BRASILIA.- Un millar de indios acampados en los jardines centrales
de la principal avenida de Brasilia reforzaron este jueves sus críticas
al Gobierno del presidente Jair Bolsonaro, frente al que han decidido
mantener una "resistencia pacífica".
Los indígenas se
han instalado en la céntrica Explanada de los Ministerios, tal como
hacen una vez al año desde 2004, pero esta es la primera edición del
Campamento Tierra Libre bajo el Gobierno del ultraderechista Jair
Bolsonaro, considerado una "amenaza" por los líderes del movimiento.
"Estamos entre los primeros agredidos por este Gobierno,
pero los indios somos atacados desde el año 1.500 y resistiremos",
aunque de forma "pacífica", declaró Sonia Guajajara, quien el año
pasado se convirtió en la primera indígena candidata a la
Vicepresidencia de Brasil, en la fórmula del socialista Guilherme
Boulos.
Guajajara, junto a otros líderes indígenas,
ha participado en los últimos días en audiencias con miembros del
Parlamento, en las que se han presentado las reivindicaciones de los
pueblos originarios y ha sido expresada su "preocupación" por
declaraciones de "racismo e intolerancia" que llegan desde el Gobierno.
"Nos quieren sacar del medio, porque este es un Gobierno que quiere
promover el desarrollo económico con la destrucción" de las zonas
amazónicas en que se sitúan muchas de las reservas indígenas del país,
apuntó.
En esa misma línea se situó la diputada
Gleisi Hoffmann, quien preside el opositor Partido de los Trabajadores
(PT) y durante una visita al campamento dijo que Bolsonaro tiene
"un claro plan de destrucción de derechos", que afectará a los más
pobres y a los más marginados de la sociedad, entre los que situó a los
indígenas.
Una de las principales exigencias de los
pueblos originarios es la "recuperación" de la Fundación Nacional del
Indio (Funai), una institución que funcionaba en la órbita del
Ministerio de Justicia y fue trasladada al nuevo despacho de la Familia,
la Mujer y los Derechos Humanos, a cargo de la pastora evangelista
Damares Alves.
También consideran "muy grave" que la
Funai haya dejado de tener la responsabilidad sobre la demarcación de
nuevas tierras indígenas, que ha pasado a manos del Ministerio de
Agricultura, cuya titular, Tereza Cristina Correa, mantiene estrechos
vínculos con los grandes empresarios del campo.
En
Brasil, según datos oficiales, existen cerca de 600 reservas indígenas
que están habitadas por unos 480.000 miembros de 227 etnias y ocupan 110
millones de hectáreas, que son equivalentes al 13 por ciento del
territorio nacional.
Muchas de esas reservas, sin
embargo, son fruto de recurrentes conflictos entre los indígenas y
grandes hacendados, que pretenden avanzar sobre esas tierras con fines
productivos.
En ese sentido, Bolsonaro ha prometido
mantener "intocables" las reservas, pero también ha anunciado su
intención de que, en el caso de que los indígenas lo autoricen, se
permita que empresas privadas utilicen sus territorios y exploten
recursos minerales, a cambio de una contraprestación económica.
La enorme mayoría de las etnias ha rechazado esa posibilidad, ya que,
según dijo Guajajara, sería "permitir la destrucción" de la naturaleza,
que más allá de su carácter místico entre los indios, es la que les
provee de alimentos y medicinas naturales.
En esta
edición del campamento Tierra Libre, los indios también han mezclado la
combativa defensa de sus derechos con una suerte de gran feria, en la
que venden artesanías, instrumentos musicales, comidas típicas y hasta
arcos y flechas, pero sólo para ser usadas "como adorno", dijo André Terena frente a su tenderete.
Aunque hay un fin
netamente comercial en el sector del Campamento Tierra Libre dedicado a
la venta de productos indígenas, también hay un claro objetivo
cultural, que pasa por la difusión y la defensa de las tradiciones
incubadas por los pueblos que habitaban Brasil antes del inicio de la
colonización portuguesa, hace 519 años.
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