CIUDAD DEL CABO.- África es la segunda región de mayor crecimiento en el mundo detrás de Asia, aunque el 48 por ciento de sus habitantes vivía en la pobreza en 2008. Muchos países se han beneficiado de la subida de los precios de las materias primas y del interés de las economías emergentes por los minerales de su subsuelo y las tierras que pueden proveerles de alimentos. Será difícil que pueda mantener ese ritmo sin encontrar un equilibrio entre desarrollo y comercio.
China e India generaron en la década pasada
una explosión de intercambios comerciales y de inversiones en África.
Sin embargo, el primero tiene fama de perjudicial para este continente,
mientras que el segundo se ve con buenos ojos. Beijing aparece como
económicamente despiadado, en tanto que los intereses empresariales
indios suelen considerarse beneficiosos para África.
Pero las inversiones de ambos deben comprenderse dentro de un
contexto más amplio, según los participantes en la conferencia «Money,
Power and Sex: the Paradox of Unequal Growth» («Dinero, poder y sexo: la
paradoja del crecimiento desigual»), organizada por el Open Society Institute para Southern Africa que terminó este jueves en Ciudad del Cabo.
Los especialistas coinciden en que es responsabilidad de los
gobiernos africanos establecer normas firmes para el flujo de las
inversiones extranjeras y garantizar una relación directa entre comercio
y desarrollo. «No estamos fomentando nuestras comunidades económicas
regionales ni tampoco la Unión Africana (UA) para obtener mejores
acuerdos o el tipo de inversiones que necesitamos», se lamenta Buddy
Kuruku, asesor en Liberia del Centro Africano para la Transformación Económica.
Si África priorizara el desarrollo con apoyo de la UA, sus 54 países
podrían controlar rápidamente las inversiones de las economías
emergentes en sus territorios. «Las potencias mundiales compiten por
tener una presencia en el continente, y África puede beneficiarse de
ello. Si los países de la UA trabajaran de forma solidaria no le temerán
a India ni a China», indica Zhongying Pang, profesor de relaciones
internacionales de la Universidad Renmin de China, en Beijing.
Es muy pronto para decir qué impacto podrán tener ambos países en
África, pero «potencialmente será más positivo que negativo», sostiene
Howard French, exjefe de la oficina del diario The New York Times en
China. «Durante mucho tiempo, África no tuvo la posibilidad de elegir
con quién quería mantener relaciones comerciales», indica French, que
participa en una investigación de la Open Society Foundation sobre
migraciones chinas a este continente.
La competencia entre China e India por oportunidades de inversión,
además de Europa y América de Norte, ofrece a los países africanos un
abanico de posibles socios comerciales y más peso para fijar las reglas
de juego.
Según datos del Banco Mundial, la inversión extranjera directa de
ambas potencias emergentes en África ha crecido de forma drástica. De
hecho, el gigante asiático ha sido el mayor inversor, donante de ayuda y
socio comercial del continente. Los acuerdos para la construcción de
infraestructuras y para la extracción de recursos ascendieron a unos
127.000 millones de dólares en 2010.
India tiene un peso mucho menor que China, pero su influencia en
África aumenta a pasos agigantados. Actualmente tiene acuerdos
comerciales por unos 46.000 millones de dólares en el continente y ha
anunciado que invertirá 70.000 millones en 2015. «El estado chino es,
por cierto, un enorme motor de la actividad económica en África, aunque
India se esfuerza por promover sus inversiones en la extracción de
recursos», puntualiza French.
Además, las exportaciones de África a Asia se han triplicado en los
últimos cinco años hasta alcanzar el 27 por ciento del total de las
importaciones asiáticas, según datos de 2010 del Banco Mundial, que
muestran una clara tendencia al rápido crecimiento del comercio Sur-Sur.
Esa tendencia aumenta desde que Sudáfrica se unió al grupo de Brasil,
China, India y Rusia (BRIC) de economías emergentes en diciembre de
2010, cuando pasó a llamarse BRICS.
El interés de Beijing en África genera más desconfianza porque se
basa principalmente en la actuación de enormes compañías estatales
interesadas en grandes obras públicas y de infraestructuras, como
estadios, carreteras y vías férreas, muchas veces con fondos estatales y
multilaterales. «China tiene una política muy formal para fomentar sus
intereses e inversiones en África. En cambio, India, no», explica
Kuruku, del Centro Africano para la Transformación Económica. Nueva
Delhi tiene una perspectiva a corto plazo, con una estrategia de dos a
cinco años.
La presencia de India en este continente es principalmente de
empresas privadas y concentrada en la compra. «Es decir que las
compañías indias tienden a generar más empleo y a facilitar la
transferencia de capacidades, a diferencia de las inversiones chinas,
que generan muy poco trabajo en África», puntualiza Kuruku.
China ha hecho patente su compromiso de cambiar su imagen negativa, y
prevé revisar su política exterior en África con la esperanza de
obtener beneficios políticos en este continente. «Hemos aprendido de las
críticas a nuestra política de inversiones. Si China quiere seguir
desempeñando un papel en África, debe mantener sus principios de no
interferencia, pero también añadir otros como las intervenciones
multilaterales y políticas que contemplen la propiedad de la tierra»,
señaló Pang, de la Universidad Renmin. Las empresas chinas también deben
atenerse a las normas locales en material laboral y ambiental,
facilitar la transferencia de capacidades a los países africanos y
mejorar sus industrias.
Algunos analistas sostienen que India, en realidad, no es mucho
mejor. «India ha invertido en la compra de tierras cultivables para
paliar la inflación de alimentos en su propio territorio», indica Aniket
Alam, editor del Economic and Political Weekly, con sede en Mumbai. «No
tiene mejores estándares laborales que China. La explotación, la
corrupción y los sobornos cunden» en ese país, apuntó. Al igual que
China, India está interesada en África para poder cubrir sus crecientes
necesidades energéticas e invierte en países con recursos petroleros,
como Angola, Nigeria y Sudán, añade.
Ambos países tienen industrias que se modernizan con rapidez y una
floreciente clase media con crecientes ingresos y poder adquisitivo.
Esto hace que aumente la demanda de recursos naturales del sector
extractivo y de productos agrícolas, pero también de mercados de
exportación diversificados, como el de materias prima procesadas,
productos de la industria ligera, bienes de consumo doméstico y
alimentos.
Y África puede ofrecer todo eso.