
Se presta hoy menos atención a la incidencia que los conflictos armados o las tensiones tienen en la alteración del precio. Un buen ejemplo es Nigeria, importante productora de un crudo de calidad, en donde la actividad de los guerrilleros crea a menudo un cuello de botella que tiene incidencia en el precio mundial. Hace escasos días, un audaz golpe de la guerrilla contra un pozo de la Shell situado en alta mar obligó a cerrarlo y ha traído escalofríos a la industria.
Los rebeldes vienen exigiendo al Gobierno central una participación en la riqueza petrolífera originada en la región del delta del Níger, pero, para muchos, del agravio político se ha pasado al puro bandidaje. Los jóvenes milicianos, armados con bazucas y proyectiles tierra aire, han aprendido a sustraer miles de galones que, transportados en abundantes barcazas, venden en alta mar. En todo caso, han logrado que la producción baje en un 25% desde el año 2005. Esto, unido a problemas laborales, ha hecho que la extracción diaria de Nigeria se reduzca a 1.800.000 barriles al día.
Las autoridades nigerianas han sido incapaces de encontrar por ahora una salida política al conflicto, y una intervención militar en la zona con la inevitable ayuda de efectivos navales extranjeros sería enormemente impopular. Los ataques hacen dudar a las compañías extranjeras sobre la conveniencia de invertir más en una zona tan agitada.
Simultáneamente, en Irán, el comandante de la Guardia Revolucionaria, Mohamed Ali Safari, lanza un aviso: Teherán bloquearía las vías petrolíferas del Golfo Pérsico —por el estrecho de Ormuz pasan 17 millones de barriles diariamente— si fuera atacado por Israel o cualquiera otra potencia. No parece probable que a medio plazo las fuerzas aéreas o navales de Irán pudieran plantarle la menor cara a la flota de Estados Unidos en la zona, pero la admonición iraní, en momentos en que circula el rumor de que Israel ha ensayado un ataque a Irán, tampoco tranquiliza el mercado.
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