente de un cuerpo extraño en nuestra sociedad. Y, construido todo esto, es evidentemente también necesario un tejado de armamento sofisticado, el armamento que demandan los campos de batalla del futuro. De todo este edificio de la defensa nacional, de los enemigos que los españoles creemos no tener y de las lecciones aprendidas en los conflictos de Gaza y de Ucrania, y cómo pueden afectar a nuestra preparación va el libro. Quien lea 'Tambores de guerra' encontrará un alegato contra el desarme militar y moral de España", deja claro el almirante retirado.

LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L. - 9788413848853

 

Almirante retirado tras 47 años de carrera militar

Juan Rodríguez Garat, nacido en Ferrol en 1956, es almirante retirado. Durante sus 47 años de carrera militar, 24 de ellos embarcado, mandó en tres buques de superficie y diversas unidades navales colectivas de España, de la OTAN y de la Unión Europea. En sus últimos años de servicio fue comandante del Cuartel General Marítimo Español, almirante de la Flota y, al pasar a la situación de reserva, director del Museo Naval y del Instituto de Historia y Cultura Naval.
 

Rodríguez Garat es diplomado de Estado Mayor en el Reino Unido y tiene un Máster en Estudios de Defensa por el King's College (Universidad de Londres). Desde su retiro en 2021, dedica su tiempo a escribir artículos en diversos medios de comunicación y dar conferencias sobre temas relacionados con la defensa nacional, el análisis de los conflictos armados y la historia naval.

 

 https://x.com/24horas_rne/status/1841958255477850253https:/  /x.com/24horas_rne/status/1841958255477850253

https://x.com/24hohttps://t.co/e3W4LpPLW8.ras_rne/status/1841958255477850253

jueves, 10 de octubre de 2024

'El eclipse de la sociedad israelí' de Meir Margalit

“El presente texto está escrito por un israelí exiliado. Resido en Jerusalén, en la misma ciudad en la que vivo desde hace más de 50 años; sin embargo, ahora, por primera vez, me siento un exiliado en mi propio país.

Aparentemente, continúo mi vida como si nada hubiera cambiado, pero me siento ajeno a todo lo que me rodea. Más que ajeno, avergonzado. Esta incompatibilidad emocional, debo admitir, no es reciente; ya hace mucho que este país me asfixia. 

Pero desde el 7 de octubre de 2023 tengo claro que ya no queda ningún denominador común que me ate a él, y me niego rotundamente a ser cómplice de las barbaridades que este Gobierno está cometiendo en Gaza. 

Sin embargo, tampoco puedo abandonarlo. Lazos familiares, apego a esta ciudad, así como también temor a lo desconocido, me impiden hacer las maletas y partir en busca de otros puertos. Por eso, la única alternativa que me resta es asumir mi condición de exiliado en mi propio país.

Abro este escrito con esta triste confesión con la intención de dejar clara al lector la postura desde la cual abordo este ensayo. Hablar de Israel es siempre un tema recargado de política y emociones, por lo cual la honestidad requiere aclarar de antemano desde qué ángulo ideológico encara el escritor su argumento” .
 


M Margalit.


INDICE

PRÓLOGO 13

CAPÍTULO 1. CONTEXTO 23 Una breve introducción histórica 23

Una breve introducción sociológica 27

La división en cantones 38

Una breve introducción geopolítica 42

CAPÍTULO 2. ¿CÓMO HEMOS LLEGADO

A ESTE CALLEJÓN SIN SALIDA? 47


Miedo 52

El fortín 64

Mesianismo 65

Militarismo 70

La trampa del sacrificio 77

El rol del capital 79

El rol de la comunidad internacional 80

CAPÍTULO 3. COLONIALISMO Y RACISMO 85

El fenómeno colonialista 86

El fenómeno racista 92

CAPÍTULO 4. COLAPSO 99 El colapso democrático 100

El colapso del judaísmo humanista 107

Triunfo y ocaso del movimiento sionista 112

CAPÍTULO 5. ARTIMAÑAS PARA ESQUIVAR LA PAZ 118

Técnicas de escapismo. Estrategias para evadir responsabilidad 123

El no saber 124

El caparazón hermético 130

El desgaste de la sensibilidad 132

La negligencia política 133

El argumento antisemita 135

La culpa del contrincante 137

Manipulación lingüística 139

CAPÍTULO 6. LA IZQUIERDA A PARTIR DEL 7 DE OCTUBRE 143

CAPÍTULO 7. EL PESO DESTRUCTIVO DE LA HISTORIA 151

La manipulación del Holocausto 158

CAPÍTULO 8. PALABRAS FINALES 162

jueves, 12 de septiembre de 2024

La periodista e historiadora Anne Applebaum revela en un libro cómo colaboran entre sí las dictaduras


LONDRES.- La periodista, historiadora y ganadora de un premio Pulitzer Anne Applebaum presentó su nuevo libro Autocracy Inc. en Londres, donde analiza cómo funcionan y colaboran entre sí las autocracias y las dictaduras en la actualidad.

En un encuentro organizado por la Asociación británica de Prensa Extranjera (FPA, en inglés), la periodista estadounidense respondió a las preguntas de los corresponsales sobre Autocracy Inc., que salió a la venta en julio y que, con poco más de 200 páginas, se puede leer en un vuelo entre Londres y Nueva York, dijo su autora.

En palabras de la propia Applebaum, Autocracy Inc. intenta poner de relieve la existencia de una red de Estados autocráticos y dictatoriales que, aunque tienen diferentes ideologías y puntos de vista distintos sobre el Mundo, comparten las mismas estrategias políticas y su discurso "contra el lenguaje democrático, de derechos humanos y de las leyes".

"No soy tan narcisista de pensar que el mundo va a cambiar después de escribir este libro", dijo la ganadora del premio Pulitzer de no ficción por Gulag en 2004, que puntualizó que la red de autocracias no se teje en una sala secreta ni es parte de una conspiración, sino que se trata de una "alianza" palpable entre autocracias con intereses comunes.

Por ejemplo, su actitud frente a la información y la propaganda, dijo Applebaum, que también reflexionó sobre la responsabilidad de las redes sociales a la hora de amplificar las narrativas de estos países y aseguró que la solución no pasa por ejercer una censura, sino por establecer unas reglas que sean compatibles con una democracia.

A juicio de Applebaum, los dictadores y autócratas de países como Rusia, China, Irán o Corea del Norte, entre otros, "son líderes que están tan cegados con mantenerse en el Gobierno y retener su poder personal y, quizás, su dinero, que están dispuestos a permitir que sus naciones se conviertan en Estados fallidos".

En concreto, la escritora estadounidense citó el ejemplo de Venezuela y dijo que las decisiones de sus líderes han permitido "deliberadamente" su declive y hundimiento, pues, según apuntó, ha pasado de ser el país más rico de América del Sur y exportador de petróleo, a ser uno de los más pobres y a tener a su población "pasando hambre".

Asimismo, a dos meses exactos de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la escritora evitó dar un veredicto, y, aunque vaticinó que Kamala Harris ganará el voto popular, también dijo que la última palabra se decide en los colegios electorales y que no sabía si eso significaría una victoria sobre Donald Trump, a quien calificó como una persona sin ideología.

jueves, 1 de agosto de 2024

Gonzalo Adán Micó invita a reflexionar sobre el buen uso del poder en 'Psicología de la incompetencia política'

 

 
MADRID.- El autor español Gonzalo Adán Micó, psicólogo de profesión, ha publicado 'Psicología de la incompetencia política', un libro con el que invita a reflexionar sobre el buen uso del poder por parte de los mandatarios.

Según informa Círculo Rojo en una nota, el autor destaca de su libro "la revisión histórica que ha creado". 

"La parte de las teorías las formulo en forma de hipótesis, a modo de reflexión, para que el lector llegue a sus propias conclusiones sobre cómo aplicar cada una de ellas a los diferentes casos", ha indicado.

Así, según el sello de autoedición, el autor intenta "transmitir, por ejemplo, la enorme inutilidad de usar el modelo ético, donde por mucho que se hable de ejemplaridad, la doble moral campa a sus anchas".

La firma editorial asegura que "el lector va a encontrar, según las palabras del propio autor, corrupción, traición, mentira, incluso la crueldad y el asesinato".


"Se proponen varias teorías psicológicas para entender las raíces de estas conductas aberrantes y su persistencia en el tiempo, desde el análisis ético-filosófico hasta las neurociencias, pasando por los trastornos de la personalidad, pero sin dejar los procesos psicológicos de persuasión-sumisión, que hacen que miles de años después, todo siga igual", ha añadido.

