
Quizá sea precipitado interpretar tan en caliente y sin suficiente perspectiva lo que a los historiadores suele llevarles mucho más tiempo, pero la instantaneidad de la era de internet suele llevarnos a sumarnos a este tipo de análisis exprés, por lo demás muy categóricos.
Supongamos que tienen razón quienes abanderan que vivimos otro 29 o que al menos Estados Unidos sufre una crisis como la que arrancó el Jueves Negro.
Si así fuese, y se repitiera la historia, estaríamos apelando a los dos principios aplicados a aquella gran crisis: la intervención del Estado y la fijación de controles bancarios más eficaces, pero también podríamos temer cosas mucho peores que sobrevinieron a aquella crisis, como la II Guerra Mundial, y que más vale no recordar.
Aunque sólo fuese por eso, ojalá que esta vez la historia no se repita, más allá de que el Estado contribuya a reactivar la economía por la vía de la inversión y el consumo.
Si algo es evidente es que en ambos casos ha habido un boom especulativo, asociado en el 29 a los felices años veinte y vinculado esta vez a las alegrías de los bancos de inversión estadounidenses. Pero por muchas similitudes que haya, que las hay, hablamos de mundos muy distintos, tanto en Estados Unidos como en España y en el conjunto del planeta, acaso con la excepción de África.
Por mucha crisis que acusemos en Europa y en Estados Unidos, la economía mundial sigue creciendo y hay potencias emergentes, muy capitalizadas, que cuando vean que todo está barato en el mitificado Occidente vendrán de rebajas e inyectarán liquidez. También en España.
Su nivel de compras va a depender de los precios de nuestras empresas y bancos, ahora diezmados, y también de las regulaciones que se hagan, tanto a nivel local como multilateral.
Si algo hay en común con el 29 es que faltan normas para evitar que debacles así se vuelvan a repetir. Pero eso también se dijo en los años treinta del siglo pasado y ya vemos lo que está pasando.
Supongamos que tienen razón quienes abanderan que vivimos otro 29 o que al menos Estados Unidos sufre una crisis como la que arrancó el Jueves Negro.
Si así fuese, y se repitiera la historia, estaríamos apelando a los dos principios aplicados a aquella gran crisis: la intervención del Estado y la fijación de controles bancarios más eficaces, pero también podríamos temer cosas mucho peores que sobrevinieron a aquella crisis, como la II Guerra Mundial, y que más vale no recordar.
Aunque sólo fuese por eso, ojalá que esta vez la historia no se repita, más allá de que el Estado contribuya a reactivar la economía por la vía de la inversión y el consumo.
Si algo es evidente es que en ambos casos ha habido un boom especulativo, asociado en el 29 a los felices años veinte y vinculado esta vez a las alegrías de los bancos de inversión estadounidenses. Pero por muchas similitudes que haya, que las hay, hablamos de mundos muy distintos, tanto en Estados Unidos como en España y en el conjunto del planeta, acaso con la excepción de África.
Por mucha crisis que acusemos en Europa y en Estados Unidos, la economía mundial sigue creciendo y hay potencias emergentes, muy capitalizadas, que cuando vean que todo está barato en el mitificado Occidente vendrán de rebajas e inyectarán liquidez. También en España.
Su nivel de compras va a depender de los precios de nuestras empresas y bancos, ahora diezmados, y también de las regulaciones que se hagan, tanto a nivel local como multilateral.
Si algo hay en común con el 29 es que faltan normas para evitar que debacles así se vuelvan a repetir. Pero eso también se dijo en los años treinta del siglo pasado y ya vemos lo que está pasando.
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