BELGRADO.- Una novia de blanco con
un vestido corto corre por el campo, con su velo de tul al aire,
perseguida por su prometido: no se trata de una producción
hollywoodiense, sino de una boda tradicional serbia organizada para
turistas chinos.
Y es que el turismo chino está experimentando un
fuerte crecimiento en este país balcánico, que hasta hace poco
permanecía ajeno a los programas de las agencias de viajes asiáticas.
Al punto de que del millón doscientos mil turistas
extranjeros llegados al país en los primeros ocho meses del año, 92.000
son chinos, según las autoridades serbias. ¡Cinco veces más que en todo
2016!
La exención de visa, las buenas relaciones políticas y
económicas bilaterales y los precios moderados son los principales
atractivos que explican este interés.
Y los serbios se han puesto
las pilas: han florecido los restaurantes chinos, en los lugares
frecuentados por estos nuevos visitantes, la siñalética está en mandarín
e incluso han llegado policías chinos a Belgrado para ayudar a sus
compatriotas.
Con 7,1 millones de habitantes, Serbia trata de
recuperar su retraso económico en Europa occidental. El turismo, que
supone solo el 3% del PIB, se concentra sobre todo en Belgrado y supone
un factor potencial de desarrollo.
Lejos de la capital, en
el oeste del país, Zeljko Sredic, propietario del pueblo-hotel
Gostoljublje, una colección de casitas construidas con la arquitectura
típica, ha sentido el tirón de los turistas asiáticos.
Hace tres
años, empezó a contactar a las agencias de viajes para proponerles esta
'boda' tradicional serbia en el marco de cañadas y campos agrícolas.
"Hemos elegido el matrimonio porque incluye todas las
costumbres: la cultura gastronómica, las canciones, las danzas, la ropa,
etc", explica.
La aventura, inicialmente destinada a todo tipo de turistas, solo seduce a una clientela mayoritariamente china.
En
este sábado soleado, dos grandes buses llenos de turistas de Shanghai
desembarcan en Gostoljublje. Son recibidos por sus anfitriones serbios
con música folclórica y un "kolo", baile tradicional.
Los chinos
"siempre quieren algo diferente. No es algo que vayan a encontrar en las
agencias de viajes tradicionales", dice Katarina Jovancic, la guía del
grupo.
Las mujeres reciben
vestidos blancos mientras que para los hombres hay gorras como las que
llevan los campesinos locales. Cada uno recibe explicaciones sobre el
papel que le aguarda en la ceremonia que les preparan.
Los
turistas tendrán que fingir que lanzan una manzana como lo hacía antaño
el futuro esposo, manejan una carreta de caballos o "negocian" el precio
de la dote.
Es precisamente el momento que elige la "novia" para
escaparse hacia las montañas antes de que la atrape su "novio", papel
que representa un serbio.
Todos se encuentran en torno a un
almuerzo, que pretende ser típico serbio pero que en realidad está
adaptado al paladar de los visitantes, con pocas grasas... El Kajmak,
una especie de crema espesa muy popular en Serbia ha desaparecido de los
menús. "Queríamos proponer inicialmente una cocina serbia auténtica,
pero nos dimos cuenta de que no era posible", admite Zeljko Sredic.
El
crecimiento del turismo chino empezó en 2017 cuando Serbia se convirtió
en el primer país de Europa en suprimir el visado para los chinos. Le
siguió Bosnia, mientras que Albania y Montenegro han flexibilizado las
condiciones de entrada.
"Hace
varios años que las relaciones políticas entre los dos países son
excelentes", dice Miodrag Popovic, jefe de la oficina de turismo de
Belgrado. China "no tiene ningún socio tan fiel como Serbia ni amigos
tan sinceros", declaró recientemente el presidente Aleksandar Vucic.
Los serbios agradecen a los chinos que no hayan reconocido la independencia de su antigua provincia meridional de Kosovo.
Estas buenas relaciones
se reflejan en el sector económico. Los chinos construyen puentes y
carreteras y han comprado minas y el inmenso complejo siderúrgico de
Smederevo (este) y compiten con los franceses para construir el metro de
Belgrado.
Serbia está también considerada como una vía de acceso
al resto de la región, explica Flora Xu, guía de la agencia de turismo
china 54 Traveller. Desde que los "países vecinos abrieron las puertas a
los chinos" reduciendo las exigencias para el visado, "la gente ha
empezado a interesarse en esta parte del mundo de la que nunca habían
oído hablar", dice. Después de Serbia, la guía llevará al grupo a
Montenegro y Albania.
Xin Li, un ingeniero de 37 años, que representaba al padre
del novio en la ceremonia, está encantado de esta primera visita a
Europa: "Es una historia interesante muy diferente de nuestras bodas
tradicionales chinas".
Para Serbia, que no cuenta con las bellas
costas de su vecina Croacia, los turistas son una fuente bienvenida de
divisas. El año pasado el sector generó 1.500 millones de euros, según
el banco central.
En Gostoljublje se frotan las manos. "Es muy
importante mantener viva la tradición de los matrimonios", dice Milija
Lazovic, música del grupo floclórico que acompaña la ceremonia. "Todo el
mundo participa y todos pueden ganar algo", concluye.
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