El autor aborda la "incompetencia" en la política, un asunto que "es de una enorme gravedad porque, más allá de la anécdota, en que una negligencia es rápidamente desbordada por la siguiente, las decisiones de estos personajes siguen haciendo un daño inmenso e irreversible a la sociedad".

Mediante una amplia revisión histórica "muy bien documentada", desde el neolítico al nefasto S. XX, el autor analiza esta "penosa realidad" y formula "varias hipótesis psicológicas sobre las causas de estas conductas claramente desviadas".

"En el penúltimo capítulo, bajo una tesis de desorden generalizado en el funcionamiento de los partidos, el autor analiza decenas de casos típicamente españoles en que la ineptitud y la desfachatez han campado a sus anchas, todo ello tendente a concluir que los avances democráticos se han ido dejando en el camino seleccionar mejor a sus candidatos, y que, bajo la hipótesis bien defendida, de que la incompetencia es previsible, se hace necesario y urgente intentar acabar con ella", ha explicado.

Gonzalo Adán Micó (Valencia, 1962) es oficial del Cuerpo de Psicología Militar, profesor asociado de Historia de la Psicología y de la Personalidad en la Universitat de les Illes Balears, doctor en Psicología Social y especialista en Psicología Clínica.

Tras más de 20 años de experiencia en trastornos psicológicos de diversa índole, y de sus trabajos de investigación en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IBES- Sociométrica), asegura que "detrás de los peores políticos se encierran aspectos neuropsicológicos que es posible detectar con cierta anticipación".

miércoles, 25 de octubre de 2023

«¡Rusia es culpable! Cinismo, Histeria y Hegemonismo en la Rusofobia de Occidente», de Pedro Costa Morata

 


Este libro no es sólo una publicación más de política internacional, es un documentado, profundo y pedagógico estudio para entender la expansión del imperialismo económico de EE.UU con el instrumento militar de la OTAN, y contando con una fiel y servil Unión Europea. 

Sabiendo esto, comprenderemos mejor los verdaderos orígenes del conflicto bélico en Ucrania y en otros países geo estratégicos de Oriente Medio (donde nuestras supuestas “democracias” vulneran o son cómplices de la violación de los Derechos Humanos) en el entorno de Rusia.

En este enrarecido contexto, se analizan también: el papel jugado por los distintos gobiernos de España; y la manipulación mediática y política de la “verdad”, tanto en nuestro país como en el ámbito internacional. 

Por todo ello, era necesario urgente publicar este trabajo de investigación en el que se profundiza en las verdaderas causas y orígenes de esta guerra en Ucrania y en otras naciones con semejantes conflictos paralelos por su trascendental situación geográfica.

Es como el tablero del Juego del Ajedrez: en donde se busca dominar el centro en una táctica envolvente en el movimiento de sus piezas frente al contrario (cueste lo que cueste, aunque sea incumpliendo la legalidad internacional, todo ello aliñado con “crímenes de guerra” por parte de aquellos que dicen defender los “valores occidentales”…).

En conclusión: a contracorriente de la “verdad oficial” (impuesta por oscuros intereses económicos, políticos, mediáticos y militares como herramienta de control), este Libro de Pedro Costa Morata, con el irónico título «¡Rusia es culpable!...», es imprescindible tenerlo en nuestra biblioteca como documento obligado para entender mejor el mundo que nos rodea. 

Y, sobre todo, para no dejarnos engañar en este generalizado y doloroso ambiente bélico, de sufrimiento y muerte, por causa de los buscados beneficios de unos pocos por medio de ilegítimos y sanguinarios actos (como dice el refrán: “A río revuelto, ganancia de pescadores”).


Diego M. Muñoz Hidalgo *

(*Historiador)

jueves, 27 de febrero de 2020

Ingeniero Miguel Caballero: "El ciudadano no es consciente de que cada vez es más pobre"


MADRID.- ¿Cómo funciona Bitcoin y qué valor aporta a la sociedad? ¿Qué significa y cómo funciona Blockchain? ¿Cómo podemos aplicar la tokenización en nuestras empresas? 

El lector encontrará las respuestas en la obra del ingeniero español Miguel Caballero Franco, CEO de Tutellus, la mayor plataforma educativa online en habla hispana del mundo, titulada
Bitcoin, Blockchain y tokenización para inquietos.
¿Cómo funciona Bitcoin y qué valor aporta a la sociedad? ¿Qué significa y cómo funciona Blockchain? ¿Cómo podemos aplicar la tokenización en nuestras empresas?
Ese y otros interrogantes son los que el CEO y fundador de Tutellus, Miguel Caballero, trató de responder, en un nuevo libro llamado "Bitcoin, Blockchain y Tokenización para inquietos".
El libro "Bitcoin, Blockchain y Tokenización para inquietos" fue lanzado con una editorial a mediados de diciembre. Ya está disponible en diversas plataformas digitales y en más de 800 librerías en España y Latinoamérica.
Miguel explicó lo que lo llevó a escribir el libro: “Fue un reto personal debido a lo que estaba viendo en el mercado: cómo supuestos profesionales sin experiencia real en desarrollo de un producto descentralizado estaban sentando cátedra, muchas veces con errores básicos de concepto. La mejor manera de aportar valor a todo aquel que quería entrar en el sector era tratar de enseñarles desde dentro del ecosistema. El libro es una herramienta para que la gente que quiera entender de qué va Blockchain y sus derivadas lo haga desde una perspectiva de negocio, práctica y real”.
Luego contó algunos detalles de la experiencia al escribirlo: “Sinceramente me ha resultado más sencillo de lo que pensaba. En dos meses y dedicando alrededor de una hora al día -más tiempo en aviones- fue suficiente. Empecé a escribirlo en septiembre y en noviembre estaba en las manos de la editorial. Por otro lado, muchas de las cosas que cuento en el libro son experiencias reales con gente del ecosistema, con nombre y apellidos, por lo que estoy muy agradecido de citarles y hablar de sus respectivos proyectos.
Cuando se le preguntó si creía que hacía más educación financiera en España, respondió: “Hace falta mucha educación financiera. El ciudadano vive engañado, y lo más triste es que no se da cuenta. El ciudadano no es consciente de que cada vez es más pobre, debido -entre otras cosas- a la continua emisión de dinero desde los bancos centrales”. 
Luego añadió: “Muchos viven para cubrir los gastos que el propio sistema les ha impuesto. El ciudadano no se para a reflexionar sobre qué es el dinero y cómo puede trabajar buscando una libertad financiera. Mi libro pretende aportar un granito de arena en esta dirección, entendiendo este ecosistema desde una perspectiva histórica, filosófica, tecnológica y de negocios”.
También habló sobre la necesidad de educación vinculada temáticas de criptomonedas y blockchain. “Ya sabemos que los grandes poderes controlan los medios, y los mensajes que llegan al ciudadano al respecto son, como mínimo, de alarma y precaución. Hay que educar a la sociedad en las bondades de la descentralización y en las libertades individuales, y enfocar Bitcoin y Blockchain como instrumentos hacia una mayor libertad al alcance de nuestra mano”, subrayó.
Por otra parte, opinó: “La otra gran desconocida del sector es la tokenización. Durante el libro intento explicar las ventajas de la tokenización ilustrando procesos de tokenización, marcos de trabajo que yo mismo utilizo para tokenizar y finalmente expongo con todo detalle cómo realizamos el proceso de tokenización en Tutellus”.
El libro, en definitiva, pretende ayudar a cualquiera a enlazar puntos mentales y a comprender, en profundidad, este cambio de paradigma.
“Me gusta recordar que vivimos los primeros años en la historia de la humanidad en los que los ciudadanos somos capaces de capturar parte del valor que generamos con nuestros hábitos. Hasta ahora había sido imposible, y ese valor sólo lo capturaban las empresas o los Estados. ¡Qué tiempo para estar vivos!”, concluyó.



