BUENOS AIRES.- El peronista de
centro-izquierda Alberto Fernández se comprometió a reducir la pobreza
de Argentina y aseguró que pagará la deuda con el FMI una vez que haya
crecimiento económico, al asumir este martes la presidencia del país
sudamericano sumido en lo que llamó una "catástrofe social".
"Es
imposible pagar la deuda externa si no hay crecimiento. Queremos tener
una buena relación con el FMI (Fondo Monetario Internacional), pero sin
crecimiento no podemos pagar", señaló en su discurso de investidura.
A cambio de un severo ajuste fiscal, el FMI otorgó en 2018
un crédito por 57.000 millones de dólares a Argentina, de los cuales el
país ha recibido hasta ahora unos 44.000 millones. La deuda total ronda
los 315.000 millones de dólares y se acerca a 100% del Producto Interno
Bruto.
La titular del FMI, Kristalina Georgieva, saludó la
asunción de Fernández. "Compartimos plenamente tus objetivos de
perseguir políticas para reducir la pobreza y acompañar el crecimiento
sustentable. El FMI permanece comprometido a asistir a tu gobierno en
esta tarea", escribió en Twitter.
Al frente de la tarea de
reperfilamiento de la deuda estará Martín Guzmán, nuevo ministro de
Hacienda, juramentado este martes junto al resto del gabinete.
De
37 años, este economista colaborador del Nobel Joseph Stiglitz, propone
postergar por dos años el pago de intereses de la deuda, mediante un
acuerdo con acreedores, y estirar los plazos de pago para el capital.
El
índice Merval de la Bolsa de Buenos Aires reaccionó con una caída de
4,81%, a 34.657,44 puntos. La moneda, sometida a un muy estricto control
de cambios, cerró prácticamente sin cambios a 63 pesos por dólar.
Desde
primera hora, el centro de Buenos Aires se colmó de partidarios. Bajo
temperaturas extremas del verano austral, varios se descompensaron. Pero
igualmente hombres y mujeres de todas las edades cantaron y bailaron al
ritmo de la cumbia y el rock local. Muchos también lloraron de emoción
abrazados a amigos y familiares.
"Es la felicidad, la esperanza. Espero paz y trabajo y menos pobreza", dijo la estudiante universitaria Carla Romero.
Fernández,
abogado de 60 años que fue jefe de gabinete de Néstor y de Cristina
Kirchner entre 2003 y 2008, llegó al Congreso al volante de su propio
auto. A lo largo de la jornada estuvo acompañado por su hijo Estanislao
(24) y su novia Fabiola Yáñez.
Kirchner, de 66 años, juró a su vez
como vicepresidenta y asumió la presidencia del Senado. La
exmandataria, que tiene un juicio oral en curso por presunta corrupción y
varias causas abiertas, se mostró muy cercana al mandatario, durante la
ceremonia.
Al caer la noche, ante una multitud desbordada,
Kirchner evocó su despedida de la Casa Rosada en 2015 y dijo que los
cuatro años que siguieron "fueron muy duros".
"Fueron también
duros para quienes fueron objeto de persecución, para quienes se nos
buscó que literalmente desapareciéramos como seres humanos casi, a
través de la humillación y la persecución. Sin embargo, pese a todo eso,
estamos aquí", exclamó.
Fernández, que ha cuestionado duramente
los procesos contra su vicepresidenta, prometió un "sistema judicial que
deje de servir a los poderosos para perseguir a los opositores".
Fernández dijo que le
gustaría "ser recordado por haber sido capaces de superar la herida del
hambre en Argentina", un país en plena crisis económica, que cerrará
2019 con una inflación de alrededor de 55%, una pobreza cercana a 40% y
una caída del PIB de 3,1%.
El flamante mandatario recibió la banda
presidencial y el bastón de mando de parte de Macri en el Congreso. Una
escena muy diferente a la de hace cuatro años, cuando Cristina Kirchner
dejó la presidencia un día antes de lo previsto y Macri fue investido
por el presidente provisional del Senado.
Los únicos gobernantes extranjeros presentes fueron el
cubano Miguel Díaz-Canel, así como los de Paraguay, Mario Abdo Benítez; y
de Uruguay, el entrante Luis Lacalle y el saliente Tabaré Vázquez.
Contrariamente
a los rumores, no estuvo el expresidente Evo Morales, a quien Fernández
ofreció asilo ante lo que él mismo calificó como un golpe de Estado en
Bolivia.
El presidente Jair
Bolsonaro, de Brasil, no asistió pero le deseó a Argentina que "le vaya
bien" con su nuevo mandatario, con quien mantiene una fuerte pugna
ideológica.
"Todas y todos debemos despojarnos del rencor que
cargamos, volvamos a ganarnos la confianza del otro", clamó el nuevo
presidente.
Argentina, que en 2001 vivió su peor crisis, con el mayor
default de la historia, cinco presidentes en una semana y saqueos y
disturbios que dejaron una treintena de muertos, se esfuerza por evitar
otro estallido, en especial cuando países cercanos como Chile, Bolivia,
Ecuador o Colombia soportan protestas ciudadanas.
El desafío de encarrilar la economía
El líder de centroizquierda Alberto Fernández asumió el martes la presidencia de Argentina con la misión de enderezar el rumbo de una economía en crisis que lo obligará a hacer un delicado equilibrio entre las amplias demandas sociales y las de los inversores.
Con la presencia de mandatarios y funcionarios de algunos de los principales socios de Argentina, Fernández, de 60 años, juró como presidente ante el Congreso al mediodía local (15:00 GMT), y por la tarde tomó juramento a sus ministros en la Casa Rosada.
