
Desde mediados del año pasado y con mucho volumen, los que afirmaban que la crisis financiera era grave y traería más consecuencias de las esperadas, no podían imaginar su rostro, su impacto global en la economía. Ahora el panorama asoma un poco más claro : el mundo de las finanzas que hasta hoy se conocía ya no será el mismo, se ha esfumado y ningún país del mundo está exento de sentir, con distintos grados de fuerza, el impacto del derrumbe.
Mirando hacia atrás hay culpables, esos que no advirtieron a tiempo y que debían haberlo hecho. El Plan de Rescate de 700.000 millones de dólares no es suficiente, no se está contando la ayuda suministrada a bancos en quiebra entre 2007 y 2008. Tampoco hay acuerdo entre las potencias y entre los que presumen saber sobre cómo arreglar el panorama que está dejando el terremoto y los otros movimientos sísmicos que se esperan.
Hay un hecho innegable: por lo menos en Estados Unidos el gobierno pidió ayuda a los mismos especialistas que provocaron el caos. Son, como sugiere el Premio Nobel Joseph Stiglitz, los que no vieron ni quisieron ver que podíamos repetir otra Gran Depresión pero sólo atinaron a pedir rescates como única solución. Ciertos expertos creen que el orígen de la crisis fue la falta de confianza en las instituciones
Pero en esa interpretación ocultan la cadena de préstamos -basura, el manejo muy cuestionable de la política monetaria, la especulación inmobiliaria, la burbuja de los valores, el manejo irresponsable de jóvenes ejecutivos avalados por los máximos directivos que ocultaron o mintieron con el sólo objetivo de conseguir más ganancias personales. En fin: una ambición loca, una codicia desenfrenada y sin límites dentro del gran edificio del sistema.
La ayuda se aplicará, en alguna o en cualquier dirección pero tienen razón los técnicos y políticos que se preguntan cómo reaccionarán los contribuyentes para sostener los déficits norteamericanos. Es lo que algunos llaman el costo de la inmoralidad, el riesgo moral. Y pocos se animarán a contestarles que la inestabilidad feroz del mundo financiero puede motorizar mayor caos nacional e internacional.
Las ondas expansivas ya inundaron con todo el territorio europeo. Todo el viejo continente está movilizado. Los funcionarios plantean ya el rescate de bancos de Inglaterra, Bélgica y Alemania. El mundo nórdico también padece: hay movidas oficiales en Dinamarca e Islandia.
Los efectos son duros. Irlanda, es el caso, un país que se había transformado en "modelo" ( dejó la imagen provinciana de vida rural y cerveza para erigirse en jerarquizado proveedor de informática) entró ya en espiral recesiva y sobrelleva el tercer trimestre de estancamiento productivo. Es una pena porque Irlanda oficiaba de Meca de la inmigración del Este europeo. Para evitar corridas o pánicos, los directivos gubernamentales en Dublín garantizan por dos años los depósitos, los bonos y varias deudas de sus bancos más importantes. Se habla de 500.000 millones de euros, un monto que duplica el Producto Bruto del país. La meta es " sortear una catástrofe".
El Presidente francés Nicolás Sarkozy apura encuentros con financistas y políticos para concretar una estrategia continental. Pero para dialogar también ha invitado a asiáticos .Es difícil porque cada país muestra distintas realidades. España, por ejemplo, que busca consagrarse como "modélica" en materia financiera evidencia desconcierto para revertir la recesión que se multiplica junto con los índices de desocupación y paralización de algunas obras públicas.
Ningún país del mundo está aislado frente a lo que está sucediendo. No hemos llegado aún a escalar el pico máximo de este complejo proceso.
Mirando hacia atrás hay culpables, esos que no advirtieron a tiempo y que debían haberlo hecho. El Plan de Rescate de 700.000 millones de dólares no es suficiente, no se está contando la ayuda suministrada a bancos en quiebra entre 2007 y 2008. Tampoco hay acuerdo entre las potencias y entre los que presumen saber sobre cómo arreglar el panorama que está dejando el terremoto y los otros movimientos sísmicos que se esperan.
Hay un hecho innegable: por lo menos en Estados Unidos el gobierno pidió ayuda a los mismos especialistas que provocaron el caos. Son, como sugiere el Premio Nobel Joseph Stiglitz, los que no vieron ni quisieron ver que podíamos repetir otra Gran Depresión pero sólo atinaron a pedir rescates como única solución. Ciertos expertos creen que el orígen de la crisis fue la falta de confianza en las instituciones
Pero en esa interpretación ocultan la cadena de préstamos -basura, el manejo muy cuestionable de la política monetaria, la especulación inmobiliaria, la burbuja de los valores, el manejo irresponsable de jóvenes ejecutivos avalados por los máximos directivos que ocultaron o mintieron con el sólo objetivo de conseguir más ganancias personales. En fin: una ambición loca, una codicia desenfrenada y sin límites dentro del gran edificio del sistema.
La ayuda se aplicará, en alguna o en cualquier dirección pero tienen razón los técnicos y políticos que se preguntan cómo reaccionarán los contribuyentes para sostener los déficits norteamericanos. Es lo que algunos llaman el costo de la inmoralidad, el riesgo moral. Y pocos se animarán a contestarles que la inestabilidad feroz del mundo financiero puede motorizar mayor caos nacional e internacional.
Las ondas expansivas ya inundaron con todo el territorio europeo. Todo el viejo continente está movilizado. Los funcionarios plantean ya el rescate de bancos de Inglaterra, Bélgica y Alemania. El mundo nórdico también padece: hay movidas oficiales en Dinamarca e Islandia.
Los efectos son duros. Irlanda, es el caso, un país que se había transformado en "modelo" ( dejó la imagen provinciana de vida rural y cerveza para erigirse en jerarquizado proveedor de informática) entró ya en espiral recesiva y sobrelleva el tercer trimestre de estancamiento productivo. Es una pena porque Irlanda oficiaba de Meca de la inmigración del Este europeo. Para evitar corridas o pánicos, los directivos gubernamentales en Dublín garantizan por dos años los depósitos, los bonos y varias deudas de sus bancos más importantes. Se habla de 500.000 millones de euros, un monto que duplica el Producto Bruto del país. La meta es " sortear una catástrofe".
El Presidente francés Nicolás Sarkozy apura encuentros con financistas y políticos para concretar una estrategia continental. Pero para dialogar también ha invitado a asiáticos .Es difícil porque cada país muestra distintas realidades. España, por ejemplo, que busca consagrarse como "modélica" en materia financiera evidencia desconcierto para revertir la recesión que se multiplica junto con los índices de desocupación y paralización de algunas obras públicas.
Ningún país del mundo está aislado frente a lo que está sucediendo. No hemos llegado aún a escalar el pico máximo de este complejo proceso.
www.clarin.com
no fue la desconfianza, tal y como usted afirma en uno de sus parrafos, fue los tantos prestamos sin aval que se fueron haciendo con el afan desmedido de ganar mucho mas dinero del que lo estaban haciendo lo que provoco todo esta debacle financiera.
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