TOKIO.- ¿Japón avanza hacia un “declive feliz” en el que la gente se resigne a
dejar de ser una potencia económica? Eso propone un sociólogo nipón ante
la constante caída demográfica. El archipiélago perdió 800.000
habitantes en 2022 por el cóctel del envejecimiento de la población y el
aumento de las parejas sin hijos. En una sociedad rígida, las mujeres
privilegian la carrera profesional, y existe el fenómeno de los
“solteros parásitos”.
La estación de Shinjuku en el centro de Tokio es una buena imagen de
la pujanza de la tercera economía del mundo. En un día laboral, más de
3,5 millones de personas atraviesan la que figura en el Libro Guinness
de récords mundiales como la estación más transitada del mundo.
Pero
desde hace años late la pregunta de hasta cuándo durará el ritmo
vertiginoso de esta estación. O de esta capital. O de todo el
archipiélago nipón. La incertidumbre se origina en las estadísticas de
la población, que año tras año siguen en descenso.
Hasta
las noticias de televisión anuncian el descenso de la población: “El
Ministerio del Interior y Comunicaciones anunció hoy que hasta el pasado
1 de enero la población de Japón
sufrió un descenso que por primera vez en casi medio siglo afectó a
todas las prefecturas del archipiélago”.
El año pasado, Japón perdió más
de 800.000 habitantes. Ahora tiene 125,4 millones y el descenso
continúa pues nacen menos niños y la población envejece.
Desde
hace más de una década, las ventas de pañales para adultos en Japón
superan las de aquellas para bebé. Este es el indicador más gráfico del
envejecimiento del archipiélago japonés, donde las personas de 65 años o
más rondan los 36 millones, o casi el 29% de la población.
Para algunos sociólogos como el profesor Masahiro Yamada, el descenso de la población ha generado una crisis
paulatina que está cambiando radicalmente el país que conocemos como
Japón: “No es el tipo de crisis que ocurre de repente. Es más parecido a
esa serie de golpes al cuerpo que recibe un boxeador. El poder de Japón
se está debilitando poco a poco y su posición económica también decae”,
explica.
El profesor
Yamada, sociólogo de la Universidad de Chuo en Tokio, es un especialista
en demografía conocido por identificar a finales del siglo pasado a los
hijos que no se casaban por estar hasta los 30 y 40 años con sus
padres. Los bautizó con una etiqueta que perdura: los solteros
parásitos. “Como en Italia, España, Corea del Sur y China, en Japón los
hijos no quieren dejar el hogar pues cuando se casan su nivel de vida
baja”, comenta.
Hoy el número de matrimonios sigue en descenso y los jóvenes se ven
frenados por la contracción de la economía y el esquema tradicional de
que el hombre debe ser la cabeza de la familia
que provee los recursos del hogar. “La participación de las mujeres en
la economía no avanza en Japón, por eso los hombres con bajos ingresos
no pueden casarse”, analiza el sociólogo.
En las zonas rurales la
población cae a un ritmo vertiginoso: “En la prefectura de Akita el
número de niños ha disminuido en un 60 por ciento en comparación con
hace 20 años”, agrega Yamada.
En
Onjuku, un pueblo costero situado a unos 100 kilómetros al sudeste de
Tokio, la playa es recordada como el escenario de un caso único en Japón
por sus lazos históricos con el mundo hispanohablante. En estas playas
naufragó en 1609 el galeón San Francisco, nave española que viajaba de
Filipinas a Acapulco, en la Nueva España de entonces. Los antepasados de
Onjuku salvaron la vida de 317 náufragos.
“El hecho histórico de
1609 fue un acontecimiento del que siempre hemos estado muy orgullosos
ante el mundo”, cuenta el alcalde de Onjuku, Yoshiharu Ishida.
Considera que el relato del galeón San Francisco, que implica a España,
México y Filipinas, puede ser un atractivo para aumentar el turismo: “En
un futuro queremos vincularlo como uno de nuestros recursos
turísticos”.
Pero el pueblo sigue perdiendo población cada año. De
los 7.074 habitantes actuales, sólo 418 son niños menores de 14 años.
“Desde que estoy en el cargo he implementado muchas medidas pequeñas
pero no hemos logrado traer residentes”, lamenta el alcalde.
Yoshiharu
Ishida, que lleva más de una década en el cargo, se ha visto superado
por la dinámica irreversible de la caída demografía que afecta a su
país: “El número de fallecimientos y el éxodo de residentes es
generalizado”.
El profesor Yamada considera que un factor decisivo para el éxodo de los pueblos es la brecha de género: “Las mujeres jóvenes
de las zonas rurales se van a Tokio y a otros lugares por la falta de
oportunidades para desempeñar un papel activo. Y porque en las empresas
de las zonas rurales persiste una cultura de discriminación”.
“Las
mujeres motivadas y con estudios eligen la opción de marcharse a
ciudades como Tokio u Osaka”, agrega.
Una de estas mujeres es
Hiromi Hoshino, especialista de marketing que salió hace casi 20 años de
su pueblo, Katsura, un pintoresco puerto pesquero situado al lado de
Onjuku.
“Nací en la zona rural de la prefectura de Chiba y muchas
personas salimos a la gran ciudad. La escuela primaria y la secundaria
donde yo iba ya no existen. Eso me entristece mucho”, recuerda.
