BRUSELAS.- El pasado 24 de diciembre, Michel Barnier llegó a la línea de meta como negociador jefe de la Comisión Europea para el Brexit.
Misión cumplida. Cuatro años y medio después del referéndum, el francés
logró concluir su misión: pactar primero los términos del divorcio, que
entró en vigor en febrero de 2020, y después sentar las bases de las
relaciones futuras con el Reino Unido. En sus últimos días en la
Comisión Europea, El Confidencial entrevista al negociador jefe europeo para el Brexit junto a un grupo de destacados periódicos europeos en su primera intervención pública tras el acuerdo de Nochebuena. El político galo repasa ahora casi un lustro de negociaciones pocos días después de concluirlas, aunque todavía está pendiente la ratificación por parte del Parlamento Europeo.
La receta del éxito en las conversaciones ha estado en la unidad
europea, pero también en la forma de estructurar el diálogo por parte de
Barnier y su equipo. “Desde el principio, decidimos mantener la unidad
de los Veintisiete, operando sobre la base de los hechos, sin pasiones ni emociones, sobre la base de textos legales y números, nada más”, explica el funcionario.
Una unidad cimentada en tener en cuenta las prioridades y preocupaciones de los Estados miembros. “Como España y Gibraltar, o las bases aéreas en Chipre”, explica el negociador jefe. Y precisamente Gibraltar fue un tema sensible para Barnier, porque España estuvo cerca de vetar el acuerdo del Brexit en
noviembre de 2018 por una polémica cláusula que podía interpretarse de
forma contraria a los intereses españoles. Un incendio que finalmente se
pudo apagar a tiempo con una declaración interpretativa vinculante,
pero que le costó al francés cierto crédito en Madrid.
Barnier ya no estará en Bruselas para vigilar el último tramo de las
conversaciones, en las que Gibraltar tendrá un peso especial. Después de
que España y el Reino Unido alcanzaran el 31 de diciembre un principio de acuerdo respecto al encaje del Peñón, con la idea de “prosperidad compartida” para el Campo de Gibraltar y el objetivo de derribar la frontera al incluir la Roca en el área Schengen, toca ponerse manos a la obra.
El trabajo no está hecho con el acuerdo entre Madrid y Londres, y ahora es cuando se entra en una fase muy sensible. España
y el Reino Unido han acordado las líneas maestras del pacto, pero debe
ser Bruselas la que materialice el texto y será la Unión Europea en su
conjunto la que celebre el acuerdo con Londres. “Esto requiere nuevas
negociaciones entre la UE y el Reino Unido, sobre las que por supuesto
procederemos en total acuerdo con el Estado miembro afectado, que es
España”, explica Barnier.
“He leído la ambiciosa declaración, que establece principios. Tendrá que ser puesto en marcha y manejado de forma rigurosa, especialmente los asuntos relacionados con Schengen.
España y el Reino Unido están familiarizados con las normas de la zona
Schengen y tienen que ser aplicadas de forma apropiada”, ha explicado
Barnier durante la entrevista.
El negociador jefe del Brexit
explica cómo se desarrollarán las conversaciones a partir de ahora, lo
que el Gobierno español estima que tomará unos seis meses en los que el
pacto todavía será frágil. “La Comisión Europea tiene que recibir el
mandato negociador del Consejo, un mandato para implementar este acuerdo
en un nuevo texto internacional válido. Después, la Comisión comenzará
la negociación. Serán conversaciones sensibles, en particular, por las normas de Schengen.
Todos los Estados miembros de Schengen tienen que ser consultados y
estar de acuerdo. Nada es imposible, pero serán necesarias negociaciones
cuidadosas, objetivas y precisas en todas la áreas que cubre el
comunicado conjunto”.
Barnier ofrece una de las primeras entrevistas a medios europeos desde el acuerdo de Nochebuena con el que Londres y Bruselas lograron resolver sus diferencias respecto a tres puntos que
habían mantenido las conversaciones atascadas: la pesca, la igualdad de
condiciones para garantizar una competencia justa y la gobernanza del
pacto.
