Todo ello llevará a la industria financiera a ocupar un lugar más pequeño en la economía global, ya que sus recursos se centrarán en el negocio puramente bancario.
"Esta mayor aversión al riesgo provocaría una inversión de las tendencias de la banca en la última década, que reduciría progresivamente su dependencia de pasivos con vencimientos a largo plazo, en favor de aquellos más líquidos y de plazos más cortos", sostiene la publicación.
Y también parece claro que habrá un mayor control estatal.
Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, acaba de publicar una especie de receta para evitar que se presente una nueva crisis. En ella, la mayoría de las recomendaciones van por el lado del Gobierno o de la Reserva Federal como un 'perro guardián' que evite los excesos del pasado. Y propone, por ejemplo, la creación de una comisión de seguridad para garantizar que los productos financieros sean "aptos para el consumo humano".
Además, sugiere imponer otras regulaciones que pongan freno al endeudamiento, cuando este se sale de control. "Históricamente se ha demostrado que una rápida expansión del endeudamiento ha sido en parte responsable de las crisis. Y la actual no es la excepción", dice Stiglitz.
Lento y con más condiciones
En cuanto al presente, la base del plan de EE.UU. es usar hasta 700 mil millones de dólares para comprar deuda hipotecaria en estado moroso que está en poder de los bancos y que tiene taponado el crédito.
Pero aún siendo optimistas, el flujo de ese crédito será muy lento y con muchas más condiciones, lo que se traducirá en un desaceleramiento aún mayor de la economía.
Como dice el economista Nial Fergusson, se trata de una espiral que es muy difícil de atajar.
"Menos préstamos implica que las condiciones serán muy apretadas para la gente en la calle. El señor que vende autos ya no podrá obtener crédito para mantener su inventario de automóviles. Y para sobrevivir en su negocio -si es que sobrevive- tendrá que despedir a empleados", dice el analista. Y la tasa de desempleo ya está en su punto más alto en cinco años.
"Cualquiera que crea que EE.UU. no está en recesión, está en negación. La pregunta es si será corta como la del 2001, o tan severa como la de los años 30", anota Fergusson.
Paralelamente, la billetera del Ejecutivo está mucho más apretada. EE.UU. ya acumula un déficit fiscal de más de 400 mil millones de dólares. Y al obtener menos ingresos por la vía de los impuestos, el nuevo presidente, sea Obama o McCain, tendrá menos para gastar.
En el escenario macroeconómico, los analistas ven aún peores consecuencias. La oleada de malas noticias interrumpió la recuperación que había iniciado el dólar frente al euro. Y el nuevo plan podría empujar aún más la deuda de EE.UU., lo que según David Woo, economista jefe de Divisas de Barclays Capital, "deteriora las perspectivas a largo plazo de la divisa estadounidense".
Esto implica el peligro de que los inversores extranjeros dejen de confiar en el dólar como divisa. Y una estampida podría ser el golpe de gracia para la economía.
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