SAN FRANCISCO/HONG KONG.- La guerra al COVID-19 está desbaratando los intentos de lograr la paz
comercial. La eliminación de los aranceles podría dar a la debilitada
economía mundial un impulso de 170.000 millones de dólares, según
estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico. Sin embargo, el temor a la epidemia y la caída de los
mercados están contribuyendo a avivar los ánimos proteccionistas.
El
mismo miércoles, mientras seguían aumentando las cifras de nuevos casos
de COVID-19, la Administración del presidente Donald Trump aumentó los
aranceles de los aviones Airbus del 10% al 15%, como parte de la lucha
abierta hace 15 años con Bruselas por las ayudas públicas ilegales.
Al
mismo tiempo, su competidora aeroespacial estadounidense Boeing sufre el
aguijón de la crisis mientras el Congreso de Estados Unidos contempla
un rescate de 50.000 millones de dólares para la industria aérea
nacional. Esto hace que la decisión sea especialmente inoportuna, al
igual que la de Pekín y Washington de convertir el brote en un cruce de
reproches.
Las dos mayores economías del mundo ya se encuentran
atrapadas en una refriega comercial que ha infligido daños generalizados
a la economía mundial. Y aun así, mientras la esta se desliza hacia la
recesión, las dos contendientes han caído en los insultos infantiles.
Trump está provocando a los asiáticos llamando al COVID-19 el “virus
chino”.
Por su parte, un alto cargo chino insinuó que la epidemia fue
introducida secretamente en su país por personal militar de Estados
Unidos.
Aunque
el acuerdo comercial preliminar del año pasado ha proporcionado cierto
alivio, los gravámenes estadounidenses siguen vigentes sobre
importaciones chinas por valor de 370.000 millones de dólares. Junto con
otros tributos al comercio, el conjunto le cuesta a los consumidores
estadounidenses 78.000 millones de dólares al año, según el equipo de
análisis American Action Forum.
China también mantiene muchas
barreras arancelarias y no arancelarias que hacen que las importaciones
sean más caras para su población. Sin embargo, el aumento de los costes y
el brote de virus, junto con la escasez asociada de mascarillas
protectoras, kits de pruebas y desinfectantes de manos, no ha ayudado a
estos dos Gobiernos a valorar la importancia de tener cadenas de
suministro integradas.
El inminente declive de la actividad
económica podría causar la pérdida de casi 25 millones de puestos de
trabajo, según la Organización Internacional del Trabajo de las Naciones
Unidas.
En Estados Unidos, los aranceles ya han contribuido a la
disminución del crecimiento de la inversión empresarial al 1,8% el año
pasado, desde el 5,1% en 2018. Recortar los costes comerciales haría
mucho bien y eliminaría una distracción no deseada. En cambio, la
intransigencia no contribuye sino a empeorar una situación ya de por sí
mala.
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