Pero, incluso con acuerdo, este Brexit sigue teniendo consecuencias,
especialmente en la frontera entre el Reino Unido y Francia. El
negociador europeo sí cree que todavía hace falta que las empresas y
administraciones terminen de engrasarse para adaptarse a una nueva
realidad, y que cuando eso ocurra habrá menos incidentes o sorpresas por
parte de algunas empresas. Pero despeja todas las dudas sobre la
posibilidad de que estas consecuencias desaparezcan por completo.
“Hay algunas cosas que son definitivas, finales, atadas al Brexit por
su naturaleza”, señala Barnier. “Sobre eso, no estamos sorprendidos.
Hay algunas cosas que han cambiado: los productos alimentarios, sea lo
que sea o cualquier producto animal, por ejemplo, tienen que ser
comprobados en ambos lados. Porque estamos ahora en dos áreas de regulación distintas, es una consecuencia del Brexit,
no va a desaparecer ni suavizarse en las próximas semanas o meses. Los
chequeos van a continuar para proteger la salud de los consumidores en
los dos lados del Canal de la Mancha. Es una consecuencia mecánica del
Brexit más que un problema a corto plazo de adaptación”.
Aunque
Irlanda del Norte no ha estado presente durante la segunda fase de las
negociaciones que se han celebrado desde febrero de 2020 hasta
Nochebuena, centradas en las futuras relaciones económicas, fue la protagonista indiscutible del acuerdo de retirada, que establecía las condiciones para el divorcio y entró en vigor en febrero de 2020.
La
ecuación era muy compleja: Bruselas se negaba a cualquier solución que
hiciera surgir una frontera entre la provincia británica de Irlanda del
Norte y el Estado miembro de la Unión, la República de Irlanda. Cualquier barrera física era un riesgo para la paz en la isla.
Finalmente, el acuerdo estableció un complejo sistema en el que queda
un Ulster integrado en la esfera económica europea, pero al mismo tiempo
todavía conectado al Reino Unido.
Algunos consideran que es el primer paso en el largo camino hacia una posible unificación de Irlanda. “El futuro tendrá que ser determinado por los norirlandeses y los irlandeses. No corresponde a la Unión Europea
y no me corresponde a mí hablar sobre ello. Siempre he tenido un
profundo respeto por el debate político y las instituciones en el Reino
Unido, nunca he intervenido en ese debate interno y no voy a empezar
hoy”, explica Barnier, rechazando entrar a comentar el futuro político
no solamente del Ulster, sino también de una Escocia que tiende hacia la
independencia.
“Lo que puedo decir es que donde estaban la mayoría de riesgos potenciales del Brexit era en Irlanda.
Muchas consecuencias del Brexit fueron subestimadas o ignoradas, o al
menos no explicadas de forma adecuada”, asegura Barnier. “Pero donde
estaban las consecuencias más serias era en Irlanda, por el proceso de
paz. Estoy muy unido a Irlanda, he pasado mucho tiempo escuchándolos y cuando estoy en Irlanda tengo un sentimiento de gran respeto. Por eso, durante los últimos cuatro años, ha estado fijo en mi cabeza que debía hacerse todo para proteger el proceso de paz”.
Precisamente por eso, para el negociador jefe el momento más delicado de las negociaciones fue cuando el Gobierno británico anunció en septiembre de 2020 la presentación de la Ley de Mercado Interior, que violaba partes del protocolo de Irlanda del acuerdo de retirada. “Para mí, fue el momento más difícil”,
explica, porque estaban “indicando, básicamente, su intención de violar
un acuerdo que habían firmado y, por lo tanto, poniendo en duda algunos
elementos indispensables para la paz en Irlanda del Norte. Ese fue el
punto más grave y más incomprensible”.
Hubo otros momentos difíciles. Uno de ellos fue cuando la Cámara de
los Comunes rechazó por tercera vez el texto que había negociado la
Comisión Europea con la por entonces primera ministra del Reino Unido, Theresa May. “La tercera vez pensé que no íbamos a sacarlo adelante
porque el Gobierno británico no era capaz de obtener una mayoría sobre
su propio texto”, explica. Recientemente, también Barnier pasó momentos
de tensión: “En dos o tres ocasiones en noviembre, en particular, pensé
que no se daban las condiciones para un acuerdo”.