Sobre Miguel Caballero

Antiguo alumno de los Maristas, es Ingeniero Industrial y MBA por el IE Business School. Su vida ha estado ligada al emprendimiento tecnológico. Fue cofundador de Quoba, Neomedia y MET. 
Recibió en 2007 el premio al mejor Emprendedor del año (sector movilidad) por parte del Ministerio de Industria.
Durante 12 años estuvo centrado en desarrollo de tecnologías inalámbricas y en proyectos y servicios para la Administración Pública, llegando a conseguir una patente con reconocimiento internacional. Desde 2013 Miguel está centrado en Tutellus, una plataforma de educación online. 
En 2016 fue el impulsor de tutellus.io, una plataforma descentralizada y tokenizada de educación con Blockchain.
En 2018 lanzó un Máster en Blockchain orientado a negocios, y desde entonces Miguel sigue enfocado en la divulgación de la tecnología Blockchain.

lunes, 10 de julio de 2017

Ryan Avent: «Aún no hemos visto nada de cómo va a cambiar el mundo»


Este economista estadounidense, exredactor de The Economist, de treinta y ocho años, acaba de publicar un libro muy interesante, elogiado por Thomas Piketty, que se llama La riqueza de los humanos (Ariel). Ha hecho afirmaciones como estas: «Hoy hay tres tendencias, la automatización, la globalización y el aumento de la productividad de un número reducido de profesionales altamente cualificados, que están causando una abundancia de mano de obra, un exceso de humanos». «El radicalismo se convertirá en una fuerza cada vez más real e imponente hasta que los Gobiernos empiecen a responder a las peliagudas cuestiones que plantea la revolución digital». «El elevado precio de la vivienda obstaculiza el crecimiento del empleo, reduce los salarios reales y la productividad en toda la economía y canaliza la ganancias derivadas del escaso crecimiento registrado hacia los ricos». «La cuestión de cuántos inmigrantes procedentes de las economías más pobres asimilar es la cuestión moral más importante del siglo XXI, y todo apunta a que las economías ricas la están entendiendo profundamente mal. El razonamiento es que los países pobres aprenderán a ser ricos por sí mismos». En fin, con todo este panorama, augura una «fiera batalla social» que apenas acaba de comenzar. Su libro plantea muchas preguntas y, por fortuna, pasó hace poco por Madrid para participar en el ciclo de conferencias Tech & Society de Aspen Institute y Fundación Telefónica. Así que le hacemos algunas. 

Si he entendido bien tu libro, el mensaje es más o menos el siguiente. Tenemos bajos salarios, ciudades muy caras, sindicatos sin poder de negociación, políticos ineficaces y cobardes, que no toman soluciones radicales, así que el diagnóstico es: grandes problemas para el futuro. Tenemos que reaccionar, pero ¿cómo? Acabas el libro y no das soluciones ¿Cuál es tu conclusión?
Ya, probablemente el libro resulta un poco cobarde, porque realmente no he aportado mi «gran visión» en él. En parte porque si piensas en la Revolución Industrial, y cómo la sociedad y la política se involucran, nunca se ha dado el caso de que se reúna toda la gente inteligente y digan «¿Cómo vamos a solucionar esto?» para llegar a unas recomendaciones o marcar una política. En vez de eso, lo que ha pasado es que había muchas discusiones. Unos tenían unas ideas, otros tenían otras, discutían y cada uno apoyaba a los diferentes movimientos políticos que pondrían en marcha sus ideas. Han peleado entre ellos. A veces incluso han sido los países los que han luchado. Era como un largo combate de wrestling entre todos estos grupos de interés en la sociedad, eso es lo que ha llevado al pacto, al negocio que podía funcionar para todos. Ahora puedo pensar en lo que deberíamos hacer, pero no sé qué es lo que la sociedad va a encontrar como equilibrio entre igualdad y dinamismo.
Dicho todo esto, sí que tengo mis ideas sobre lo que deberíamos hacer, sobre algunos de los pasos que deberíamos tomar ahora. Lo que no es muy agradable es que la mayoría de ellos son increíblemente radicales. No estoy dispuesto a decir que tenemos que volver al comunismo, pero sí que creo que tenemos que dar prioridad a la creación de buenos trabajos. No necesariamente trabajos bien pagados, pero sí de mucha calidad. Eso significa gastar mucho más dinero en invertir en infraestructuras y educación, pero también las cosas que hacíamos en los años cincuenta y sesenta. Apoyar las nuevas tecnologías y nuevas maneras de hacer las cosas. Ese proceso, en sí mismo, va a crear nuevas oportunidades que pueden ser cubiertas por trabajadores.
También tenemos que facilitar más a los trabajadores que se tomen descansos de sus trabajos. Más conciliación familiar, cogerse bajas, volver a las escuelas para desarrollar sus habilidades sin que les cueste mucho dinero. Tenemos que restaurar el poder de negociación de los trabajadores para que puedan rechazar los malos trabajos y que se les garantice un tipo de ingreso mínimo, y a partir de ahí que puedan decir «no quiero este trabajo por tan poco dinero». 

Una cosa que no se suele escuchar y tú dices es que la educación no es la respuesta, o no la única respuesta, que no podemos resolver nuestros problemas solo a través de la educación. Solemos oír siempre lo contrario, quizá como gran esperanza inalcanzable.
Sí, es cierto, muchas veces cuando hablas con la gente del Gobierno o de los think tanks ellos siguen repitiendo educación, educación, educación…

Aunque nunca han hecho demasiado al respecto.
Sí, efectivamente. Yo creo que la educación puede ayudar. Hay medidas que se podrían tomar para ayudar a los trabajadores a adaptarse mejor, para ayudar también a la gente que está en apuros, pero eso no va a significar algo de la magnitud de la Revolución Industrial que resolverá los problemas. La diferencia es que en la Revolución Industrial había mucha gente que no sabía ni leer ni escribir, ni tenían ningún tipo de conocimiento tecnológico. Era muy fácil entonces subir mucho el nivel educativo de la población. Pero ahora en todos los países ricos la mayoría tiene un título de secundaria, casi la mitad de la población tiene un título universitario, la única manera para que toda esta gente tenga un título avanzado es hacer que esos títulos sean asequibles. Cada uno de ellos no va a ser capaz de empezar su propia empresa que pueda cambiar el mundo y, si no llegamos a otros mecanismos de ajuste, lo que va a pasar es que la gente va a competir por un par de trabajos, y eso significa que habrá mucha gente infeliz y mucha presión. Entonces, la dura pregunta es: ¿qué hacemos en lugar de esto? 

Tú consideras que los sindicatos no son la respuesta para organizar a los trabajadores para luchar, pero de todas maneras vaticinas que habrá una lucha. ¿Cómo pueden los trabajadores proteger o defender sus derechos?
Históricamente, los trabajadores conseguían lo que querían cuando presionaban al Gobierno para que se lo diera. Nadie voluntariamente les daba dinero para la educación. Nadie voluntariamente dijo que los niños ya no tenían que trabajar en las minas. Se les dio lo que querían cuando lucharon por ello. Entonces, ¿cómo va a ser ahora esa lucha? No estoy seguro de que la economía moderna esté diseñada para que haya un sindicalismo del tipo de los que hubo en la Revolución Industrial. La gente ya no trabaja en las grandes fábricas, donde se pueden juntar y decidir hacer una huelga. Podrá haber otro tipo de organizaciones. Otra forma de organizar el poder de las masas. Algo que amenace con cierres de fábricas de un día, un mes o el tiempo que necesiten para conseguir un cambio. Puede que haya comunidades online que empiecen a desempeñar ese rol. O puede ser que haya una tercera cosa para la que no me llega la imaginación… Puede que surja algo que no estoy anticipando, pero se necesitarán organizaciones y acciones colectivas. Lo único es que no veo a los sindicatos tradicionales tal y como les conocemos desempeñando ese papel. 

En el libro hablas mucho de la Revolución Industrial como referencia para explicar la situación actual. Y mencionas datos muy interesantes para comprender lo que significó. Por ejemplo, el hecho de que pasaron cuarenta años entre los grandes descubrimientos y su impacto real en la vida de la gente. Quizá ahora con las nuevas tecnologías tardaremos también cuarenta años en entender el impacto que van a tener. Pensamos que ha cambiado mucho todo, pero a lo mejor todavía es poco. A lo mejor no hemos visto nada todavía.
Sí, así es, esto es solo el principio, aún no hemos visto nada de cómo va a cambiar el mundo, será como en la Revolución Industrial.

