CANBERRA.- Los australianos votarán este sábado en unas elecciones en las que la oposición
laborista parte como favorita y en las que la cuestión del cambio
climático podría ser decisiva.
Alrededor de 17 millones de
australianos están llamados a las urnas para estos comicios, que se
anuncian ajustados. Los Liberales del primer ministro, el conservador
Scott Morrison, redujeron la distancia con los laboristas en los últimos
sondeos, pero las diferencias sobre las cuestiones del clima pueden ser
decisivas para ambos partidos.
Algunos de los votantes más madrugadores acudieron a
depositar su voto a un club de surf playero de la periferia de Sídney,
donde voluntarios con camisetas naranjas y la leyenda "Soy un votante
climático" entregaban panfletos.
"Me preocupa el clima y
el hecho de que Australia no esté haciendo lo suficiente", dijo Catherine Willis, una de las voluntarias.
Las inundaciones, las
altas temperaturas y los numerosos incendios forestales registrados en
el país en el último año colocaron el tema del cambio climático en el
centro de la campaña.
El Partido Laborista prometió objetivos ambiciosos para
las energía renovables, mientras que los liberales aseguraron que no
arriesgarían el buen estado de la economía alimentada por el carbón para
que el aire sea más limpio.
Pero cada vez más señales hacen
pensar que la postura de los liberales sobre la cuestión del clima es
políticamente insostenible, lo que podría decidir una alternancia en el
poder tras seis años de gobierno conservador.
Las encuestas finales
muestran un estrecho margen, con una intención de voto del 51% para los
laboristas. Pero el hecho de que el voto sea obligatorio y el complejo
sistema de clasificación de candidatos aún dejan espacio para la
sorpresa.
"Estas serán las elecciones más reñidas en muchos,
muchos años", predijo Morrison en un discurso final de campaña en
Queensland (noreste).
Hace unas semanas parecía que la lucha estaba perdida
para el centro-izquierda del Partido Laborista. Pero un sondeo final
realizado por Ipsos el viernes mostró que la coalición de Morrison cedía
ante los laboristas de Bill Shorten (49% y 51% respectivamente), frente
al 48% y 52% de hace dos semanas.
En algunos algunas zonas decisivas, la disputa está incluso más reñida, con un electorado dividido a partes iguales.
La
campaña fue una batalla a menudo vergonzosa, en la que Morrison --que
se beneficia del apoyo mediático del magnate de medios de comunicación
Rupert Murdoch-- armó un discurso negativa, advirtiendo que un gobierno
laborista arruinaría una economía que ya está desacelerándose.
Hubo también mucha
violencia, con candidatos agredidos y otros que tiraron la toalla debido
a los ataques racistas y sexistas en las redes sociales.
De ser
derrotado, Morrison, de 51 años, será uno de los primeros ministros que
ejerció menos tiempo el cargo en la historia de Australia.
El primer ministro saliente tomó el poder en agosto tras
un "golpe" en el Partido Liberal que marcó la salida del entonces líder
Malcolm Turnbull, moderado y proclima, en la última de una serie de
luchas fraticidas que convirtieron la política en Canberra en una mezcla
de "Juego de Tronos" y "Los Juegos del Hambre".
Gran parte del gabinete de Morrison renunció o se volvió invisible debido a su impopularidad.
Si Bill Shorten sale elegido, se convertirá en el sexto primer ministro australiano en una década.
El
exlíder sindical se enfrentó a unos bajos índices de aprobación, pero a
medida que se acercaban los comicios fue puliendo su candidatura.
Su
elección puede depender de los resultados en Queensland (noreste) o en
Victoria (sur), donde el clima es uno de los grandes temas de campaña.
Cualquiera
sea el ganador tendrá que lidiar con la desaceleración económica y
determinar cual será el lugar de Australia en el mundo. Ambos candidatos
reafirmaron el apoyo a la alianza con Estados Unidos, a pesar de los
inconvenientes que tiene para Australia la política unilateral de Trump.
Los
colegios electorales se abrieron a las 08:00 locales (22:GMT) y los
primeros sondeos a pié de urna se conocerán aproximadamente diez horas
más tarde.
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