Como profesional de marketing, la señora Hoshino se fija en los
anuncios cuando visita a sus padres y sus deducciones son preocupantes:
“Hay gran cantidad de anuncios de funerarias y eso me hace pensar en
cómo está subiendo el número de fallecimientos. Incluso los crematorios,
que es la costumbre funeraria en Japón, tienen lista de espera”,
señala.
El panorama resume bien la situación del Japón
lejos de las grandes ciudades. Hiromi Hoshino explica que “incluso dar a
luz es difícil pues no hay hospital, y mi hermano tuvo que llevar a su
esposa a un lugar lejano. Japón se está volviendo como una isla remota
donde es imposible conseguir servicios médicos de urgencia”.
En
contraste, Tokio gana población y la señora Hoshino que tiene un niño
de tres años contribuye al aumento: “Tuve a mi hijo a los 38 años. Antes
de que naciera mi hijo ya estaba pensando en vivir una vida sin hijos”,
subraya.
La tasa de fecundidad en Japón, el promedio de hijos que
una mujer tiene en su vida, es de 1,26, un nivel muy bajo para un país
industrializado. Según cuenta Hoshino, “a mi alrededor hay mujeres que
decidieron no tener hijos y eligieron su carrera. Japón tiene estilos de
vida muy distintos incluso entre mi círculo de amigas”.
La
inmigración extranjera es una solución que, según nos recuerda el
profesor Yamada, se ha propuesto en otras latitudes: “Japón no podrá
sobrevivir sin inmigrantes. Las grandes empresas necesitan diversidad,
por lo que quieren inmigrantes con un alto nivel profesional”.
Sin embargo, dado que el porcentaje de personas que hablan otros idiomas es bajo, comparado a otros países de Asia,
aprender japonés es una exigencia que puede no compensar los salarios
que ofrecerá una economía menguante. “Me preocupa que tal vez no quieran
venir a Japón”, comenta Yamada.
Por cerca de 30 años, el sociólogo ha sido asesor de sucesivos
gobiernos y de políticos japoneses para proponer medidas para frenar la
crisis demográfica. Pero sus propuestas no contribuyen a la popularidad y
suelen pasar a un plano secundario en la agenda política.
“Para los
políticos, lo importante son las elecciones del momento. Lo que pase en
la sociedad dentro de 30 años siento que les da igual”, estima.
El descenso de Japón
que prevé Yamada será relativamente indoloro. Por eso ha acuñado una
nueva etiqueta que incluirá en su próximo libro: el “declive feliz”.
“Por ‘declive feliz’ quiero decir que no sólo el gobierno sino también
los ciudadanos, en especial los jóvenes, se resignan a que Japón no sea
un país central de la economía mundial”, detalla.
El profesor
considera que resignarse al declive es una tendencia cada vez más
generalizada: “Más que la economía, especialmente los jóvenes, se
preocupan de cómo disfrutar de la vida en el día a día”.
En la ecuación
del “declive feliz”, entran el conformismo de la juventud
y su apatía política: “Sin importar lo bajo de su salario, los jóvenes
no quieren involucrarse en la política. Japón tiene el porcentaje más
alto del mundo de jóvenes que no participan en política”, recalca.
Con
el fin de entender mejor la crisis demográfica japonesa en el contexto
mundial, el experto en datos Stephen J. Shaw, inglés residente en Tokio,
hizo una comparación que lo sorprendió tanto que se embarcó en una
investigación por 24 países que plasmó en una serie documental.
“Cuando
vi las tasas de natalidad vi un descenso que afectaba al mismo tiempo a
muchos países de Asia empezando por Japón y a partes de Europa. Hoy si
exceptuamos África, todos los países tienen una fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo o se acercan a ella. Fue aterrador”, explica.
El documental se titula en inglés Birthgap
(la brecha de la natalidad) y advierte que el problema está en las
puertas de regiones hasta ahora consideradas exentas de caídas
demográficas como América Latina.
Según Stephen J. Shaw, “está vinculado
a la paternidad tardía. Y esto no sólo en los países más
industrializados. Filmamos varias semanas por toda América Latina y es
bastante aterrador lo rápido que están cayendo las tasas de natalidad allí también”.
El caso más grave es Brasil, donde en las dos pasadas décadas los
nacimientos fueron insuficientes para reemplazar a los fallecidos. “Japón
está mejor preparado para protegerse durante al menos algunas décadas
gracias a su riqueza adquirida hasta ahora. Brasil va a tener verdaderos
problemas para cuidar de su propia población”, estima el experto.
Según
él, el caso brasileño será el anticipo de lo que espera a otros países
de la zona: “Creo que afectará a muchos países de América Latina de
manera más general y mucho más duro que a Japón, Europa etc.”.
El
“declive feliz” de Japón que vaticina el profesor Yamada incluye una
vida de carencias sentimentales subsanadas en el mundo virtual de muchos
videojuegos
japoneses, como el famoso Pokémon.
“Por estar tan desarrollada la
cultura de los pasatiempos en Japón, muchas personas prefieren vivir
dentro de un videojuego a conseguir un novio o una novia”, dice.
El
mundo virtual podría además ayudar a sobrellevar la precariedad que se
avecina. “Dejarán de intentar tener éxito en el mundo real y, en cambio,
lo buscarán con el juego en el mundo virtual”, concluye el sociólogo.