¿Va a pasar lo mismo?
Sí, lo pienso. Pero hay gente que es muy escéptica con las nuevas tecnologías, con las más nuevas. Consideran que no se pueden comparar a lo que ya hemos experimentado con las novedades tecnológicas. Uno de los motivos es porque han olvidado cuánto tardamos en tener la máquina de vapor. Se descubrió en el siglo XVIII, pero no fue hasta cien años después que formó parte de la economía industrial. Lo mismo con la electricidad, la gente se enteró de cómo funcionaba a finales del siglo XIX y pasó mucho tiempo hasta que las ciudades y las fábricas tuvieron electricidad. Estamos todavía estudiando cosas relacionadas con los ordenadores y los móviles y cosas así. Es un proceso muy largo para darse cuenta de cómo funcionan estas cosas. Mirar algo como la inteligencia artificial y ver el potencial que tiene… No se puede negar que eso lo va a cambiar todo, pero es difícil aprender las técnicas para saber cómo aplicar esos descubrimientos, que sean útiles en diversos sectores de la economía. Es un largo proceso. De algún modo, somos cómplices de los cambios que van a suceder.
Otro aspecto de la Revolución Industrial es que durante mucho tiempo las circunstancias eran terribles para los trabajadores. Muchas generaciones vivieron en condiciones miserables y no vieron ninguna mejora. No deberíamos sorprendernos si tenemos que pasar por algo similar. Nuevas tecnologías han llegado y, sin embargo, todo el mundo se siente desgraciado. 

¿Crees que la clave es cambiar la dinámica de que la mayor parte de los beneficios se vayan a los propietarios de los negocios, como al principio de la Revolución Industrial? ¿Cómo les convences de que tienen que compartir su dinero?
Puedes intentar convencerles de que den su dinero como caridad, pero la gente rica, normalmente, no va a dar el dinero sola, voluntariamente. Tienes que tener una fuerza política que les obligue de alguna forma como, por ejemplo, subiendo los impuestos. La crisis en el siglo XIX fue por esa concentración de bienes. Esto es lo que inspiró a Marx para decir que esa situación no era sostenible. Y otra cosa del siglo XIX es que los sistemas políticos no decidieron poner fin a esto, sino que nos fuimos a la guerra y ella fue la que nos empujó a cobrar impuestos a la gente rica. Luego tuvimos la Gran Depresión y la gente también perdió dinero por eso. Tras estas catástrofes los bienes se igualaron un poco. Lo que considero es que, aunque seamos buenos en organizarnos, eso no es suficiente para arreglar todos los problemas. 

¿Qué opinas sobre la política actual? La situación es confusa y preocupante.
Lo ilustra el punto de que nadie está al mando. En un montón de países tienes a mucha gente insatisfecha con cómo van las cosas. Y no tienen claro qué es exactamente lo que va mal. En parte porque los expertos no están de acuerdo en señalar un solo motivo por el que todo va mal. Y en parte porque hay mucha gente que está hablando y diciendo que no son las tecnologías, ni el cambio de las habilidades del hombre, sino que son los inmigrantes o algún otro país malvado. Hay mucha desinformación. Esta es la gente que luego vota al que promete que puede cambiar algo. Y algunas veces estos políticos tendrán éxito en cambiar cosas y otras veces les van a decepcionar.
Esta es la forma en la que funciona. Y esto es cómo funcionan las cosas, no sabemos cómo van a desarrollarse. Solo encontramos la forma de salir adelante y finalmente nos daremos cuenta de cómo funcionaba. Pero estamos ahora en la fase de destrozar lo que la gente piensa que no funcionó y tardaremos mucho en encontrar cosas nuevas que funcionan. Estamos ahora en ese proceso. 

En el libro hablas de la inmigración como un fenómeno positivo. Dices, por ejemplo, que el mejor programa contra la pobreza mundial es el acceso a la sociedad estadounidense. También dices que históricamente la inmigración no deteriora el trabajo en el país receptor. Hablas de eso como hechos probados por datos y por la historia, pero este no es el tipo de mensaje que estamos escuchando hoy en día.
No, claro. Los estudios económicos sugieren que no es la emigración la que hace que haya más camareros y fontaneros. A veces hay efectos negativos a corto plazo para los trabajadores que compiten en el mercado en el que entran los inmigrantes. Lo que mi libro intenta enfatizar es que tenemos el problema del trabajo y tiene muchas causas. Si los inmigrantes no llegasen a lo mejor se competiría a través del comercio. Ese comercio, si los trabajadores en los países ricos tienen falta de poder de negociación, no les va a beneficiar. Si no hay comercio e inmigración, la tecnología es más poderosa, habrá más automatización, y los trabajadores de estos países perderán poder de negociación y eso no puede beneficiarlos. El problema es que hay muchos trabajos que no tienen inmigración. No tienen inmigrantes. Eso perjudica a los inmigrantes, pero no ayuda a crear trabajos. Este sería mi punto de vista, pero sí que considero que cuando la gente se mueve de los países pobres a los países ricos y se enriquece, contribuye en términos de economía, pero también de derechos humanos. La cosa que a mí me parece triste es que muchas de estas dinámicas hagan muy atractiva a la gente la demanda de limitar la inmigración. Esa es la realidad en la que estamos.
También, otra cosa: si hubiera mucha más redistribución para ayudar a la gente a enfrentarse a la automatización, entonces la gente en los países ricos recibiría nuevas asignaciones del Gobierno y diría: no queremos que la gente de otros países venga, porque ellos también recibirían las prestaciones del Gobierno.
De modo que muchas de las medidas que parecen soluciones, en realidad empeoran el problema. Y esto es algo con lo que termino mi libro. La tecnología debería ser algo para que se enriquezca todo el mundo. Todos merecemos beneficiarnos de ella. 
Es decepcionante. Era difícil pensar que el país pudiera elegir a una persona así. Estoy muy nervioso pensando cómo va a cambiar el país y también el mundo. Si su Administración va a consistir en que los Estados Unidos cooperen menos con Europa, corten la ayuda al exterior… Trump podría parecer que no es para tanto, pero si piensas el papel tan importante que los Estados Unidos han tenido en el mundo en los últimos años, te das cuenta de que, de hecho, los Estados Unidos, estimulando la cooperación, han logrado una de las cosas más importantes para mantenernos en paz. Si los alemanes ahora piensan que deberían rearmarse, si los japoneses pensasen que necesitan el arma nuclear, todo esto nos llevará a una inestabilidad mucho más peligrosa.
Y dentro de los Estados Unidos nos preocupa que se rompan las instituciones. Estamos preocupados por la libertad de la prensa, por que la gente le dé menos valor a la verdad. Hay muchas cosas de las que hay que preocuparse. Lo que más asusta es que empiece alguna crisis, algún tipo de ataque terrorista, tiroteos masivos, o alguna crisis política externa se desate, tener que lidiar con eso. Y no parece que ellos tengan la habilidad para hacerlo. También pienso que aprovecharían esa situación como una oportunidad para… eliminar alguna institución, ir contra las minorías. Y eso es muy triste, pero… aquí estaremos. Por lo menos los próximos cuatro años. Habrá que ver qué éxito tienen las instituciones. 

¿Esperabas que fuese a ganar?
No. Realmente no, a lo mejor debería haberlo previsto, pero me quedé completamente pasmado. Las encuestas eran realmente claras y decían que iba a ganar Hillary. Y salió que tuvo más votos, pero parece que las encuestas estatales no eran tan exactas como deberían haber sido. El hecho de que la gente pensara que no tenía posibilidad de ganar es lo que le ayudó a ganar. La gente no reaccionó como si se hubiera tomado seriamente la posibilidad de que él ganase. Es una lección que esperemos que la gente haya aprendido: lo que ocurre si no vas a votar. Desde mi punto de vista era un voto circunstancial. En el brexit salió que «Sí» porque la gente fue a votarlo, en Estados Unidos salió Trump porque la gente no fue a votar.
¿Estabas en Londres con el brexit?
Sí, estaba en Londres cuando ocurrió y me sorprendió. No pensaba que las cosas fueran a ser como han ido desde el referéndum, un caos. Creo que va a ser una decisión desafortunada para Gran Bretaña, va a hacer mucho daño, y el país podría dividirse. Algunos van a pedir otro referéndum… Y es difícil decir cómo eso va a afectar a los movimientos nacionalistas del resto de Europa. 

Todas estas cosas, brexit, Trump, lo que pasó en Francia, todo este radicalismo y situaciones de crisis, me parece que no estás feliz de tener razón con estas cosas.
Sí, me gustaría haberme equivocado con todo esto.