Una multitud con banderas de apoyo colmaba la plaza frente al Parlamento y comenzaba también a llegar a la histórica Plaza de Mayo, frente a la casa de Gobierno, donde se realizará un extenso festival con bandas musicales y se esperan las palabras del nuevo presidente.
“Yo trabajaba en una empresa de tarjetas de crédito que cerró más de 15 sucursales y nos quedamos todos sin trabajo. Nosotros como pueblo tenemos mucha esperanza puesta en Alberto”, dijo Verónica Quintana, una vendedora ambulante de 34 años, en Plaza de Mayo.
Con una inflación superior al 50% anual, una economía en recesión y una pobreza cercana al 40%, la renegociación de una deuda pública cercana a los 100.000 millones de dólares -que parece impagable en el corto plazo- será clave para el futuro de su Gobierno.
“Lo primero que vamos a hacer es empezar a trabajar con el tema del hambre. Al mismo tiempo, vamos a ponernos a trabajar en el tema de la deuda”, dijo Fernández el martes a la local Radio Con Vos.
Como las discusiones con el Fondo Monetario Internacional (al que Argentina adeuda alrededor de 44.000 millones de dólares) son vitales, Fernández eligió para el Ministerio de Economía a un académico especializado en deuda, Martín Guzmán, un joven discípulo del Premio Nobel Joseph Stiglitz.
“El desafío de Fernández pasa por crear las condiciones de confianza en una maniobra rápida para que la economía se ponga en marcha nuevamente, y eso va a depender de lo que haga con la deuda”, señaló el analista político Julio Burdman.
Muchos inversores se han mostrado inquietos por la probabilidad de que Fernández se vuelque hacia una mayor regulación de la economía, como aplicó su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, cuando gobernó el país entre 2007 y 2015.
Por otro lado, cualquier ajuste de la economía podría dificultarle mantener la cohesión de la heterogénea alianza de centroizquierda que lo llevó al poder, por lo que se espera un cambio respecto de las políticas de austeridad impulsadas por su predecesor neoliberal, Mauricio Macri.
Los fuertes sindicatos peronistas reclaman alzas salariales que permitan a los trabajadores recuperar el poder de compra que perdieron en los últimos años por la alta inflación, mientras que las organizaciones de desocupados piden un aumento de los subsidios para los más pobres.
Si la economía no vuelve a crecer, difícilmente Fernández podrá satisfacer todas las demandas.
La presencia del presidente cubano de izquierda Miguel Díaz-Canel durante el acto de asunción y la ausencia del mandatario brasileño de ultraderecha Jair Bolsonaro daba un indicio de cuál será el alineamiento internacional de Fernández.
El desafío de encarrilar la economía
El líder de centroizquierda Alberto Fernández asumió el martes la presidencia de Argentina con la misión de enderezar el rumbo de una economía en crisis que lo obligará a hacer un delicado equilibrio entre las amplias demandas sociales y las de los inversores.
Con la presencia de mandatarios y funcionarios de algunos de los principales socios de Argentina, Fernández, de 60 años, juró como presidente ante el Congreso al mediodía local (15:00 GMT), y por la tarde tomó juramento a sus ministros en la Casa Rosada.
Una multitud con banderas de apoyo colmaba la plaza frente al Parlamento y comenzaba también a llegar a la histórica Plaza de Mayo, frente a la casa de Gobierno, donde se realizará un extenso festival con bandas musicales y se esperan las palabras del nuevo presidente.
“Yo trabajaba en una empresa de tarjetas de crédito que cerró más de 15 sucursales y nos quedamos todos sin trabajo. Nosotros como pueblo tenemos mucha esperanza puesta en Alberto”, dijo Verónica Quintana, una vendedora ambulante de 34 años, en Plaza de Mayo.
Con una inflación superior al 50% anual, una economía en recesión y una pobreza cercana al 40%, la renegociación de una deuda pública cercana a los 100.000 millones de dólares -que parece impagable en el corto plazo- será clave para el futuro de su Gobierno.
“Lo primero que vamos a hacer es empezar a trabajar con el tema del hambre. Al mismo tiempo, vamos a ponernos a trabajar en el tema de la deuda”, dijo Fernández el martes a la local Radio Con Vos.
Como las discusiones con el Fondo Monetario Internacional (al que Argentina adeuda alrededor de 44.000 millones de dólares) son vitales, Fernández eligió para el Ministerio de Economía a un académico especializado en deuda, Martín Guzmán, un joven discípulo del Premio Nobel Joseph Stiglitz.
“El desafío de Fernández pasa por crear las condiciones de confianza en una maniobra rápida para que la economía se ponga en marcha nuevamente, y eso va a depender de lo que haga con la deuda”, señaló el analista político Julio Burdman.
Muchos inversores se han mostrado inquietos por la probabilidad de que Fernández se vuelque hacia una mayor regulación de la economía, como aplicó su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, cuando gobernó el país entre 2007 y 2015.
Por otro lado, cualquier ajuste de la economía podría dificultarle mantener la cohesión de la heterogénea alianza de centroizquierda que lo llevó al poder, por lo que se espera un cambio respecto de las políticas de austeridad impulsadas por su predecesor neoliberal, Mauricio Macri.
Los fuertes sindicatos peronistas reclaman alzas salariales que permitan a los trabajadores recuperar el poder de compra que perdieron en los últimos años por la alta inflación, mientras que las organizaciones de desocupados piden un aumento de los subsidios para los más pobres.
Si la economía no vuelve a crecer, difícilmente Fernández podrá satisfacer todas las demandas.
La presencia del presidente cubano de izquierda Miguel Díaz-Canel durante el acto de asunción y la ausencia del mandatario brasileño de ultraderecha Jair Bolsonaro daba un indicio de cuál será el alineamiento internacional de Fernández.