LONDRES.- En
una noche cálida en el balneario egipcio de Sharm el-Sheikh, Oliver
Robbins, el consejero principal para el brexit de la primera ministra
británica, Theresa May, se recostó en su silla en la galería del hotel y
se echó a reír.
Mientras
miraba por encima de las palmeras a la tranquila superficie iluminada
por la luna del Mar Rojo, el hombre que pasa sus días tratando de armar
un acuerdo para el brexit no mostraba signos de tensión.
Mientras
Robbins se relajaba, la estrategia para el brexit de la primera
ministra parecía estar desmoronándose para el resto del mundo. La ruina
económica de una salida sin acuerdo acechaba a un mes de distancia, y
más de 20 de los ministros de May amenazaban con renunciar al gobierno
para detenerla.
Tal
vez fueron los tranquilos alrededores de la lujosa ubicación del resort
egipcio lo que calmó los nervios de Robbins. O quizás ya sabía el
secreto: May estaba a punto de admitir que el brexit podría, después de
todo, retrasarse.
Menos
de 48 horas después, la primera ministra anunció al Parlamento que los
políticos tendrán la oportunidad de votar para detener un brexit sin
acuerdo y extender el plazo para el divorcio.
Fue
un cambio dramático para una primera ministra que ha pasado los últimos
dos años prometiendo sacar al Reino Unido de la UE el 29 de marzo.
Este
artículo describe los días difíciles hasta el anuncio de May, y se basa
en los relatos de las personas involucradas en la saga, quienes
pidieron no ser nombradas por tratarse de eventos tan sensibles.
El
lunes 18 de febrero, siete políticos laboristas renunciaron a su
partido en protesta al liderazgo de Jeremy Corbyn. Mientras los
periodistas se enfocaban en las deserciones y lo que podrían significar
para el futuro de la política británica, un grupo de los ministros más
importantes de May entró en su oficina y la confrontó por el brexit.
Liderados
por la secretaria de Pensiones, Amber Rudd, los ministros dijeron a May
que si no descartaba una salida sin acuerdo, no tendrían más remedio
que votar en su contra para detenerla.
Lo que tenían en mente era una
opción nuclear: votarían por una propuesta el 27 de febrero que
efectivamente sacaría el poder sobre el brexit de las manos de May,
pasándolo al Parlamento y rompiendo las convenciones constitucionales de
Gran Bretaña, bajo las cuales el gobierno mantiene el control sobre
asuntos parlamentarios.
Unos
días después, Rudd y otros dos ministros del gabinete –el secretario de
Negocios, Greg Clark, y el secretario de Justicia, David Gauke–
coescribieron un artículo en el periódico The Daily Mail, en el que
ponían su amenaza por escrito. Los ayudantes de May realmente temían que
los tres ministros pudieran renunciar al mismo tiempo.
Con
May atrapada a 4.000 kilómetros de distancia en la cumbre UE-Liga
Árabe, el principal coordinador de su Gobierno, Julian Smith, trató de
evaluar la magnitud de la revuelta que enfrentaba.
La noticia fue mala.
Parecía que el creciente número de rebeldes no solo quería forzar a May a
retrasar el brexit, sino también tomar el control de los asuntos
parlamentarios a largo plazo, cambiando efectivamente la forma de
gobierno del Reino Unido para siempre.
Elección ‘racional’
En
Sharm el-Sheikh, May se sentó a tomar un desayuno de croissants, queso y
café con la canciller alemana, Angela Merkel. Durante el transcurso de
su discusión de 45 minutos, Merkel le preguntó a May sobre el informe
del periódico británico que sugería que la primera ministra estaba
sopesando un posible retraso al brexit.
May
respondió que no quería extender el artículo 50 y que aún esperaba un
acuerdo para el 29 de marzo. Pero la pregunta no desapareció. Más tarde
en el día, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, declaró que,
con el tiempo casi al límite, posponer el día de salida sería
"racional".
De
vuelta en Londres, el coordinador principal había llegado a una
conclusión. No había una perspectiva realista de detener la toma de
poder del Parlamento sobre la votación política más importante que
enfrenta el país el 27 de febrero.
Rudd
y otros 24 otros ministros y asesores del gobierno se reunieron para
determinar cómo obligar a May a descartar un brexit sin acuerdo.
Hablaron de una renuncia masiva, y simplemente votaron en contra de May y
la desafiaron a despedirlos a todos.
El
lunes por la tarde, el equipo de May sabía que ofrecer a los miembros
del Parlamento la oportunidad de retrasar el brexit sería la única
manera de mantener el control. Pero aún necesitaba persuadir a su
gabinete, dividido entre los rebeldes de Rudd y los activistas a favor
del brexit, para que respaldaran su plan al día siguiente.
A
las 9:30 am del martes, los ministros de May se sentaron alrededor de
la mesa del gabinete para lo que fue la reunión más tormentosa del año
hasta el momento. Evidentemente, los ministros leales estaban enojados
con la opción de un retraso, y aún más furiosos con Rudd, Gauke y Clark
por empujar a la primera ministra a tomar esa medida.
Al
final, ninguno de los 25 o más ministros a favor de la UE tuvo que
renunciar para ganar la batalla por un retraso.
Y en lugar de provocar
una reacción violenta del ala a favor del brexit del partido, solo 20
conservadores votaron en contra de la política de May el miércoles.
La
amenaza de que el Reino Unido deje a la UE sin acuerdo a fin de mes
ahora parece haberse agotado, y el resultado más probable es una
extensión a la fecha límite.
Como observó un funcionario triunfante,
después de que May cediera a las demandas de Rudd, "hemos cambiado el
curso de la historia".
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