¿Sientes la desintegración de la Unión Europea, la pérdida de democracia en Estados Unidos, en tu vida diaria, como una tristeza? Por poner un ejemplo un poco tonto, para que se entienda: los libros, los periódicos, el cine, la música, todo lo que nos gustaba y antes pagábamos ahora es gratis, que parece positivo, pero si lo piensas un poco no es tan genial. ¿No tienes una sensación de que todo se desmorona?
Pensábamos que todo estaba garantizado. No teníamos que trabajar mucho para que estas cosas importantes permanecieran. Pensamos que no había que trabajar constantemente defendiendo las instituciones gubernamentales, que no era importante si no estabas defendiendo constantemente la prensa libre. No importaba si no estabas activamente dando apoyo a los negocios o publicaciones que te gustaban. Pensamos que esas cosas eran suficientemente fuertes y que podríamos solo ignorarlas y aprovechar otras que vinieran por el camino y seguirían ahí, pero parece que si las ignoras lentamente empiezan a hundirse y al final la pregunta es si el daño es tan grave ya o tenemos tiempo de repararlo.
En los Estados Unidos la gente se está dando cuenta de que tienes que trabajar muy duro para asegurarte de que los gobiernos son responsables, de que la prensa sea libre y justa, de que los derechos civiles estén respetados. Te tienes que organizar y salir a protestar y cosas así, ser activo en ese sentido. Y parte de mí se pregunta si es demasiado tarde, porque Trump ya está en su oficina. Y si hay algún drama para muchos americanos va a ser más importante que salga ahí y nos garantice la seguridad, antes de que proteja las instituciones. No nos dimos cuenta a tiempo de que tendríamos que luchar por esto y ahora la oportunidad se esfumó, se fue. Eso es muy malo, pero, no sé, es difícil recordarte a ti mismo que tienes que hacerlo. ¡Tienes que intentar mantener la sociedad funcionando!

Al final del libro, en algunos puntos, eres optimista y tienes fe en los humanos, en este milagro: la generosidad.
Las razones por las que podemos disfrutar la calidad de vida que tenemos ahora se deben a que la gente durante miles de años estaba poco a poco aprendiendo sobre la ciencia, sobre cómo funciona el mundo. Se han tomado buenas decisiones globales. Crear sociedades y estimular a la gente para desarrollar nuevas compañías… Todo esto nos ha llevado a ese punto en el que somos ricos. El hecho es que Bill Gates es rico porque se ha matado trabajando, pero, si le dejas sin todo lo que ha habido antes, sería capaz de sobrevivir. Cuanta más tecnología somos capaces de utilizar, es porque la tecnología está basada en un conocimiento compartido. Está basada en los datos que somos capaces de proporcionar, está basada en nuestro convencimiento de que esta es la manera en la que hay que hacer las cosas. Todo esto lo hemos heredado. Tenemos que averiguar cómo hacer que eso funcione. ¿Y por qué soy optimista con todo esto? Una parte sería porque, si eres pesimista sobre esto, es muy difícil llevar el día a día, pero considero que hay unos puntos por los que hay que ser optimista, ya hemos pasado por esto una vez, pero al final siempre lo conseguimos, hemos salido al otro lado.
Tenemos que reaprender de las anteriores lecciones. La conclusión del libro de alguna manera es que la única manera en la que esto va a funcionar es si cambiamos la manera de pensar. Tenemos que aprender muchas nuevas lecciones y aprender a pensar distinto. Tenemos que llegar a nuevas maneras de pensar. Tenemos que creer que todo el mundo merece una vida de alta calidad, como la de América o Estados Unidos. Alguien de Bangladesh es igual de importante y merece una vida igual de buena que nosotros en Estados Unidos o en España. 
Una de las cosas buenas al empezar a trabajar aquí es que los artículos no van firmados, de modo que nadie sabe quién eres. Lo que escribes en cuanto llegas, los lectores se lo van a tomar igual de en serio que si lo hubiese hecho alguien que llevaba cuatro años. Eso también sirve de presión a los editores para que los textos no parezcan poco serios.
Es el único sitio donde yo he trabajado como periodista, así que no tengo mucho con lo que comparar. Lo que hay es una plantilla de gente realmente inteligente, que han estado en muchos sitios, han escrito mucho y están dispuestos a compartir su conocimiento. Yo he tenido el privilegio de estar aquí de 2013 a 2016.
Cada semana debatíamos lo que deberíamos decir sobre si tenemos que bombardear Siria, apoyar a Cameron… o de cualquier otro tema. Y todos contribuyen, desde la gente que lleva aquí treinta años hasta los becarios. Es refrescante que esa sea la manera en la que tomamos las decisiones, aunque el editor sea el que tiene la última palabra.
Es un sitio donde todo el mundo tiene el interés compartido de tener un producto mejor posible. Y el hecho de que no tenemos firmas significa que los egos son un poco más pequeños. Nadie está luchando para estar en la página uno. Es un milagro que conseguimos producir cada semana, porque es mucho trabajo sacar esto cada siete días. Y es divertido estar en una oficina y ver la magia de cómo sucede. En el libro bromeo con que son robots los que hacen este tipo de cosas, pero en realidad es un grupo de gente muy preparada. Me siento muy honrado de formar parte de esto mientas dure. En los medios no son los robots los que nos van a conquistar, sino que será otro modelo de negocio el que nos desplazará.
Tenemos la web como amenaza desde hace veinte años. Hay muchas opciones gratis. The Economist cuesta mucho y la pregunta es si la gente va a seguir pagando. Hasta ahora ha funcionado. Es interesante que las elecciones y lo de Trump han hecho que la gente se interese más por lo que estamos haciendo. Con Trump y el brexit las suscripciones han aumentado. Pero no creo que vaya a durar para siempre. 

¿Es cierto que hay una silla solo para el que escribe el principal artículo o el editorial y se sienta ahí al joven recién llegado?
Sí, sí. La gente está rotando en los trabajos. No escribes solo de Francia si has estado en Francia veinte años. Vienes como un becario y ya empiezas a escribir. Rotamos. 

¿Cuánta gente hay?
Entre ciento cincuenta y doscientos periodistas en todo el mundo. Y en la oficina, oficina, cien. Buena parte de esa gente se reúne los lunes para debatir estas cosas. 

¿Cuántos años tenías cuando entraste?
Mi forma de entrar aquí no fue como la de todo el mundo, que entra como becario, yo no tenía background de periodista, el mío era de economía. Tuve un trabajo en Washington que me gustaba mucho y empecé con un blog. Era un blog sobre grupos de música locales. Y luego empecé mi propio blog sobre economía, era 2007. Luego, a través de un amigo supe que en el Economist necesitaban a alguien para escribir en su blog. Empecé a hacerlo como freelance y desde 2010 estuve a tiempo completo con ellos. 

Otra leyenda dice que uno de los jefazos del Economist, en los años noventa, hacía una vez al año una reunión en un hotel en la campiña, donde se bebía abundantemente, y solía terminar subido en una mesa bailando.
[Risas] ¿En serio? ¡Las cosas eran diferentes en esa época! Antiguamente tenían botellas de ginebra o de whisky en la mesa. Una comida agradable empezaba con un vino y, si te quedabas hasta tarde… 

¿Has visto alguna vez esas botellas?
Intentamos esconderlas cuando viene la gente a la redacción [risas]

También aquí la leyenda, y no tan leyenda, dice que antiguamente se bebía mucho en la redacción. ¿Serías capaz de escribir algo con un gin tonic?
Alguna vez te puede pasar que te quedes como atrapado y que las ideas no fluyan. Ahora que soy un poco más mayor y tengo hijos en casa, intento trabajar más durante el día que antes, que trabajaba por la noche. Puede ayudar, puede ayudar… Pero sería un poco raro tomarte una cerveza a las once de la mañana en la oficina, así que no lo hago normalmente, pero sí que podría ser útil. Sí podemos tomar algo después del trabajo, pero no es como antiguamente. 

Volviendo a lo serio: según tus tesis, la única solución a la situación mundial es una gran crisis que haga explotar todo, porque es el único momento en que la política reacciona…
Me gustaría pensar que no es la única solución. Creo que es decepcionante cuando miras atrás en la historia y ves que solo cuando hemos reaccionado de forma dramática y ambiciosa hemos cambiado de verdad la estructura. Así hemos establecido la seguridad social, así hemos puesto impuestos a la gente rica invirtiendo en nuevos proyectos. Con eso hemos sido los ganadores de las crisis. Supongo que porque es difícil convencer a todos de la necesidad de una gran acción hasta que el problema está tocando en tu puerta y ya no lo puedes negar. A lo mejor es posible para nosotros hacer algo hoy… Coge algo como el cambio climático. Tenemos un problema en todo el mundo y tenemos los hechos reunidos sobre la mesa, es perfectamente claro que este es un problema serio y que tenemos que resolver mucho antes de que el nivel del mar suba tanto que inunde ciudades y, sin embargo, no lo estamos resolviendo. A lo mejor con una crisis grave llega ese momento. 