A punto de abandonar su cargo, el negociador también reflexiona sobre el futuro de la Unión Europea sin el Reino Unido. “Con el Brexit, todos perdemos”,
señala serio, rechazando la idea de que la Unión Europea es más ágil y
capaz sin Londres. “Hay una esperanza de que las cosas irán mejor, serán
más fáciles sin los británicos involucrados, que será más sencillo en
algunas áreas, como en defensa o quizás el presupuesto. Conozco mucha
gente que lo piensa. Mi convicción es que el Brexit nos debilita: no es solamente un divorcio, es un debilitamiento”, señala el francés.
“Siempre es mejor estar juntos. Siempre. Incluso
cuando no había una visión compartida o un concepto compartido entre el
Reino Unido y algunos Estados miembros respecto a Europa como concepto,
Europa como poder, con diferencias respecto a ambición, análisis y
creencias. Son diferencias que conozco, pero incluso así, habría sido
mejor haber permanecido unidos”, sentencia Barnier.
Lo
que sí pide el negociador jefe es que la unidad que se ha mostrado con
el Brexit, y por la que en 2016 nadie apostaba, se utilice ahora para
impulsar la agenda europea. “Creo que la unidad que hemos mostrado
debería emplearse completamente para afrontar los retos que se nos
plantean” en el futuro, explica Barnier, que señala los últimos acuerdos alcanzados, como el marco financiero plurianual (2021-2027), el fondo de recuperación o la coordinación en la compra de vacunas.
El francés ha dedicado los últimos años a unas conversaciones extremadamente complicadas
por tres razones: primero, porque era la primera vez que un socio salía
de la Unión Europea; segundo, porque el Gobierno británico no ha tenido
claro cuáles eran sus objetivos reales en las conversaciones, y
tercero, porque es la primera vez que un acuerdo comercial levanta
barreras en vez de derribarlas.
“Esta era la primera vez en que teníamos que crear obstáculos en vez de levantarlos”,
señala el francés. “Por primera vez en 60 años, nos encontrábamos
negociando un acuerdo comercial en un proceso de divergencia reguladora,
en vez de convergencia”, explica Barnier.
En los últimos cuatro años, ha conseguido ganarse el respeto y el reconocimiento de la inmensa mayoría de los líderes europeos. Por permanecer en su puesto,
el francés ha visto pasar importantes y lujosos trenes políticos. Eran
muchos los que veían a Barnier como el candidato ideal para la
presidencia de la Comisión Europea por parte del Partido Popular
Europeo, y más de una vez ha sonado para un posible regreso estelar a la
política francesa.
Ahora sí, completada su misión, Barnier abandonará el Berlaymont,
donde fue comisario en dos ocasiones, una entre 1999 y 2004 y otra entre
2010 y 2014, y donde en los últimos años ha dirigido las negociaciones
más complejas de la historia de la Unión Europea. Vuelve a su arena
natural: la arena política. “Nadie debería sorprenderse al escucharme decir que quiero seguir siendo lo que soy. Sigo siendo un político
y estaré contento de volver a mi país en unas cuantas semanas, porque
lo echo de menos”, señala el que fue ministro de Medioambiente entre
1993 y 1995, ministro de Asuntos Exteriores entre 2004 y 2005 y ministro
de Agricultura y Pesca entre 2007 y 2009.
Por
lo pronto, Barnier volverá a las filas de los Republicanos. Gaullista
de cuna, el francés pretende tener su rol en el trabajo para reconstruir
la fuerza política conservadora de cara al futuro. “Nunca he sido un supertecnócrata de Bruselas, a pesar de las caricaturas en algunos tabloides británicos,
soy un político, y como político conozco muy bien la Comisión Europea,
que es por lo que el presidente Jean-Claude Juncker y después la
presidenta, Ursula von der Leyen, me pidieron dirigir las negociaciones
como un político”, explica durante la entrevista. Ahora, terminada su
misión en Europa, Barnier quiere volver a dedicar las energías y ganas
que todavía le quedan a la política francesa.