BRUSELAS.- La salida de Reino Unido de la Unión Europea
quedó formalizada este 31 de enero con la eliminación de la bandera
azul con estrellas amarillas de los edificios del gobierno británico. Se
termina así una etapa que ha durado 47 años y ahora se abre una nueva:
la de las negociaciones comerciales.
La economía
británica no quiere perder la competitividad que ha tenido durante su
permanencia en el bloque comunitario, por lo que los pactos con Estados Unidos y -desde este viernes- los Veintisiete serán fundamentales para su futuro de la economía británica. Además, según el Banco de Inglaterra, crecerá
menos de lo previsto en los próximos tres años, por lo que dependerá de
estas negociaciones.
También será clave la política fiscal y de
inversiones que anuncie el Ejecutivo conservador, que el 11 de marzo
presenta su primer presupuesto general después del Brexit.
Johnson,
que despide casi medio siglo de pertenencia a la Unión Europea
saludando "el amanecer de una nueva era", según el discurso adelantado,
ha indicado que quiere conseguir un tratado comercial con el bloque
"al estilo del de Canadá" antes del 31 de diciembre, cuando acaba el
periodo de transición -que no contempla extender-.
De acuerdo con el
Financial Times, planea negociar "en paralelo" un pacto con Estados
Unidos, cuyo secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró que Reino Unido está "al frente de la cola" de las
conversaciones comerciales -si bien cualquier trato con la primera
potencia mundial se anticipa polémico y complicado-.
En otra muestra de que el Gobierno británico planea divergir del mercado único comunitario, el ministro Michael Gove
declaró este viernes a la BBC que su "referencia" será el Acuerdo
Económico y Comercial Global (CETA) entre la Unión Europea y Canadá, que
permite el comercio de muchos bienes sin aranceles pero apenas cubre
los servicios y mantiene los controles aduaneros.
Como ya hiciera el titular de Economía, Sajid Javid, Gove ha advertido de que las empresas deben estar preparadas para un aumento "de los procesos burocráticos"
y "de la fricción" en las transacciones con el bloque europeo, lo que
afectará sobre todo a sectores como el manufacturero y automovilístico,
dependientes de la armonización normativa para ser competitivos.
La
presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen,
ha recordado por su parte a la cadena pública la posición de Bruselas:
"cuanto más cerca quiera estar el Reino Unido del mercado único, más
deberá respetar sus normas y estándares" y, si no lo hace, "más
distancia" habrá.
El
sector financiero británico, que contribuye un 7% al producto interior
bruto (PIB) nacional y con el Brexit perderá el derecho de "pasaporte" o
acceso directo al mercado comunitario, espera con ansía conocer cómo el
Ejecutivo de Johnson planea defender sus intereses.
La City quiere que
el Reino Unido negocie con la UE un estatus de "equivalencia" normativa que permita operar sin restricciones,
pero basado no en la idea de que ambas partes deben tener las mismas
reglas, sino en que éstas conduzcan a los mismos resultados.
El
sector aspira a obtener un acuerdo de equivalencia hecho a medida, pues
considera que el proceso de reconocimiento legal que actualmente aplica
la UE a países terceros puede ser largo, complicado y en última
instancia insatisfactorio.
Los
efectos del Brexit en la economía británica dependerán, según los
expertos, de cómo evolucionen las negociaciones con la UE y Estados
Unidos y su impacto en la libra, la inversión empresarial y la confianza
del consumidor.
Algunos economistas, como Julian Jessop,
del Instituto de Asuntos Económicos, creen que, a corto plazo, puede
producirse un efecto "rebote" de recuperación económica provocado por la
certidumbre que aporta la amplia mayoría parlamentaria que obtuvo en
diciembre Johnson.
John Springford, del Centro
para la Reforma Europea, predice en cambio que la economía se
ralentizará, ya que la única certeza que ofrece el líder conservador y
abanderado de la salida de la UE es "la de un desenlace duro", más aún
si se llegara al 31 de diciembre sin un pacto sobre la futura relación
comercial.
El Banco de Inglaterra rebajó ayer del 1,2 % al 0,8 % su
previsión de crecimiento del PIB en 2020, del 1,8% al 1,4% en 2021 y del
2 % al 1,7% en 2022.
Sin embargo, decidió no recortar los tipos
de interés, que mantuvo en el 0,75% a la espera de constatar si la
economía repunta por el citado efecto "rebote" o si, por contra, aumenta
el riesgo de contracción.