Quizá de pronto pase algo, o un nuevo líder.
Había gente que en algunos temas como, por ejemplo, el cambio climático pensaban que Obama iba a ser ese hombre que lo iba a solucionar. Un hombre carismático, que incluso había sido elegido por una gran mayoría. Pero en el poder hay tantas cosas que salen desde abajo y hay tantos puntos vitales del sistema que se hace muy difícil. Así que no sé. 

En las calles palpas ese sentimiento de que hay esas grandes compañías, y los mercados, que controlan todo y es imposible cambiar nada…
Creo que las manifestaciones masivas podrían lograr cambios. Pero entonces pones la complicidad en otro nivel. ¿Qué hay que hacer para sacar a la gente a la calle? Que estén dispuestos a organizarse. Creo que era interesante cómo respondió la gente en las primeras semanas después de que ganase Trump. Teníamos mucha gente en la calle con los refugiados, así que es posible, pero hace falta que algo se salga mucho de lo normal, sí, que pase algo muy grave. 

¿Qué opinas de los países emergentes? Dices en tu libro algo terrible: que en estos lugares va a llegar el fin del crecimiento y de la productividad como la conocemos hasta ahora, que buscar un hueco en la industria aprovechando el bajo coste de la mano de obra será cada vez más difícil. Pero lo cierto es que son la mayor parte de la población del planeta, mucha gente. A lo mejor pasa algo que sorprenda, por ejemplo, como la Primavera Árabe, que fue una sorpresa para todos.
Creo que tienes razón, en estos países hay un gran potencial de que pasen cosas, y esto puede pasar de varias formas. Al final podemos tener desastres climáticos que maten a cientos de miles de personas en los países emergentes. Puede ser que ese tipo de cosas nos sacudan. Cuando estábamos en el medio de la crisis de refugiados eso se convirtió en la historia más grande en Europa. Y me parece interesante que se convirtiera en una batalla sobre quién va a acoger cuánta gente. Y qué frontera se va a cerrar y cuál no. Y quién va a saltar qué frontera. Pero ¿qué tenemos que hacer para estar seguros de que no solo Siria sino también el norte de África se conviertan en sitios que no tengan personas desesperadas por huir de ahí? Puede ser que vayamos a ver mayor número de personas, cantidades más grandes de las que hemos visto en el pasado y, luego, la otra posibilidad es que los países emergentes empiecen a demandar un mejor trato. Tienen mucha gente viviendo en esos países y podrían generar un colapso. Podrían hacer mucho daño al comercio local o a las democracias en la región. Depende de cómo de mal se pongan las cosas.
En los últimos quince años en estos países la pobreza se ha ido incrementando muy rápido y la población ha crecido muy rápido también. La gente empezó a pensar que igual este sí que era el momento final para ponerse al día y no tener estos serios problemas de pobreza. Porque eso no se puede sostener. Nunca se ha podido sostener, los cambios en la tecnología han garantizado que no se puede sostener.
Cuando hablo en mi libro de la gente que tiene derecho de vivir dignamente me refiero en mayor parte a esa gente de los países emergentes. Creo que la primera respuesta nuestra debe ir hacia las crisis de esos países y no va a ser poner muros y alambradas. 

¿Por qué da la sensación de que a veces los Gobiernos actuales, la clase política, son tan estúpidos? Quiero decir: hay mucha gente inteligente en las universidades, profesores, economistas, expertos, gente como tú que señala problemas y soluciones, pero no los escuchan. ¿Los políticos hablan con ellos? ¿No consultan a gente sabia? ¿No los quieren escuchar? Siempre parece que improvisan o van a ciegas.
Esa es una buena pregunta. Si lo piensas, cuando llegó la crisis económica, mucha gente inteligente, muchos Gobiernos estaban dispuestos a juntarse y hablar de cómo no llegar otra vez a una gran depresión, y eran gente inteligente hablando entre ellos. Han hecho muchas cosas pero no las suficientes como para prevenir las cosas malas que han sucedido. Mucho sufrimiento económico. Parte del problema es que la gente puede ser muy inteligente pero no saber lo que está pasando y cómo resolver el problema. La economía macro y global es muy complicada y es muy difícil entender cómo funciona. A veces el problema es que los políticos son inteligentes y piensan bien, pero hay una distancia entre ellos y el resto de la sociedad y están subestimando los problemas que pasan en otros sitios, porque viven en una burbuja.
Y en otros casos las políticas son muy duras, la gente quiere cosas distintas. Dejar a la gente satisfecha y encontrar un compromiso entre todos no es fácil. Si tomas como ejemplo la UE, la eurozona, la gente dice distintas cosas… que los griegos son unos inútiles, que Schäuble es un desgraciado, y a lo mejor hay algo de verdad en todo eso, pero en realidad no hay más que mucha gente intentando darse cuenta de cómo funcionan las cosas. En Grecia están intentando responder a lo que pide Alemania sin arruinar su propia economía. Merkel se pregunta cómo puede ayudar a los griegos a no salirse del euro sin que su gente sienta que ha sido demasiado blanda. Es un compromiso muy difícil de alcanzar. También hay muchas veces en las que la gente es muy mala. A lo mejor una manera de mirar este problema es que había gente que pensaba bien, pero vivía en su burbuja y no ha sido capaz de resolver el problema. O no le han abierto la puerta a la gente que estaba verdaderamente interesada en resolver el problema. 

Sí, hay mucha gente honrada, lista, buena, pero, al final, muchas veces los malos ganan. Mira la crisis.
Creo que es muy difícil para los periodistas y los votantes hacerse a la idea de cómo cualquiera que parece una persona normal se hace político y llega a ese mundo donde siempre tienes que evitar la verdad, hacer ese tipo de tratos, y cómo una persona así puede vivir consigo misma. Creo que la respuesta es que mucha gente que va a la política sí quiere cambiar algo, pero los problemas son demasiado fuertes y tienes que intentar que la gente poderosa esté contenta, porque ellos te van a ayudar a resolver tus problemas. El sistema es así, convierte a las personas en eso, en ese tipo de malos políticos. Les vence. La gente sí que es capaz de hacer cosas, pero luego llega la hora de hacer balance y hay problemas por todas partes. 

Has escrito en un artículo que tal vez en 2030 no existan taxistas. Cuando hablas en tu libro de la gig economy, la economía de los curros extras, o de los pequeños encargos, del estilo de Uber, como una suma de trabajillos de nichos laborales, ¿piensas que de verdad es posible o estás solo jugando con esas ideas?
Las nuevas tecnologías hacen posibles esos nuevos arreglos. Cada vez más gente va a experimentar con eso. Van a intentar hacer otro tipo de mercado con ese tipo de cosas. Pero no estoy seguro de que sea el futuro. Por varios motivos, en primer lugar, porque a la gente le gusta la seguridad. No quieren pensar que a lo mejor mañana no son capaces de poner comida sobre la mesa si no ganan lo suficiente. Quieren saber que tendrán ciertos beneficios con los que pueden contar. Y en muchos países esos beneficios están dados por el Estado, como la sanidad pública, etcétera. En gran parte, esa economía se apoya en que cuenta con muchos trabajadores que sirven de alternativa. Uber tiene muchos conductores porque el resto del mercado no va bien, no hay muchos trabajos bien pagados alrededor, pero en el nuevo modelo no tienes beneficios como la sanidad. Si el mercado estuviera más sano, Uber lo tendría mucho más difícil, pero también se puede mirar desde otro punto de vista. Si los de Uber estuvieran ganando más, la empresa funcionaría más. Así que hay muchas cosas que indican que este tipo de economía va a crecer pero que no va a ser como la economía tradicional, porque la gente quiere más seguridad en sentido económico. 

Apuntas que muchos trabajos tradicionales, incluso el de profesor, van a desaparecer.
La tecnología, desde luego, lo va a hacer más fácil para desempeñar algunos trabajos de enseñanza, como las clases online, o colaborar con otros estudiantes online, de modo que no se tendrá que estar presente físicamente en un aula. Los programas informáticos que los niños usan hoy día para aprender, por ejemplo, a deletrear son bastante buenos. Y estos programas con el tiempo serán más y más personales, y más ajustados a cada uno de los estudiantes y sus necesidades. Van a seguir el progreso de los niños y se podrá localizar dónde el niño tiene dificultad de entender o señalar que es aquí donde tuvo buenos resultados en el pasado. Se podrá, de esa forma, tener la experiencia uno a uno con el ordenador. El ordenador se va a ajustar a las necesidades de enseñanza de cada uno. No quiere decir que no vayamos a tener profesores como en el colegio, pero sus roles van a ser distintos.
Así que se puede imaginar que las cosas irán en esa dirección. También hay otra opción que es que se invierta más dinero en la enseñanza de los profesores y se creen más trabajos de ese modo. Creo que mucha gente tiene en su mente una economía a corto plazo, pero de esa manera costará mucho dinero. Habrá que subir los impuestos. 

En los últimos años en España la crisis ha sido muy dura. Fue sorprendente ver cómo en parte la gente olvida rápido la solidaridad con otros trabajadores y se vuelve más egoísta, en estas situaciones al final te preocupas solo por tu familia y tus amigos. El comportamiento de la gente es muy impredecible. Pero tú, en cambio, esperas reacciones, movilizaciones, que la gente defienda sus derechos, sus salarios… Pero cuando hay crisis a veces no se sabe luchar por el bien común. Si algo es barato o gratis, es bueno, no hay más. Y ocurre muy rápido.
Hay múltiples presiones en torno al trabajo hoy. Mira Uber. Es una compañía muy inteligente que ha creado un producto que a mucha gente le gusta. Se ha hecho con la manera de joder a las cooperativas de taxis, que a su vez quieren proteger su propio modo de ganarse la vida. Así que tienes a mucha gente que está dudando si debería utilizar esto porque nos gusta o deberíamos mantenernos con los antiguos taxistas. Y es complicado decidir a quién das tu apoyo, y es complicado porque en los dos lados hay trabajadores. Este tipo de situaciones ambiguas, engañosas, se están interponiendo de muchas formas en el camino de la solidaridad, pero luego este es también el tipo de cosas que deberíamos esperar de las nuevas tecnologías y las nuevas soluciones.
¿En qué termina eso? Creo que de varias maneras. Una de las maneras es preocupante: es que las sociedades pueden encontrar una solidaridad funcional, cuando un líder dice al grupo que deben unirse contra los demás, ellos se ponen de acuerdo y se vuelven en contra de otros grupos en la sociedad. Encuentran la solidaridad entre ellos, enfrentándose a otros grupos. Obviamente, esa no es la buena manera de encontrar la solidaridad. Pero tener la solidaridad basada en clases requiere mucho más trabajo de organización, largos periodos de organización y persuasión, y tiene que haber unas ciertas condiciones para que los trabajadores digan: pues es mejor que trabajemos juntos. Si un día viene el jefe y dice: «Todos estáis despedidos», por lo menos es claro, la gente diría: ok, vamos a organizarnos y a hacer algo. Pero todo de lo que estamos hablando está por debajo de la superficie, es difícil de identificar y tomar decisiones al respecto.


sábado, 5 de septiembre de 2015

Vicenç Navarro: 'Se debe reformular Europa y un cambio en España puede ayudar'


BARCELONA.- El catedrático de Economía y Ciencias Políticas Vicenç Navarro, que acaba de publicar su ensayo "Ataque a la democracia y al bienestar", ha asegurado hoy que "es obvio que esta Europa debe cambiar" y ha apuntado que "un cambio significativo" en España puede ayudar a esa transformación.

"España no es Grecia", asegura Navarro, para quien "lo que ha pasado en Grecia es un error de planteamiento por parte del gobierno de Tsiriza, que creyó que tenía suficiente poder para enfrentarse a Europa".
El autor rechaza el argumento utilizado habitualmente por los dirigentes políticos españoles y catalanes de que "Bruselas pide recortes en los salarios y el estado del bienestar" y esa argumentación le lleva a pensar en que "es necesaria una reformulación de la actual Europa".
Confiesa en "Ataque a la democracia y al bienestar" (Anagrama) que es "muy crítico con el pensamiento económico dominante, que defiende que el origen de la crisis está en una serie de excesos -en salarios y bienestar social- que ya no se puede sostener, pero mi lectura -ha dicho- es que la crisis se había generado mucho antes de 2007, por el crecimiento de las desigualdades".
Esa creciente desigualdad se explica, señala Navarro, porque "desde los años 80 las rentas del trabajo han bajado, a pesar de que el número de trabajadores ha aumentado, y en paralelo las rentas del capital se han incrementado, un dato importante porque si esas rentas del trabajo van bajando, el consumo también baja e incide en el crecimiento económico".
Aboga Navarro por "políticas expansivas" para combatir la crisis, como el New Deal de Roosevelt tras la Gran Depresión de 1929 o el Plan Marshall después de la II Guerra Mundial. "Sin embargo, ahora se está haciendo lo contrario y por eso la crisis se está prolongando en el tiempo, pues aún no se puede hablar de recuperación".
La ideología dominante en Europa, añade, tiene sus raíces en los años 80 y los gobiernos de Reagan y Thatcher y en la socialdemocracia que a través de la tercera vía viró al socioliberalismo.
En su análisis de la situación en Europa, Navarro cree que el error de partida se produjo en la construcción del euro, que se hizo para situar a Alemania en el centro de Europa, pero Alemania puso una serie de condiciones como "controlar el Banco Central Europeo, que no es un banco central, como lo sería el Banco de Inglaterra, de Japón o la Reserva Federal de EEUU, que tiene como función imprimir dinero para comprar bonos del Estado".
"Pero en Europa, el BCE imprime dinero y se lo deja a interés muy bajo a los bancos privados, los cuales lo prestan a los Estados".
Navarro dedica un capítulo de su libro a España, país en el que "siempre hay alternativas": "Cuando Zapatero congela las pensiones para conseguir 1.500 millones, podía haber revertido la bajada de impuestos de la propiedad y conseguir más de 2.000 millones; y cuando Rajoy recortó 6.000 millones de la sanidad pública, podía haber revertido la bajada de impuestos de sociedades, y conseguir 5.600 millones".
Con la llegada de la democracia española el gasto social aumentó, acercándose a la media europea, pero "el punto clave fue la asunción del euro", dice Navarro. "Por el Tratado de Maastricht se tenía que bajar el déficit público del 6 al 3 % del PIB, pero aquí se hizo recortando el gasto público".
Destinar gasto público a los servicios sociales es además de un derecho un factor de creación de empleo: "En Suecia, uno de cada cuatro trabajadores trabaja en servicios sociales, educación y sanidad pública, mientras que en España es uno de cada diez".
En base a estos datos, Navarro comenta que "la burbuja inmobiliaria empobreció España porque absorbió una serie de recursos que debían haberse destinado a actividades productivas".

martes, 2 de junio de 2015

Últimas noticias del imperio / Ramón Cotarelo *


Perry Anderson (2015) Imperium et Consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos. Madrid: Akal. (250 págs.)
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Perry Anderson es un historiador y politólogo británico de orientación marxista. Perteneciente a esa brillante escuela de historiadores materialistas que incluye figuras señeras como E. P. Thompson y Eric Hobsbawn, tan prolífico y activo en la política práctica como ellos. Hace años que leí sus dos primeras obras, publicadas en los setentas, Transiciones de la antigüedad al feudalismo y El Estado absolutista y que muchos consideran lo mejor de su producción. Desde luego, a mí me impresionaron por la vastedad de su horizonte, su fuerza explicativa, su capacidad sintética y su perspectiva teórica, aunque, para algunos, esa parece ser su debilidad, pues lo acusan no de escribir historia, sino de teorizarla. Por mi parte, he vuelto sobre estas dos obras en varias ocasiones y siempre las he encontrado muy interesantes y llenas de sugerencias.

Anderson, hermano del politólogo Benedict Anderson, que ha dejado huella en los estudios sobre el nacionalismo por su concepción de las imagined communities, fue durante muchos años el editor, el alma de la New Left Review, siempre en primera línea de los debates doctrinales del marxismo occidental, a veces algo abstrusos. Escribió mucho y participó en todas las polémicas sobre marxismo continental/marxismo inglés, el estructuralismo, el postestructuralismo y el posmodernismo. Mantuvo una célebre controversia con E. P. Thompson y no me considero capacitado para pronunciarme por ninguna de las dos posiciones porque ambas me convencen en parte. Desde entonces he venido leyendo aquí y allá artículos de Anderson y, a veces, algún ensayo iniciado en la NLR. De hecho, las dos mitades de este libro son sendos ensayos publicados en 2013 en un número monográfico de la revista. Está retirado en los Estados Unidos desde los años 80 y da clases en la Universidad de California. Allí ha ampliado su vasto campo de intereses y ha escrito sobre la India y, ahora, sobre la política exterior de los Estados Unidos.

La tesis central de la obra es sencilla: desde el siglo XIX, especialmente a partir de la guerra contra España, los Estados Unidos han pretendido siempre ampliar y consolidar su hegemonía imperial en el mundo. La tendencia se hizo patente a partir de la primera guerra mundial y dominante a partir de la segunda hasta nuestro días. Mientras las armas norteamericanas llevan el poder brusco (p. 178) a los últimos rincones de la tierra (Imperium), una pléyade de ideólogos las justifican con distintas elaboraciones teóricas (Consilium). El autor considera que los intelectuales norteamericanos son, en realidad, "consejeros de príncipes" (p. 165). Y sus consejos tienen generalmente un tinte moralmente sombrío. En general, es un libro sombrío porque levanta constancia de que, por encima de todas las ilusiones e ideologías cosmopolitas, racionales, kantianas, prevalece la vieja razón de Estado. De hecho y de palabra. Sin duda la doctrina de la guerra preventiva, no es una invención de Bush. Es anterior. Y mucho. Es doctrina romana. Pero son los intelectuales los que la han resucitado y opera al día de hoy en los Estados Unidos de Obama que la ha manejado en relación con el Irán (p. 146)

La marcha imperial estadounidense está ya implícita en la doctrina del manifest destiny y todos los presidentes, de Wilson en adelante, la han perseguido. La obra tiene bastante valor desmitificador porque presenta a Wilson y al segundo Roosevelt no como los idealistas, abanderados de la causa de los pueblos y la libertad, sino como dos políticos sin escrúpulos que solo pretendían el triunfo estadounidense. Para Anderson, Roosevelt no llevó a su país a la guerra movido por su antifascismo. Sentía aversión por Hitler, pero admiraba a Mussolini, "aupó" a Franco al poder y se llevaba bien con Pétain (p. 29). Roosevelt no quería un New Deal para el mundo. Lo suyo era política de poder, no el bienestar (p. 33).

Esta visión desmitificadora procede de la llamada "escuela revisionista", que replantea desde una perspectiva crítica la política exterior estadounidense desde la segunda guerra mundial. Hace suyos los puntos de vista de Gabriel Kolko, Gar Alperovitz o William Appleman Williams, todos ellos muy críticos con la política primero de contención y luego de rechazo ("roll back") de Dulles en 1947 (p. 75), en la guerra fría. Kennan no sale bienparado e indirectamente se da la razón a Lippmann quien lo acusaba de fomentar la guera (p. 41).

En la guerra fría, los Estados Unidos vivieron obsesionados con la seguridad. Mediante la ley de Seguridad Nacional de marzo de 1947 se crearon el Departamento de Defensa (antes llamado "de Guerra"), el Estado mayor conjunto, el Consejo de Seguridad Nacional y la Agencia Central de Inteligencia, la célebre CIA (p. 45).

La primera prioridad de la política de contención fue reconstruir Europa occidental y el Japón siguiendo el modelo capitalista a través del Plan Marshall (p. 65). En los decenios siguientes, la expansión alcanzaba el lejano oriente (p. 82) y el Oriente Medio (p. 88). Del Próximo Oriente no hacia falta hablar. América Latina, alejada de Europa,  era un feudo de los Estados Unidos (p. 93).

La descolonización fue un proceso con auxilio estadounidense (p. 107). Los norteamericanos intervinieron decisivamente en el África, como también lo hicieron los cubanos (p. 109). En los  años 70, la conferencia de Helsinki y el tratado de 1975, en realidad señalaban el triunfo fde Occidente. Unos años después, Reagan, con sus gestos de actor (Tear down this wall, Mr. Gorbachev!) y la famosa invención, el bluff de la Iniciativa de Defensa Estratégica rindió a los soviéticos (p.117). Según el autor la guerra fría no fue nunca una Niederwerfungskrieg (guerra de aniquilación) sino una Ermattungskrieg (guerra de desgaste) (p. 118).

Con el fin de la guerra fría, el famoso dividendo de la paz pasó a ser dividendo de la guerra en interés de los Estados Unidos. Con el GATT convertido en OMC, el  Consenso de Washington (p. 125) y la creación de la ALCA o asociación de libre cambio de América, los Estados Unidos han emergido como potencia dominante en un mundo unipolar, con la OTAN  ampliada hasta la spuertas de Rusia (p. 126). Los hechos dan alimento suficiente para el nuevo revisionismo, crítico con la política exterior hegemónica, que se basa en todo tipo de retóricas: bombardeos aéreos como intervención humanitaria, la doctrina de Blair y Clinton  de que la causa de los derechos humanos invalida el principio de soberanía nacional (p. 129) , la lucha contra el terrorismo (p.130).

La actual presidencia, menudo chasco para los liberales que creyeron que la llegada de un negro a la presidencia de los Estados Unidos cambiaría algo la arrogancia del Imperio. Obama es un presidente tan expansionista y obsesionado con la seguridad como los anteriores. Desde la segunda guerra mundial, la criminalidad presidencial ha sido la norma y no la excepción y Obama, sostiene Anderson,  no ha sabido romper con ella (p. 144).  Para él, el asesinato es preferible a la tortura (p. 143). Supongo que a John Yoo, el catedrático de Berkeley que asesoraba a Bush acerca de cómo la tortura podía ser constitucional en tiempo de guerra, esta actitud le parecerá poco refinada. Asesinar es siempre peor que recurrir a técnicas reforzadas de interrogatorio, que es el nombre de lo que algo más al sur se conoce como la bañera. En otro orden de cosas, aunque tampoco muy alejado, la expansión se consigue forzando a los demás, velis nolis, a firmar acuerdos leoninos de libre comercio.  El Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, trata de vincular al Japón con el imperio estadounidense (p. 154). Y lo mismo pretende hacer el TTIP que, al parecer, los socialistas europeos quieren aprobar si no lo han hecho ya. "La guerra fría había terminado, pero la policía nunca descansa. Tuvieron lugar más expediciones armadas que antes, se crearon más armas avanzadas que nunca; más bases se añadieron a la cadena; se desarrollaron más doctrinas de amplio alcance sobre la intervención. No había vuelta atrás". (pp. 159-160).

Últimas noticias: el Imperio está más fuerte que nunca. Domina los mares, tiene ocupada militarmente una serie de países. Controla los cielos de otros. De casi todos, en realidad. Posee bases militares en docenas de países que se dicen soberanos, entre ellos España. En el libro no se habla de ello, pero el Imperio pretende igualmente el control de internet y el ciberespacio.

La segunda parte del libro es una especie de reseña bibliográfica de la producción norteamericana más reciente, tanto académica como de ensayo divulgativo en sus autores más relevantes, una especie de review article. Partiendo de las tradiciones autóctonas de una interpretación de la hegemonía benigna de Norteamérica en la línea del idealizado Wilson, repasa las obras más significativas en la interpretación de la política exterior estadounidense en la que prevalece la vieja obsesión por la seguridad y la perspectiva realista, si bien con distintas versiones, unas más convincentes que otras. La tesis de Brzezinski de que el fin de la guerra fría, lejos de aportar más seguridad a los Estados Unidos les ha aportado menos es claramente instrumental en el sentido de proseguir la carrera de armamentos y la mayor potencia destructiva del planeta, aunque el efecto intimidatorio de esta es  curiosamente menor que el que tuvieron las dos primitivas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. No obstante sigue siendo dogma realista que la proliferación de armas atómicas favorece la paz (Kenneth Waltz).

Especial interés tiene la obra de dos internacionalistas, Thomas M. O. Barnett para quien la clave de los Estados Unidos, su secreto. su revolución propia es el capitalismo y este ha triunfado (p. 230). Hay que superar la brecha entre desarrollo y subdesarrollo, pero estamos en camino (p. 231). Aunque quizá no haya que tomarse esto muy en serio viniendo de un realista. Richard Rosencrance, ya en el segundo mandato de Obama, está preocupado por la decadencia relativa de los EEUU en relación con la China y la India (p. 236).
Termina Anderson con tres observaciones amargas de distinto orden: 1) los especialistas en relaciones internacionales no se ocupan de la economía y no entienden la crisis. 2) la Zollverein que va de Moldavia a Oregon requiere una articulación política que nadie sabe cómo se hará. 3) La consolidación de la hegemonía del "siglo americano" se lleva a cabo con ampliación y represión: terrorismo, secuestros, asesinatos selectivos desde el aire, etc.

Hace suyas las desengañadas palabras de Christopher Layne, "las hegemonías benignas son como los unicornios: animales imaginarios" (pp. 243/244). Este crítico así lo cree también.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED